Sepan que no sólo las religiones tienen monjes sino que pueden darse en casi cualquier disciplina. El doctor Diego González Rivas es un caso bien extremo en esta suerte de sacerdocio que para él es la cirugía torácica. A los 36 años creó una técnica quirúrgica con la que evita abrir en canal a los enfermos y vencer sus costillas con la acción de un gato hidráulico: armado de su instrumental personal, a través de una sola incisión de 3 centímetros extrae los tumores y patologías más mortíferos sin miedo a causar daños colaterales derivados del brutal impacto que supone la cirugía abierta.
Enseña altruistamente su técnica por todo el mundo (Uniportal VATS suma ya varios miles de discípulos), ha operado en 136 países a razón de unas 1.000 cirugías anuales. Su pasión por la aventura le nació siendo niño (A Coruña, agosto de 1974), haciendo estallar artilugios pirotécnicos por los aires; de ahí paso al vértigo de las olas y hoy su pasión se centra en el quirófano. Su último reto ha sido crear una fundación que lleva su nombre y con la que recorre el continente africano a bordo de un quirófano móvil, un camión con el que va regalando vida la sabana adelante. Tiene el cirujano tantas habitaciones como hoteles ocupa a lo largo del año y del planeta; es decir, una media de habitación nueva cada dos días. Hoy lo encuentro en Barcelona, frente al hospital Bellvitge, a donde ha venido para operar a tumba abierta e impartir una masterclass a 20 cirujanos torácicos catalanes.
¿Cómo se extrae un pulmón entero por una incisión de 3 centímetros?
Hoy lo hemos hecho, en una cirugía muy complicada que supone la primera de estas características realizada en la historia de la medicina: extrajimos el pulmón entero, con un tumor pegado a la carina, y reconstruimos la traquea a través de un robot con técnica uniportal. Ha sido espectacular. Bueno, en estos casos me veo obligado a abrir un poco más.
¿Unos 15 centímetros, aproximadamente?
No, no, no, nunca más de 4 centímetros; pero necesito más espacio para traccionar bien el pulmón.
Doctor, ¿la cirugía es siempre una aventura?
Siempre: es adrenalina pura. Sobre todo la nuestra, que es la más peligrosa de todas, porque intervenimos en una zona vital donde está el corazón y la arteria pulmonar, donde cualquier fallo es muy peligroso: el paciente se puede morir en la mesa. Trabajamos sin red, no pones al paciente en bomba (técnica extracorpórea), como hace la cirugía cardíaca; la nuestra es de alto riesgo. Si añadimos a esto que los casos que yo practico son los más complejos… el 80% son una aventura.
Una aventura que ha cautivado su vida, y a la que usted añade vértigo, velocidad, innovación, dificultad extrema… ¿Le gusta esto de caminar sobre el filo de la navaja?
Sí, necesito sentir que vivo y que mi profesión me atrapa; ahí me considero verdaderamente útil, porque marco una diferencia y sigo creciendo con la experiencia: como un escalador que no se conforma con el Everest sino que necesita escalar el Montblanc. Eso me hace feliz, por mí y por aportar una nueva vida al paciente. Afronto mis casos como retos en la vida, obstáculos que tengo que superar, y pongo toda mi energía en surfear esa dificultad. El caso de hoy había sido rechazado en otros hospitales.
¡La inmensa mayoría de sus casos han sido rechazados en todos los hospitales!, ¿y aún le sorprende?
Sí, porque era un caso quirúrgico, pero técnicamente muy difícil; la paciente estaba en una situación paliativa, y salió muy bien: le hemos dado vida a una persona.
¿Recuerda la obra de Henry Marsh, Ante todo no hagas daño, donde el neurocirujano cuenta sus fracasos en la mesa de operaciones? ¿Cuántas muertes ha tenido que asumir en su carrera?
Muy pocas, y siempre por problemas postoperatorios ajenos a mí: ninguno que yo recuerde por una mala praxis o un error mío.
