SANTIAGO CID (Madrid). «Nací en Oviedo el 11 de diciembre de 1993. Estudié Periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca. En el verano de 2012 realicé mis primeras prácticas en la sección de Sociedad y Cultura de LA NUEVA ESPAÑA. Desde hace cuatro años soy coordinador de la sección de economía de Antena 3 Noticias. Doy clases sobre televisión y comunicación. Hace unos meses me concedieron el premio ‘Periodista Joven’».
El periodista ovetense Santiago Cid, adjunto a la jefa de economía en Antena 3 Noticias, siempre soñó con «trabajar en informativos y en la tele. Empecé como becario hace ya nueve años en el área de economía, después me quedé como redactor y desde 2020 soy uno de los coordinadores. Nos encargamos de buscar, proponer, poner en marcha y estar encima de cualquier tema relacionado con la economía, el consumo o, por ejemplo, la vivienda a las distintas ediciones de informativos de lunes a viernes. Debemos estar atentos a la veracidad de las noticias, de que se contrasten, buscar expertos que nos ayuden a explicar la actualidad. Y todo, de la manera más didáctica posible».
Fisguemos en su agenda: «Todos los días tenemos dos reuniones de escaleta con los directores y equipos de los dos informativos principales. Ahí proponemos temas y los directores deciden y eligen. Y una vez que tenemos los temas que finalmente van a ir, nos ponemos en marcha. Hablamos con las distintas delegaciones que tenemos por toda España para mover a los equipos, encargamos los temas a los redactores, los supervisamos, escribimos parte del ‘guion’ del informativo».
Es un trabajo «precioso, para el que es imprescindible trabajar en equipo; esa es una de las cosas que más me gusta. Por eso, lo comparo con los músicos de una orquesta. Cada músico debe ser muy bueno, debe hacer sonar con maestría su instrumento, pero nada como escucharlos todos a la vez. Ahí es cuando se produce la magia. Pasa lo mismo en un informativo. No somos nada sin nuestros compañeros. La mayoría no sale delante de la cámara».
Otra de las partes que más le gusta es «la sensación de estar siendo testigos privilegiados de la historia de nuestro tiempo. Tenemos la suerte de seguir de cerca, en primera fila, cada acontecimiento, desde los más pequeños pero significativos, hasta las grandes noticias de alcance. Nosotros no lo estamos viendo en la tele, tenemos la suerte de poder seguir su evolución de vivirlo de primera mano. Y lo mejor: podemos contarlo».
¿La parte menos gratificante? «Los que somos periodistas vivimos la profesión desde la vocación. Y eso te lleva, sin quererlo, a estar permanentemente pendiente de la actualidad. Si pasa algo, quiero ser el primero en enterarme. Defecto profesional. Me cuesta mucho ‘desconectar’, incluso en vacaciones. Vivimos pegados al móvil».
La «culpa» de su vocación la tienen «mis padres. Y eso que ninguno es periodista. En casa, el telediario era una cita obligada. Solo teníamos una tele, así que ese momento era algo muy familiar. Y no sé por qué, pero siempre me llamó mucho la atención el trabajo de los reporteros. Quería ser uno de ellos. Imagínate lo que me gustaba, que uno de mis juegos favoritos era presentar el telediario. De pequeño, me subía al hórreo de mis abuelos, en Sietes (Villaviciosa) y simulaba que estaba presentando un programa. En mi casa ponía a mi hermana a grabar y yo presentaba. Luego lo editaba y se lo enseñábamos a mis padres. Nos lo pasábamos bomba. Normal que ellos siempre pensaron que terminaría dedicándome a esto. Tengo casi todo eso archivado y guardado en CD».
