Aprieta los ojos con fuerza y mueve la cabeza de lado a lado negando con rotundidad: «Es que no. Terror. Yo no sabía cómo hacerlo», expresa. «Es que van niños de 18 años, incluso menores, de la edad de mi hijo…». Llegó a Badajoz desde su país en marzo de 2022. Tenía una vida acomodada, «con muy buen sueldo», pero tras la pandemia la empresa en la que trabajaba empezó a recortar hasta que sus ingresos cayeron tanto que tuvo que vender su coche y su casa: «Me vi ahorcada», dice. Su situación económica, unida a la inseguridad del país, crearon un contexto de vulnerabilidad que la obligó a buscarse la vida fuera.

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