Ahora se ha embarcado en periplos con una unidad móvil por el continente africano. ¿Cómo le miran cuando llega a esos lugares remotos a bordo de un camión quirófano?
Con felicidad, claro, y esto es muy gratificante. La unidad ahora está en Ghana, fue complejísimo llevarla hasta allí y de ahí seguiremos recorriendo el continente. Con esa idea creamos la fundación, para poder ofrecer en países en vías de desarrollo las mismas condiciones quirúrgicas que en el primer mundo. He operado en 34 países de África con técnica mínimamente invasiva, e imagínate lo que me encuentro en los hospitales, la dificultad para conseguir el material, el equipo médico, que no se me vaya la luz durante la operación… Y para evitar todo esto creamos la Fundación Diego González Rivas, cuyo primer objetivo ha sido conseguir esta unidad móvil dotada de la más alta tecnología (creada por Arpa, es única en el mundo) y donde puedo contar con mi propio equipo. Es un quirófano incluso superior a los de muchos hospitales, es como estar en la Clínica Mayo (EE.UU.), por poner un ejemplo.
¿Cuánto tiempo proyecta dedicarle a esta actividad altruista cuando además trabaja regularmente en el mayor centro pulmonar del mundo, el Shanghai Pulmonary, e imparte cursos y opera por todo el planeta?
Mi objetivo es llevar a cabo unas dos o tres misiones al año y que otros colegas expertos también puedan utilizar la unidad para llevar a cabo sus intervenciones; cirujanos formados conmigo en Uniportal VATS y ahora, en Uniportal RATS, una modalidad que puse en marcha en 2021 utilizando un robot en lugar de la técnica de vídeo y que se adapta mejor a determinados casos.
Ha creado una fundación con el fin de poder gestionar las ayudas a su labor solidaria. ¿Quiénes son sus principales donantes?
Hay muchas empresas que han participado en la financiación de la unidad móvil, pero la mayoría son gigantes que prefieren mantenerse en el anonimato.
Doctor, ¿la ciencia debiéramos financiarla entre todos o sería más una cuestión de las administraciones públicas?
Es una pregunta compleja, te respondo en lo que concierne a la medicina: hay dos tipos de medicina diferenciables, pública y privada, y hay que defender a ambas porque cada una tiene su función, han de saber convivir porque la una sin la otra, cojea. Pero la pública, que es fabulosa porque permite que nadie se muera por no poder pagar su curación, se ha ido viciando, fundamentalmente por la falta de incentivos y porque está mal pagada. A la vez, quien pueda costearlo tiene el derecho de recurrir a la privada y evitar esperas, elegir a sus médicos y ganar la calidad de vida que pierdes si para una resonancia de rodilla tienes una lista de 6 meses: para eso están los seguros. La privada ayuda a la pública a aliviar estas esperas.
¿El Estado apoya sus investigaciones?
Hace tiempo que no estoy en el sistema público español, porque no me permite enseñar la técnica por todo el mundo y ese es mi primordial deseo: hacer universal lo que he creado, me siento obligado. Pero en cambio sí tengo contratos con la sanidad pública en Alemania, China, Kuwait, Bosnia o Rumanía, en unas condiciones ideales. En España muchos profesionales no se sienten respaldados, sobre todo en el plano económico, creo que es algo que debiera negociarse, pero no es mi caso.
Broncano le hizo la pregunta incómoda de rigor y por su respuesta entendí que cobra una ínfima proporción de las operaciones que realiza: ¡más de 1.000 intervenciones quirúrgicas al año! Pero ¿las que sí cobra le dan para vivir bien?
Sí cobro un buen sueldo de la medicina privada y de la pública en los países que he mencionado, lo que me permite viajar y operar sin remuneración a otras personas que lo necesitan y no puede pagar, y eso ahora lo canalizo a través de la fundación. Es decir, no me mueve el dinero, ¿entiendes?