Cuando decidió estudiar Periodismo tenía que irme de Asturias «sí o sí. Primero pensé en Madrid. Recuerdo que fui con mi padre para ver la Universidad y dónde podía vivir, y, sinceramente, la ciudad me quedaba grande. Viniendo de Oviedo, todo me parecía que estaba lejos y no me veía pasando dos horas al día subido el metro. Así que terminé en Salamanca, en la Universidad Pontificia. Una ciudad maravillosa, que me hacía sentir en casa y en la que pasé los mejores años de mi vida. En tercero tuve la suerte de poder irme de intercambio a Canadá durante unos meses. Y claro: hasta los 18, yo había vivido en Oviedo y luego me había ido a estudiar a Salamanca. Dos ciudades pequeñitas y muy acogedoras que nada tienen que ver con Toronto, pero fue una excelente experiencia para la vida. Lo recomiendo. Ahora que vivo en Madrid, ya estoy muy adaptado, aunque Asturias y Galicia forman parte de mis necesarios tiempos de paz, de desconexión, para respirar, despejar, cargar baterías».
Recuerda un viaje profesional a Murcia. Era 2019, y «hubo unas inundaciones tremendas. Estuvimos en Los Alcázares. Entrevistamos a familias que lo habían perdido todo. Gente muy humilde. Fue una cobertura muy dura, de la que aprendí muchísimo. Había que tener mucha empatía y sensibilidad. Otra de las coberturas que más me ha marcado fue también en ese año. La dirección me envió a Barcelona, junto a más compañeros, para cubrir los disturbios en las calles tras la sentencia del procés. Llevábamos casco y chaleco de ‘prensa’. Fueron días muy difíciles, pero es donde más se aprende.
Consejo a quienes deseen seguir sus planos: «Que vayan a por ello, con pasión e ilusión. Que se propongan retos. Siempre siendo realistas y pisando tierra, pero soñando alto. Incluso cuando desde el principio haya personas que te digan ‘mejor haz otra cosa’. Los sueños se trabajan y se luchan. Como en cualquier profesión, hay que ser constante, dedicar tiempo a formarse y estar dispuesto a aprender algo todos los días. Ah, y que sean buena gente y humildes».
Sus tíos, que son como sus segundos padres, tienen una casa en la zona de Vidiago: «Íbamos allí casi todos los fines de semana. Recuerdo los días de lluvia, metidos en casa y el olor a chimenea. La playa, una de las más bonitas del mundo, y los paseos por la senda que va a los Bufones. Me escapo allí siempre que puedo. Me encanta sentarme cerquita de los acantilados y mirar al mar. Qué paz. El mar tiene una capacidad sanadora difícil de explicar».
Cuando alguien viene de visitar unos días Asturias, «siempre me dice lo mismo: ‘¡Pero qué verde está todo!’ Y lo dicen sorprendidos. Si es que vivimos en un paraíso. Lo que pasa es que no era muy conocido de Madrid para abajo. Ahora muchos lo están descubriendo. Y quienes nos visitan, repiten. Lógico. ¿A quién no le apetece dormir con una mantina encima en pleno mes de agosto? A mí me encanta. Pero vamos, que sol también tenemos, aunque este año esté un poco escondido. Está claro que Asturias tiene que aprovechar el tirón del turismo, que además deja un importante impacto económico en nuestra región. Pero también tiene que ser una tierra de oportunidades, y quizás ahí es donde estamos un poco más atrás. Hay científicos, ingenieros, investigadores que se tienen que ir de aquí porque no hay un hueco para ellos. Y es una pena, porque hay asturianos con muchísimo talento viviendo fuera que serían felices trabajando aquí».
Referentes a los que llevar a un primer plano: «Mi familia, sin duda. Mi padre ha sido, hasta que se ha jubilado, profesor de FP en la Fundación Masaveu y mi madre es enfermera en Llanera. De ellos he aprendido lo importante que es la vocación y la entrega a los demás. A mi padre le siguen parando sus exalumnos por la calle para darle las gracias, y me consta que los pacientes de mi madre la quieren muchísimo. Son personas que dejan huella. Siempre me animaron a estudiar Periodismo, a pesar de que mucha gente me decía que era una profesión que no tenía salida. También son un referente mi hermana Cova, profesora, y mi prima Estela, profesora universitaria e investigadora. Personas apasionadas, muy ‘hormiguitas’, constantes y que han llegado a donde han llegado gracias a su esfuerzo».
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