Al aficionado medio del mundo del tenis seguramente tenga en su memoria el año 2004 como el que empezó a sonarle un nombre continuamente. Rafael Nadal. El mallorquín enamoró a España en la final de la Copa Davis disputada en Sevilla, cuando destrozó a un Andy Roddick que bailaba en lo más alto de la clasificación mundial. Sin embargo, antes de que Rafa esclosionara en La Cartuja, ya había dado síntomas de su genio en Gran Canaria dos años antes. Una Isla con la que mantuvo un hilo abierto a través de las estrellas grancanarias a lo largo de más de dos décadas.

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