Pero ¿vive usted bien o es una especie de monje encerrado entre quirófanos y aviones?
Yo disfruto con lo que hago, opero un fin de semana a 10 pacientes y estoy feliz: es un reto continuo, una aventura permanente que no me permite aburrirme.
¿Tiene tiempo para disfrutar de otras cosas, con esa vida que lleva?
Claro que sí. Opero en Tanzania y subo el Kilimanjaro, o voy a Nigeria o a Mozambique a dar una masterclass y hago surf. Intento si puedo disfrutar algo de los lugares a los que voy: si opero en Uzbequistán, por ejemplo, visito Samarkanda, y en ese plan.
Doctor, aún recuerdo aquella frase de su biografía: “O te opera Diego o no te opera nadie”. ¿Cuántas vidas consigue salvar al año por término medio o acaso nunca las ha contado?
No es lo mismo extirpar un tumor que salvar una vida. Salvo una vida cuando le extraigo a una niña una llave alojada en un pulmón, lo que ocurrió hace poco en Congo; o si intervengo a un paciente en China que se ha clavado un punzón, o en Gaza cuando me pidieron que extirpara una bala a un chico joven… Ahí, o actúas o el paciente se muere de modo inminente. Lo otro yo lo llamaría prolongar vidas; le das vida a una persona no sabes por cuánto tiempo, pero nunca estás 100% seguro de si con un tratamiento hubiera ido aguantando.
Suma ya miles de discípulos en el mundo de su Uniportal VATS…
Sólo en Shanghái he formado a más de 1.000 cirujanos, en China es la técnica más popular; y he operado y enseñado a colegas en 136 países.
… y aún así, nunca se le ve cansado: ¿de qué material está hecho su sistema nervioso?
Me mueve la pasión y la adrenalina me mantiene activo.
Dicen que la adrenalina no es nada sana.
Tampoco mi vida lo es: el viaje constante, los cambios horarios, las comidas de avión… Pero yo trato de contrarrestar haciéndola más saludable: no fumo ni bebo alcohol, intento comer lo mejor posible y practico todo el deporte que puedo. Pero cuando uno es feliz haciendo algo, no siente que sea algo duro. De hecho, en los últimos dos años no me he puesto enfermo ni una sola vez, creo que me he inmunizado por tantos virus con los que estoy en contacto; tenía muchos más achaques cuando vivía estable en A Coruña. Algo en mi interior me dice: coges un vuelo de 12 horas a Shanghái, no te puedes poner enfermo, mañana tienes 8 operaciones, y mi organismo reacciona. Lo mío es un estrés de felicidad, muy distinto del que sufre el que no llega a fin de mes, o el que está padeciendo una enfermedad dolorosa o el que tiene un hijo drogadicto. Ojalá nada me quite las ganas.
Si le sucede, a lo mejor podría tener una pareja, algo que no consigue…
No puedo tener pareja con la vida que llevo, sería muy infeliz. Intento no enamorarme de nadie, ni doy pie para ello, porque frenaría mi proyecto de vida. Me encanta tener pleno control de mi mente y que nada modifique mi forma de ser, y el amor me haría cometer errores: comete más errores una persona enamorada que un borracho.
¡Vaya aserto, doctor! Inventó esta técnica quirúrgica revolucionaria con 36 años, publicó sus memorias al filo de la cuarentena (Imposible es nada, ed. La esfera de los libros) y ¿qué más gestas le quedan por delante? ¿Qué está tramando?
Estamos desarrollando en China un robot uniportal revolucionario, el Shurui, de tecnología absolutamente innovadora. A mediados del año que viene estará ya en Europa. Quiero que la unidad móvil llegue en sus misiones a toda África, y seguir disfrutando… Ah, y estoy aprendiendo a escribir: voy a publicar un libro en primera persona sobre algunas aventuras que nunca he contado.