Ha cumplido 17 años y tenía 12 cuando en una exposición en New York sobre el cambio climático se dio cuenta de que los plásticos podían causar la muerte de los océanos. Se ha educado delante del mar y en su familia, madre catalana, padre americano y un hermano menor. Piensa que no hay edad para cambiar el mundo y que en la educación está la clave. En su libro ‘Sí es cosa tuya’ (Ediciones B), cuenta cómo en un delfinario, con tan solo cuatro años, descubrió la cruda realidad que hay detrás del cautiverio. Su activismo es real y en su futuro está el formarse para seguir en ello.
¿Cómo surgió tu activismo?
Estaba dentro de mí, y en casa todos éramos conscientes de que había que poner remedio. Desde bien pequeña, al ver que algo no está bien, me rebelo. Cuando supe que los plásticos podían causar la muerte de los océanos no me entraba en la cabeza.
Y has fabricado una máquina para recoger plásticos nadando.
Necesitaba algo que fuera una especie de colador que filtrara el agua y quedaran los deshechos recogidos. Empecé con botellas de plástico y después pensé que mis medias de ballet seguramente también filtraban, junté todo y bauticé el invento como Jelly Cleaner. Se ata a la muñeca o a la pierna mientras nadas, o si vas en kayak la atas con una cuerda como una red de arrastre. La primera vez estuve media hora en el mar buscando plásticos, y ya en la orilla tenía deshechos. Si en tan poco rato conseguía eso, ¿qué se podría recoger en horas?
¿Has pensado en comercializarlo?
De momento estoy maquinando para que sea cien por cien sostenible de modo que todo el mundo la pueda construir. A nivel industrial es difícil, por los materiales, no todos entran en el criterio. Mi familia también la usa y la enseño en las escuelas, voy a dar ponencias y talleres para concienciar a los niños del problema que tenemos.
¿Cuál es exactamente ese problema?
La situación de emergencia climática, las catástrofes naturales que se están dando por el cambio, en España concretamente la sequía. No se puede negar el desastre, en el Tercer Mundo es donde más lo sufren. Mucha película distópica, mucho hablar, pero pocas soluciones y demasiados intereses políticos y económicos.
La Humanidad ha pasado por diversos cambios climáticos. ¿Por qué este es más alarmante?
Porque llega provocado por el ser humano, no por fenómenos naturales. O sea que lo ha de revertir el ser humano. Pero somos autodestructivos, muy inteligentes, sí, pero usamos los recursos para industrias como la minería y el petróleo y es la ciencia la que los necesita. Hay que cambiar el paradigma, sentarnos con quien tiene el poder de cambiar las leyes para mejorar la situación, lo que está pasando.
¿Iría todo mejor si se escuchara a la juventud, excepto a los del botellón?
Claro, tenemos el pulso real de lo que está pasando y nos jugamos el futuro. Los que amamos el planeta damos las gracias cada día y sabemos que si destruimos la Naturaleza, nos autodestruimos. Los del botellón son el lado triste.
El activismo ¿es incómodo?
Me he sentido muy sola con mi entorno social. No he sufrido ‘bullying’ pero no compartía valores con mis compañeros, y hay que entender que todos podemos poner nuestro grano de arena. Se trata de pequeñas cosas, dejar de consumir plástico de un solo uso, por ejemplo.
Es muy visible tu lucha contra los delfinarios.
Porque esos lugares se basan en tres pretextos: ciencia, conservación y educación. Eso no se aguanta. ¿Ciencia? ¿Cómo estudias un animal si no es en su medio? ¿Conservación? Pero si no están en fase de extinción, aunque, así lo conseguirán. En cuanto a educación, ¿qué hay de educativo en mostrar a un animal encarcelado haciendo cosas antinaturales?
Actualmente encabezas la campaña ‘No es País para Delfines’.
Sí, pido el cierre de los delfinarios y tengo más de 170.00- firmas para presionar al gobierno. Ya he llegado al Senado y he conseguido que haya una propuesta de ley para finalizar con el cautiverio de delfines.
¿Por qué el empeño en mantener abiertos esos lugares?
Es un negocio millonario, España es el país con más delfinarios en Europa y el sexto en el mundo. Cada delfín se captura de modo ilegal, y tiene un precio alto para llegar al delfinario. Ahí hay un lobi impresionante.
Si se justifican los delfinarios ¿qué opinas, entonces, que la fiesta taurina se clasifique como arte?
Desde luego no es arte. Lo llaman tradición, pero en el siglo XXI hay que evolucionar, no hace falta seguir haciéndolo, como tampoco la matanza de delfines en Dinamarca. Todo esto muestra a un ser humano del que no entiendo el significado de humano. Criar para matar, como se hace con el toro bravo, es antinatural, empecemos a dejar de criar por ocio y negocio.
Como activista, ¿tienes un referente?
Sylvia Alice Earle, la dama de los océanos. La conocí hace poco en Atenas y no tengo palabras, lloré de emoción, con casi 90 años sigue viajando por el mundo luchando por los océanos. Llegué a ella a través de Max Bello, un mentor que me ha ayudado mucho.
Entiendo que tu familia te apoya.
Siempre me ha apoyado, ellos son mis fans número uno, mis padres y mi hermano Max, desde que les destruí la cocina para diseñar mi máquina de recoger plásticos. También en momentos duros como cuando trasladaron los delfines del zoo de Barcelona al de Atenas, eso fue una enorme derrota, y siguen ahí.
¿Cómo ves tu futuro?
Ahora mismo estoy aplicando para la Universidad de Ediumburgo y en la de Saint Andrews para estudiar Geología marina y Filmografía. Cruzo los dedos para que me acepten, sino el plan B es la Universidad de Duke, en EEUU, pero en Escocia estaría más cerca de casa. Una vez formada, me gustaría fundar el primer santuario marino de España. Tengo hasta el nombre, SUA (Save Us All).
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