Hay hogares en los que las peleas entre hermanos suben de tono y se convierten en disputas diarias y humillantes donde una parte domina y la otra es dominada. Madre, psicóloga, educadora infantil y autora del ensayo ‘Criar con apego seguro’ (Ariel), Laura Estremera recuerda a los padres y las madres que crear un buen clima de convivencia en casa está, en parte, en sus manos. Predicar con el ejemplo, no hacer comparaciones y enseñar a los hijos e hijas habilidades sociales para solucionar conflictos son, en opinión de la divulgadora, un buen puñado de recetas para evitar que los roces fraternales (naturales y frecuentes) se conviertan en una pesadilla.

¿Qué línea roja no deberíamos pasar por alto en este tipo de conflictos? 

Una clara señal de alerta es ver que uno de los dos hermanos se siente dolido, no solo físicamente sino psicológicamente por las palabras que le dice el otro, que le ataca verbalmente. Hay que tener en cuenta que no siempre nos van a contar qué les pasa, así que hay que estar muy atento a su lenguaje no verbal. Como padres y madres, debemos proceder igual que si esas peleas se dieran en otro contexto que no sea nuestra casa. Si fuera en el parque, por ejemplo, no dudaríamos en intervenir de forma respetuosa, pero como estamos en casa, lo dejamos pasar. Nuestra forma de actuar debería ser el acompañamiento emocional, poniendo palabras a las emociones de ambos, no solo del niño dolido, también del que ha hecho daño. Imagínate que viene tu hijo y te dice que tu otro hijo le ha llamado tonto. Si tú te limitas a contestar “no le hagas caso” no estás teniendo una actitud correcta porque no estás atendiendo lo que tu hijo te está diciendo con sus palabras.

¿Es recomendable intervenir siempre? 

Depende de la edad y de la conflicto. De antemano, las niñas y los niños más pequeños no tienen el desarrollo cerebral para actuar por sí mismos en estos casos. No pueden regular sus emociones, están centrados en sus necesidades. Además, las habilidades sociales para resolver conflictos es algo que se aprende. ¿Qué pasa si los adultos no damos ejemplo? Con menores de cinco años hay que estar especialmente pendientes. Eso no significa que seamos jueces, somos acompañantes y les damos herramientas para que comprendan lo que sucedan en su entorno. Acompañamiento emocional y habilidades sociales son fundamentales para que, en el futuro, sepan autorregularse.

¿Hay alguna forma de prevenir estas disputas? 

El conflicto es natural en el ser humano, pero que no vaya a más depende, en parte, del rol de los adultos y el clima que generemos en nuestro hogar. Una manera de prevenir es no realizar comparaciones entre hermanos. Así solo enseñamos a competir y los celos aumentarán porque todos querrán ser el favorito y el que tenga más reconocimiento. Las comparaciones no ayudan al buen clima en el hogar. Como adultos, lo que deberíamos hacer es proponer un ambiente de cooperación. También es muy importante que tú te lleves bien con tu pareja. ¿Os respetáis? ¿Dais más importancia a las relaciones que a los objetos o las cosas? Otra idea para prevenir colisiones importantes es tratar a cada hijo como el individuo único que es y tener tiempo a solas con cada uno. Y otra reflexión que deberíamos hacer es pensar en si nuestras vivencias nos condicionan y hace que nos pongamos de parte de uno de tus dos hijos. Es decir, piensa si fomentas un trato desigual porque te identificas con uno de los dos.

¿A qué edad pueden comenzar este tipo de pugnas? 

Depende de cada familia, pero hay más dificultades cuando las edades de ambos niños o niñas son parecidas. Tengamos en cuenta que cuando son pequeñitos, hasta los dos años, no pueden expresar con palabras lo que sienten, así que lo hacen a través de la acción, golpean, muerden y empujan. A partir de los cuatro años pueden empezar a poner palabras a lo que sienten. Las madres y los padres tenemos que acompañarles y explicarles los límites, podemos decirles que hay otras maneras de expresarse. Pero siempre validando sus emociones.  

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