Retrato de Cristóbal Colón. / EFE

Las nuevas informaciones que el documental ‘Colón ADN. Su verdadero origen’, de RTVE, ha puesto sobre la mesa tras su difusión anoche dejan dos cosas incuestionablemente claras: que la procedencia del descubridor de América continúa apasionando a miles y miles de personas 550 años después y que, por mucha sorpresa que pueda causar al lector, éste no era de Madrid. Al parecer, según apuntan en este elaborado trabajo, el navegante procedía de una familia de judíos conversos que se dedicaba a la confección de la seda en la entonces incuestionable potencia económica y cultural que era la ciudad de València. La ocultación deliberada estaba plenamente justificada: la muerte, en forma de Inquisición, arramblaba sin compasión ante cualquier atisbo de ‘suciedad’ moral, religiosa o étnica. El compañero José Luis Garcia Nieves contaba hace pocas semanas en este periódico como el Santo Tribunal mandó a la hoguera a toda la familia del filósofo y pensador Joan Lluis Vives. Era 1534 y en un espectáculo público quemaron, por ‘prácticas judaizantes’, al padre, la abuela y otros familiares del humanista valenciano, que se había exiliado para evitar, precisamente, este horror. El trauma de quien fue masacrado o tuvo que ocultarse bajo una religión, ideología e identidad falsas para poder, simplemente, vivir, no es poca cosa. Y hasta nace nada, todavía lo sufría gran parte de la población, bajo la amenaza del paredón.

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