Cuando se deshace el orden surgido el 1945, justo ahora que hace un siglo que Adolf Hitler había cumplido el paripé a rajatabla de renunciar oficialmente a la dirección del partido nacionalsocialista. Este quedaba en manos de Arthur Rosenberg. Rudolf Hess regresaba de Austria voluntariamente, vaya chollo, para compartir prisión con su querido Führer, prácticamente un hotel. Sería su secretario mientras el psicópata redactaba la bazofia Mi lucha. Parece que uno dictaba y el otro escribía. Eso de fingir la bohemia en un pintor frustrado se sabe como empieza, pero nunca como acaba. Su habitación era de lo más cómoda y bien soleada, los pajaritos acudían a su ventana, por la puerta otro tipo de fauna. Las favorables condiciones eran compartidas por los demás inculpados por el putsch de Baviera: Friedrich Weber, Hermann Kriebel y Emil Maurice. El encarcelamiento era «tan duro» que recibía numerosas entrevistas a la semana. Ese gran papel de algunos medios van de la promo al pogromo. Como muchos de ustedes saben, entre otras plumas, la reconocida voz internacionalmente del sr. Xammar, un testimonio histórico excepcional. Eugeni Xammar i Puigventós (Barcelona 1888- L’Ametlla del Vallès 1973), que según su amigo Pla no cultivaba mucho el trato social, pero llegaría a entrar en el despacho-celda del genocida. Militó en la Unió Catalanista de los Güell en los comienzos del pasado siglo. Vivió en Ginebra y lo que más valoraba eran sus entrecots de esas comilonas que le facilitaron conocer a mucha gente. De aquí a Berlin, «el català menys sentimental que he conegut a la meva vida» dejó escrito el genio de la boina. «Sentía per Rússia un fàstic permanent», para él, el comunismo era masoquismo de estado. En Berlín tuvo su papel en la embajada republicana. Con la guerra civil trató mucho con Pompeu Fabra y Amadeu Hurtado. Por influencia del poeta Carner también representó a la embajada española en París. En la Segunda Gran Guerra marchó a Nueva York. Su capacidad lingüística era considerable. Traductor del Banco Mundial y admirador de los EUA como era, al finalizar la contienda vuelve a Ginebra para ser funcionario de la OMS. No sabía escribir en catalán, pero el castellano lo dominaba perfectamente y hablaba francés, inglés y alemán. Aseguraba que en «Perpinyà el 1940 encara es podía comprar botifarra blanca i negra». Un detalle importante en el mismo contexto en el que sentenciaba que en la entrevista de Hendaya entre Franco y Hitler, el líder nazi le pidió la libertad de paso de las tropas alemanas por la península y Franco había dicho que no. «Si Hitler no va anar cap a l’Àfrica del Nord immediatament després d’arribar als Pirineus fou perquè Hitler era un dement…», sostenía que el desenlace hubiera sido otro.
Sí, en 1923 había entrevistado a Hitler que declaraba que «la cuestión judía era un cáncer que roe el organismo nacional germánico», igual estos días les suena la monserga hoy ya peligrosamente reciclada. La primera pregunta no la hizo Xammar, Hitler quiso saber si la imponente nariz del escritor catalán estaba relacionada con una posible ascendencia judía. El joven periodista lo calificó de «necio sin medida ni freno». Faltaban diez años para su llegada al poder. «Si queremos que Alemania viva, debemos eliminar a los judíos». Xammar insistió si pretendía matarlos a todos: «Sería la gran solución, evidentemente. La salvación de Alemania estaría garantizada. Pero no es posible. Lo he estudiado por todos lados y no es posible». Novísimas opciones electorales hoy siguen creciendo en intención de voto en ese país puede que lo sigan estudiando, fenómeno que de nuevo empieza a recorrer Europa.
Cuando se realizó esta entrevista no paraban de llegar regalos de admiradoras fervientes como Winifred Wagner, la nuera del compositor. Xammar, que era conservador de derechas, advirtió del peligro de ese loco. Salvando el paralelismo, y sin cuestionar la gravedad del desastre humanitario y de pérdida de tantas vidas inocentes que está provocando el desgobierno de Israel, convendría que la izquierda europea dejase esos regalos para otra ocasión pues las alegres soflamas de demagógicos contenidos en esta nueva realidad gatopardianamente lo cambian todo para no cambiar nada y nos igualan a los mulás iraníes con la madre Teresa de Calcuta sin rubor ni vergüenza alguna. En la línea demencial.