Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) ha ganado el Premio Planeta con la novela Victoria. Sin embargo, el título con el que presentó su obra al certamen era Buenas noches y buena suerte, que corresponde al célebre eslogan con el que el periodista estadounidense Edward R. Murrow, conocido también como Ed Murrow, pasó a la historia durante los comienzos de la Guerra Fría.

«No es una novela de periodistas», ha advertido la autora al recoger el galardón, dotado con un millón de euros, pero «muestra la importancia del periodismo como depositario de uno de los derechos fundamentales de una sociedad civilizada: el derecho a la información veraz y contrastada«. El objetivo sería «evitar que se cumpla otra frase de Murrow: ‘Un país de ovejas engendra un país de lobos’«, según ha dicho Sánchez-Garnica, que ha consagrado toda su obra literaria a la novela histórica.

El título original de la obra da buena cuenta del argumento, que sigue a una reconocida locutora de radio en Estados Unidos. Y es que la legendaria frase —»Buenas noches y buena suerte»— quedó inmortalizada en el imaginario occidental gracias a Murrow. Locutor de noticias en la cadena CBS para radio y televisión, siempre será recordado por su audacia para enfrentarse a las prácticas fulleras del senador McCarthy, que al término de la II Guerra Mundial llevó a cabo una persecución de supuestos comunistas bajo el paraguas del Comité de Actividades Antiamericanas.

Es preciso recordar que estamos en los inicios de los años 50, cuando la televisión empieza a hacerse un hueco entre la radio y la prensa escrita. Cuando en el periodismo la limpieza era innegociable y el desafío al poder una constante diaria. Ed Murrow había alcanzado una extraordinaria popularidad con sus reportajes de guerra, pero ahora encaraba el duelo profesional más importante de su vida. No solo se enfrentaba al Estado, sino a la presión en su propio medio, a los publicistas que amenazaban con retirar su financiación…

El arbitrario proceso de McCarthy, a menudo sostenido en acusaciones sin pruebas, recibió el nombre de «caza de brujas» por parte de sus opositores. Los más incisivos fueron Murrow y Fred Friendly, productor del programa See it now, de la CBS, que a través de varios reportajes pusieron en evidencia la falta de garantías jurídicas del Comité a la hora de señalar a los presuntos enemigos de Estados Unidos. Por ejemplo, cuando se destituyó a un miembro del Ejército porque su padre y su hermana simpatizaban, supuestamente, con el comunismo. La presunción de inocencia, se entiende, brillaba por su ausencia.

En 2005 George Clooney llevó a la pantalla la cruzada de Murrow y Friendly contra el macartismo. El ilustre actor de Hollywood no solo dirigió y escribió la película —en el guion también participó Grant Heslov—, sino que se puso en la piel de Friendly, el productor del programa. David Strathairn, por su parte, recibió el premio al mejor actor en el Festival de Venecia por encarnar a Ed Murrow. Aclamada por la crítica y nominada a 6 Oscar, 4 Globos de Oro y 6 Bafta, el tercer filme de Clooney llevaba por título Buenas noches y buena suerte

Lo que quizás no todos sepan es que la dichosa frase no brotó de la imaginación de los responsables del programa que sacó los colores al senador McCarthy, sino que proviene de unos años atrás. En 1940, cuando Europa era un mar de sangre, la Alemania nazi llevó a cabo una campaña de bombardeos sobre las ciudades británicas que recibió el nombre de Blitz. El objetivo de la aviación alemana fue aterrorizar a la población civil. Entre septiembre y noviembre de 1940, Londres sufrió un terrible asedio.

Isabel II de Inglaterra en la II Guerra Mundial

Los ciudadanos, al concluir las conversaciones en aquellos días interminables, se despedían con esta frase: «Buenas noches y buena suerte». Incluso la pronunciaría la reina Isabel II de Inglaterra, cuando aún le faltaba más de una década para asumir el trono, en una transmisión radiofónica. En pleno bombardeo, se encontraba refugiada en el castillo de Windsor junto a su hermana, la princesa Margarita, mientras sus padres permanecían en Londres.

«Cuando llegue la paz, recuerden que será para nosotros, los niños de hoy, [la tarea de] hacer del mundo de mañana un lugar mejor y más feliz. Mi hermana está a mi lado y ambas vamos a darles las buenas noches. Vamos, Margaret. Buenas noches, niños. Buenas noches y buena suerte a todos», dijo la princesa en la noche del 13 de octubre de 1940.

Murrow se encumbró, recordamos, con la cobertura de la II Guerra Mundial. Uno de aquellos días en los que Londres estaba siendo azotada por los nazis, el periodista despidió la emisión con la frase que había pronunciado la futura reina. Desde entonces, la mantuvo para el final de su programa. «Buenas noches y buena suerte».

Editorial de Edward R. Murrow sobre el senador McCarthy (1954)

Nadie familiarizado con la historia de este país puede negar que los comités del Congreso son útiles. Es necesario investigar antes de legislar, pero la línea entre investigar y perseguir es muy fina y el senador junior de Wisconsin la ha pasado repetidas veces. Su principal logro ha sido confundir a la opinión pública, entre las amenazas internas y externas del comunismo. No debemos confundir el disentimiento con la deslealtad. Debemos recordar siempre que la acusación no es prueba y que la condena depende de la evidencia y el debido proceso legal. No caminaremos con miedo, el uno del otro. No seremos empujados por el miedo a una era de sinrazón, si profundizamos en nuestra historia y nuestra doctrina, y recordamos que no somos descendientes de hombres temerosos, no de hombres que temían escribir, hablar, asociarse y relacionarse. defender causas que, por el momento, eran impopulares.

Este no es el momento para que los hombres que se oponen a los métodos del senador McCarthy guarden silencio, o para quienes los aprueban. Podemos negar nuestra herencia y nuestra historia, pero no podemos eludir la responsabilidad por el resultado. No hay forma de que un ciudadano de una república renuncie a sus responsabilidades. Como nación, hemos recibido nuestra plena herencia a una tierna edad. Nos proclamamos, como de hecho lo somos, los defensores de la libertad, dondequiera que siga existiendo en el mundo, pero no podemos defender la libertad en el exterior abandonándola en casa.

Las acciones del senador subalterno de Wisconsin han provocado alarma y consternación entre nuestros aliados en el extranjero y han proporcionado un consuelo considerable a nuestros enemigos. ¿Y de quién es la culpa? No realmente suyo. Él no creó esta situación de miedo; simplemente lo explotó, y con bastante éxito. Cassius tenía razón. «La culpa, querido Brutus, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».

Buenas noches y buena suerte.

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