El presidente, su Gobierno y Ferraz tratan de balizar el caso Ábalos. Taponar todas las vías de agua posibles. El escudo que les protege, creen, es la respuesta fulminante que se dio en febrero, cuando estalló la investigación judicial que cercaba a Koldo García, cuando se decidió exigir al exministro José Luis Ábalos su acta y se le suspendió de militancia en cuanto él decidió atrincherarse en el escaño. Y esa fue la línea argumental que también siguió este sábado Pedro Sánchez, sin dar más detalles de por qué en 2021 dejó caer a quien era su absoluta mano derecha en el Gobierno y en el partido.
El caso Ábalos era, sin duda, uno de los temas centrales que coparon la recepción ofrecida por los Reyes en el Palacio Real de Madrid con motivo del 12 de Octubre. Tanto para el Gobierno como para el PP. Sánchez volvió a hablar de ello, 24 horas después de que lo hiciera desde Roma y tras ser recibido en audiencia por el papa Francisco, pero puso cuidado en no salirse de sus primeras palabras.
El jefe del Ejecutivo manifestó no sentirse preocupado por las vueltas que dé el caso ahora que se acerca la imputación del extitular de Transportes y exsecretario de Organización del PSOE, no se confesó intranquilo por nuevas informaciones que puedan comprometerlo. Insistió, en conversación informal con los periodistas, en que no hay que olvidar cuál ha sido la respuesta de su partido. «Tardamos cinco días en pedirle el acta [desde que estalló el caso Koldo]. Actuamos con contundencia, prontitud y absoluta transparencia», esgrimió.
Sánchez explicó que su responsabilidad como presidente es, primero, «colaborar con la Justicia», dos, como secretario general del PSOE, «demandarle el acta y proceder a su expulsión en el partido», y tres, «defender la acción del Gobierno, que está haciendo mucho por el país».
Para el líder socialista, la clave, cuando saltan casos de corrupción, es cómo unos y otros partidos actúan. Antes, dijo, refiriéndose al PP, «se escondían» los escándalos y no se asumían responsabilidades, mientras que con él al frente del PSOE y del Gobierno, ha aplicado esas tres máximas, «contundencia, colaboración con la Justicia y transparencia». Por eso aseguró sorprenderse al ver cómo Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal ejercen de «Torquemadas de la corrupción». Le piden la dimisión, le señalan con el dedo, se quejó, cuando quien ha respondido de manera tajante ante la corrupción ha sido él, y no el PP.
El presidente de los populares no va a soltar la presa. A pocos metros, decía a los informadores que Sánchez tenía que haber concedido una rueda de prensa sin límite de preguntas para dar explicaciones sobre el caso Ábalos. Después de la recepción, Génova informó de que Feijóo había convocado a su comité de dirección para este domingo para valorar posibles respuestas a las novedades sobre la investigación judicial. Sánchez no se siente presionado. «Llevan pidiendo mi dimisión desde que formé Gobierno. La noticia sería que no la pidieran».
No dio más pistas de por qué, en julio de 2021, decidió cesar a Ábalos como ministro de Transportes y forzó su dimisión como jefe del aparato del PSOE. Volvió a contar que tras la pandemia, entendió que el Gobierno necesitaba un «revulsivo», un cambio en profundidad de su Gabinete para «acompasarse» al momento político. El impacto personal que le está provocando el caso se lo guarda para él —»cuando estás en estas responsabilidades, lo personal me lo quedo para mí»—, pero «lo importante es demostrar con hechos que actúas para que la ciudadanía no pierda la confianza en las instituciones».
Sánchez no quiso, pues, reconocer si se siente traicionado por el que fuera su número dos. Miembros de su Gobierno, no obstante, sí apuntaban que la sensación es de engaño. «Se siente decepcionado», indicaban. Si el presidente cesó a Ábalos en 2021, explicaban, se debió más a que tenía conocimiento de su «vida disoluta», no, «por supuesto», porque supiera que pudiera formar parte de una presunta trama delictiva participada por su asesor, Koldo García, y el empresario Víctor de Aldama. En aquel tiempo, añadía un ministro, era imposible saber cuestiones «tan íntimas» como que Ábalos dejó que la supuesta red corrupta pagara a su amante, Jessica, un piso de lujo en la madrileña plaza de España, a razón de 2.700 euros el mes de alquiler, casi 90.000 euros en total. O que la trama comprara un chalé en La Línea de la Concepción (Cádiz).