Un momento de la intervención del arquitecto Alfonso Vegara en el congreso MedCity de Alicante. / PILAR CORTÉS
A lo largo de este año han tenido lugar en Alicante una serie de actos en los que de una manera directa o indirecta se ha tratado del futuro de nuestra ciudad. Destacan el MedCity, organizado por el Colegio de Arquitectos, y el que se celebró recientemente bajo el título Repensar la ciudad, convocado por Vectalia, Aguas de Alicante y el citado colegio profesional, dentro del marco de la Semana de la Movilidad. También han tenido lugar otros más específicos dedicados a proyectos concretos como la Sangueta y el Parque Central. No parece que ninguno de ellos haya correspondido a una estrategia de participación dirigida desde el Ayuntamiento, aunque algunos de estos actos se convocaron para justificar la preceptiva participación pública que exige la legislación actual para proyectos y planes urbanos.
En este artículo se expone un breve resumen de algunos de los aspectos más relevantes en torno al devenir urbanístico de esta ciudad que se deducen de lo que se escuchó en esos encuentros.
En el MedCity, el alcalde de Alicante, investido de urbanista, participó exponiendo lo que serían las líneas básicas de un proyecto de ciudad fundadas en una serie de cualidades estructurales que desgranó con verdadero entusiasmo: inteligente, sostenible, interconectada, policéntrica, verde, de infraestructuras novedosas…, todas ellas reunidas bajo una marca: «Ciudad 4D». En la misma dirección se dirigió la intervención de un taciturno vicealcalde en el reciente encuentro Repensar la ciudad, que en pocos minutos repitió el mismo listado que había contado el alcalde unos meses antes.
La conclusión que se deriva de estas intervenciones es que el gobierno municipal de Alicante carece de un discurso propio y autónomo que tenga sentido, coherencia y rigor sobre el futuro de esta ciudad, tanto en su dimensión política, económica y social, como en la urbanística. Se trata de un discurso fragmentario y extraviado, plagado de lugares comunes en el que la ausencia de ideas es sustituida por palabras abstractas que no comprometen a nada.
En el discurso urbano que proviene de sectores profesionales y empresariales domina abrumadoramente el modelo de ciudad construido sobre tres palabras: «Inteligente», «Sostenible» y «Verde». El término «Inteligente», que se asocia a cualquier actuación o proyecto urbano, define la propuesta de una ciudad tecnocrática en la que cualquier problema debe de ser traducido a términos técnicos para ser resuelto por expertos. La palabra «Inteligente» está ligada a «Innovación» y «Tecnología», esta última es el término abstracto, sociológica y políticamente neutral, que está sustituyendo a la política democrática en la gestión de la ciudad: la razón tecnológica se ha hecho razón política.
La vinculación primigenia entre naturaleza, ética y política que dio lugar al concepto de «Sostenibilidad» ha quedado relegado a un concepto tecnocrático en el que destaca una idea que se extiende profusamente desde el sector empresarial: el «Crecimiento Verde». Se trata de una estrategia económica y política que permite seguir creciendo, al mismo tiempo que se sigue dominando y explotando a la naturaleza, pero reduciendo las emisiones de efecto invernadero mediante aplicaciones tecnológicas. Es muy revelador que los defensores de esta alternativa callen ante el desmantelamiento de las políticas ambientales de la Generalitat Valenciana como el anunciado cierre de la Agencia Valenciana de Cambio Climático, entre otros desmanes ambientales. Sin embargo, la intervención del arquitecto-paisajista Enric Batlle aportó propuestas muy atractivas donde la naturaleza tiene un papel activo en la ciudad y no de simple decorado como ocurre en Alicante.
La intervención del arquitecto Alfonso Vegara comenzó con una imagen proyectada a pantalla completa en la que sólo aparecía una sola palabra: «Superciudad», un título que produce inquietud, en la medida que transmite ideas e imágenes de desmesura, poder, fuerza, competencia… «Superciudad» es un término que remite a esa ciudad que aparece en el centro de relatos distópicos ligada tanto a la tecnología como a sistemas políticos totalitarios en la que todo lo humano está ausente. El título era coherente con la exposición posterior que hizo este arquitecto: una ciudad sin ciudadanos, solo habitada por innovadores, una ciudad que realza y confiere autoridad a determinados agentes sociales mientras invisibiliza a otros. La «Superciudad» no solo es la opuesta a una ciudad de los ciudadanos fundada en la escala humana, la cooperación, el control democrático, los cuidados y la ética cívica, sino que va contra ella.
Toda esta serie de encuentros a los que hemos asistido en Alicante durante los últimos meses con la ciudad como protagonista tienen en común la ausencia de la ciudad real, social y material; incluso se podría afirmar que lo que en esos actos se ha escuchado contribuye a ocultar esa realidad, desde su esencia, carácter, y sensibilidad, a sus debilidades y carencias, capacidades y esperanzas… que son precisamente los atributos y valores a partir de los que se construye el futuro de una ciudad, y los que deberían inspirar el discurso de un alcalde que verdaderamente la conoce y la ama.