Menuda sorpresa. A mí me cuentan que en Hollywood se celebran fiestas en las que se dan todos los excesos, legales e ilegales, y se me pone cara del gendarme Renault en Casablanca, cuando dice: «¡Qué escándalo! Aquí se juega». ¿Qué sentido tendría la existencia de Hollywood si no hubiera ahí drogas, sexo, prostitución, más otros delitos que obviaremos mencionar por poco glamurosos? Si acto seguido me cuentan que esas juergas tienen lugar también en los Hamptons, se me pone cara de Jay Gatsby, y hasta de Scott Fitzgerald, en el caso de que no sean lo mismo. Entonces, apartando de mi mente al amigo Renault, hago mías las palabras de Jay: «Me gustan las fiestas con mucha gente, son muy íntimas. En las fiestas con poca gente, la intimidad es nula».

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