«Quieren quitarte la libertad de expresión, quieren quitarte el derecho a tener armas«, proclamaba Elon Musk desde el púlpito junto a Donald Trump ante miles de seguidores este fin de semana en Butler, Pensilvania, de vuelta a donde dispararon al expresidente en julio. «Y la segunda enmienda (el derecho a las armas) está ahí para garantizar que tengamos la primera enmienda (la libertad de expresión)», añadió Musk. Especialistas en Derecho Constitucional salieron de inmediato a explicar que, de hecho, el derecho a las armas no está para posibilitar un levantamiento violento ante supuestas ofensas a la libertad de expresión. Pero, además de inventar esa causalidad, Musk parte de otra falsedad: el Partido Demócrata no quiere prohibir las armas. No lo ha intentado Joe Biden y no lo hará Kamala Harris.
«Es tan improbable que sea revocada la segunda enmienda, que incluso para los detractores de las armas resulta totalmente irreal e ineficiente siquiera proponerlo», explica a EL PERIÓDICO Michael Ulrich, jurista de la Universidad de Boston especializado en salud pública y Derecho Constitucional. Las armas de fuego se cobraron 46.728 vidas en 2023, un 3% menos que el año anterior, pero aun así es el tercer año más sangriento jamás registrado en EEUU. Una media de más de 128 muertes diarias. Más de la mitad por suicidio, pero también homicidios entre los que destaca la violencia doméstica, y tiroteos masivos, al alza. El jefe del Servicio de Salud Pública de EEUU calificó este verano la violencia armada como una «crisis de salud pública«. Pero al contrario de lo que pueda parecer con un océano de por medio, existe un amplio consenso social en este país de 342 millones de personas y más de 500 millones de armas: el derecho a tener un arma de fuego no se toca.
Menos de la mitad de los estadounidenses creen que la violencia con armas de fuego es un problema grave. Y aunque hay diferencias según afiliación política, ambos lados del espectro se han relajado: los demócratas que consideran las armas un problema han pasado del 81% al 68% y los republicanos, del 38% al 27%. El único debate es sobre regular (o no) el acceso a ese derecho constitucional. Por ejemplo, con un chequeo sanitario del que pretende comprar un arma, limitando el calibre para armas ‘de uso civil’ o aumentando la edad mínima (para beber alcohol hay que tener 21 años pero con 18 se puede comprar un arma en muchos estados). Mientras tanto, el disparo mortal es una de las cinco principales causas de muerte y la primera para los menores de edad.
Tiroteos masivos y salud mental
Los tiroteos masivos aumentaron más del doble en la última década hasta los 40 incidentes con 656 muertos en 2023. «Los estadounidenses miran al Gobierno federal con cada tragedia, pero el control de armas es competencia de cada estado«, explica a este diario Diane Silver, profesora de salud pública de la Universidad de Nueva York que ha estudiado las regulaciones de los 50 estados a través de una década. Por ello, Silver enfatiza que los ciudadanos que deseen influir en ese aspecto deberían involucrarse más en la política de su estado en lugar de dejarse llevar por la polarización partidista que desvía la atención incorrectamente hacia la Casa Blanca.
Precisamente porque los tiroteos masivos son los que siembran más terror, es sobre los que más se especula. «La salud mental se utiliza como excusa para justificar los homicidios, especialmente en tiroteos masivos», señala Ulrich. Los defensores de las armas tratan de evitar hablar sobre el control de armas señalando (a menudo, inventando) que el atacante sufría un trastorno psíquico, y estigmatizando a las personas que los sufren. «No hay datos ni pruebas que sugieran que las personas con algún tipo de enfermedad mental tengan más probabilidades de ser violentas. Al contrario: tienen más probabilidades de ser víctimas de la violencia», enfatiza Ulrich. Y, a menudo, son víctimas de sí mismas. De lo que sí hay evidencia es de que «las armas de fuego aumentan drásticamente la probabilidad de suicidio«, según el investigador.
Bulos y libertad
Otro de los grandes bulos sobre posesión de armas en EEUU es, según Silver, «el argumento de algunos de los candidatos presidenciales sobre que las armas están entrando por la frontera con México», y señala que el 95% de los tiroteos que se producen en la ciudad de Nueva York son con armas compradas fuera de ese estado, que tiene una de las políticas más restrictivas. Llegan de estados del sur, gobernados por republicanos, donde es más fácil conseguirlas. «Pero la mayoría de las armas que se recuperan en estos tiroteos están fabricadas en este país», añade la investigadora, que ha trabajado con el consistorio neoyorquino.
Y lo que más preocupa de los bulos es su expansión en redes sociales como la que es propietario Elon Musk. «No me preocupa sus opiniones, sino cómo pueda ocultar [en X] información factual y fomentar la desinformación. Es un arma muy peligrosa en unas elecciones de alta tensión como estas», concluye Ulrich.
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