“Estudia y trabaja para poder comprarte una casa y formar una familia”, una frase atribuible a cualquier padre o madre que se ha dejado la piel para que su retoño viva mejor que él. La vivienda se encuentra enraizada en la cultura española desde hace décadas y la definición de triunfador lleva aparejada una segunda casa en la playa incluso antes de la llegada de Marina d’Or. Una visión muy española, instalada por el franquismo, que no se ha replicado en Europa. Sin embargo, los tiempos de ver la vivienda como sinónimo de comodidad o disfrute acabaron y fueron sustituidos por el rentismo.
La brecha social se agranda y las dos clases de las que no quiere hablar el presidente del Gobierno no podrían estar más definidas. Los ‘fracasados’ que no pueden siquiera plantearse en comprar una vivienda se ven abocados a un alquiler que les sangra y, a su vez, les aleja cada vez de un posible ahorro que de cumplimiento a su aspiración inmobiliaria. Los ‘triunfadores’, aquellos que han hecho bien las cosas, acumulan inmuebles y enarbolan la bandera de un mercado que no es más que su avaricia y especulación. Los ‘pisotenientes’, la nueva élite.
Las casas, en manos de unos pocos
Hubo un tiempo en España donde la gran mayoría de familias tenían la capacidad de acceder a una vivienda, pagando poco a poco una hipoteca, y el alquiler era una opción más que una obligación. Los babyboomers se hipotecaban como una derivada vital más, pero ahora contemplan cómo sus hijos no pueden volar del nido. Siete de cada diez jóvenes trabajadores no pueden abandonar la casa de sus padres y la edad de emancipación media supera ya los 30 años. Mientras, fondos buitre, bancos y grandes propietarios siguen ampliando sus catálogos.
La fragmentación generacional puede apreciarse en los datos de compraventa de viviendas de la última década. Entre 2008 y 2020, entre el estallido de una crisis del ladrillo y la llegada de una pandemia mundial, casi la mitad de las operaciones de compraventa de inmuebles se realizaron por particulares o empresas que con más de ocho viviendas en propiedad. Las carteras de pisos de especuladores han ido engrosándose y, mientras te dicen que no hay oferta de alquiler, destinan estos pisos a otros negocios inmobiliarios (turismo) o simplemente no los sacan al mercado para encarecer los ya presentes.
El proceder es evidente: adquieren edificios enteros, los vacían en caso de que alojasen a inquilinos de toda la vida y vuelven al mercado con un precio muy superior u otra modalidad de negocio. Ejemplo de ello es que el año pasado más del 50% de las operaciones de compraventa de vivienda se hicieron sin hipoteca, lo que quiere decir que son inversiones financieras pagadas al contado o incluidas en otras operaciones. Esta realidad tiene nombre y apellidos, CIF en la mayoría de los casos, y se reproduce como una enfermedad que afecta mayormente a las grandes urbes y a los destinos turísticos.
Más de 400.000 viviendas en alquiler son propiedad de personas jurídicas, desde fondos buitre (175.000) a otras sociedades como bancos (275.000). Gran parte de los arrendamientos gestionados por estas compañías son víctimas de cláusulas abusivas y subidas ilegales. Entre todos destacan los dos principales caseros de España, que se reparten el país: CaixaBank y Blackstone, según datos de Civio. La entidad bancaria supera las 20.000 viviendas en todo el país, destacándose como principal casero en Andalucía, Aragón, Cataluña y Comunidad Valenciana. El fondo buitre alquila una cifra similar de viviendas y se desarrolla principalmente en la Comunidad de Madrid.
Otros nombres sonarán a los inquilinos que los sufren, aunque la lista es tan larga que es imposible plasmarla en un artículo. Los que más destacan, por su propiedad y por sus prácticas, son: Lazora, Cerberus, Nestar, CBRE, Axa, Elix Rental Housing, Ares, Encasa Cibeles, Banco Santander, Cevasa, Stay, Liberbank o Sabadel. No obstante, muchos más fondos, empresas y grandes tenedores están presentes en España, superándose los 700 caseros de más de 50 viviendas.
Reduciendo la cifra a una acumulación no poco notable, diez propiedades, el número de propietarios supera los 300.000, según las referencias catastrales, que no diferencian entre pisos, plazas de garaje o trasteros (en caso de que estos se separen en las operaciones). Lo más destacable de estos es que se han incrementado en más de 50.000 en tan solo una década.
La visión de la vivienda en España ha cambiado y mientras los fondos, grandes compañías y algún que otro privilegiado de familia buena se hacen con todas, unos pocos sueñan con invertir en vivienda. La gran mayoría sufre para pagar el alquiler mensualmente o soporta subidas de la hipoteca que pudieron contratar haciendo malabares. “Cosa indispensable para el sostenimiento de la vida de las personas” es como define la RAE un bien de primera necesidad. La definición de bien de mercado ya la sufren en sus carnes la mayoría de inquilinos de España.