China ha dispuesto su teatrillo bélico en Taiwán para desincentivar sus presuntas inclinaciones independentistas. Es la segunda representación que soporta su presidente, Lai Ching-te, tras seis meses en el cargo. Con la primera pretendía China que el recién investido atemperara su discurso. No funcionó entonces ni lo hará ahora y, por el camino, China boicotea las expectativas electorales de su partido más afín en la isla y da combustible a los que la presentan como una amenaza a la paz sin haber pegado un tiro en una guerra en medio siglo. A China parece que le diseña la estrategia sus enemigos.

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