Mia Carol (Vic, 1967) se proclamó en mayo campeón de España en los 100km y poco más de dos meses después, su imagen sosteniendo a Elena Congost en brazos tras ganar el bronce en los Paralímpicos de París dio la vuelta al mundo. Unas inoportunas rampas del guía obligaron a la atleta con discapacidad visual a soltar unos segundos la cuerda para atenderle y eso les arrebató la medalla unas horas después. Desde entonces, no han dejado de luchar por lo que consideran una injusticia. Ahora, el caso está en manos de su letrado Jean-Louis Dupont y la justicia.
Ya han pasado un par de meses. ¿Cómo lo recuerda?
En el momento fue muy intenso. Pasamos en muy poco tiempo de celebrar una medalla a que nos lo quitaran todo. Por la mañana cruzábamos la meta y a las pocas horas ya estábamos atendiendo a los medios y buscando la forma de reparar la injusticia. Le llegó al corazón a mucha gente. Al principio ni nos lo creíamos, no tenía sentido.
¿Cómo le afectó lo ocurrido?
En ese momento me pasó de todo por la cabeza. Había muchas emociones por gestionar, no te da tiempo ni siquiera a plantearte de quién es la culpa o si lo hubieras hecho de otra forma… Yo no me sentí culpable porque sé que no hice nada mal. Además, estamos obviando que un maratón es un maratón. Incluso los profesionales a veces sufren y se retiran. La larga distancia te enseña eso, que siempre hay que seguir. Seas quien seas y tengas la experiencia que tengas puedes fallar. Y esa presión cuando encima no es por ti, es fuerte.
¿Actualmente cómo lo lleva?
Han pasado ya muchos días, y ahora, aunque Elena, sigue sin la medalla, intento ver el lado positivo de las cosas. Su caso ha tenido mucha atención mediática, y eso, si hubiera conseguido el oro, probablemente no hubiera ocurrido. Se habría quedado en un recorte de un artículo en un diario regional. En cambio, a día de hoy seguimos teniendo presencia mediática.
¿Y personalmente cómo le ha afectado?
Yo en el fondo siempre he tenido claro que lo hicimos bien, por eso la animé a luchar por ello. Fue un escándalo, no una trampa. Y aunque al principio fue duro, intenté que saliéramos lo antes posible de ahí. En el fondo, yo lo superé muy rápido, porque no había pasado nada grave. Estábamos los dos bien, fue algo inevitable.
¿Sintió presión?
Mucha, pero sobre todo antes de correr. Cuando haces algo por otra persona sientes incluso más presión que por ti mismo. Y más en este caso, que sabes que esta persona vive de esto, y que de ti depende que pueda conseguir una beca o que pueda seguir ganándose la vida. Una vez pasó todo, presión ninguna, son cosas que pueden pasar. Yo solo intenté que Elena lo superara lo antes posible y pudiera seguir luchando por lo que era suyo.
¿Cómo era su relación con Elena?
Nos habíamos visto en el club algunas veces, tenemos el mismo entrenador, Roger. En noviembre del año pasado, él me pidió si la podía ayudar a conseguir la marca mínima para los Juegos en el maratón de Sevilla. Había que correrla entre 3.05 y 3.11. Yo esa marca la paso más rápido cuando hago mis competiciones de 100km, así que a mí no me afectaba demasiado para seguir con mis objetivos de la temporada y acepté. Siempre he estado dispuesto a ayudar. Yo ni siquiera sabía que si el guía corría el maratón entero se llevaba la misma compensación que la atleta. Nunca lo hice por dinero.
¿Era su primera vez?
He hecho de liebre en el maratón de Barcelona muchas veces, no era algo complicado para mí. Se ha dicho que yo no aguanté el ritmo, pero es que no es verdad. Es una marca que a mí no me suponía una preparación específica. El problema fue que llevaba un mes y medio con la rodilla tocada antes de los Juegos. Y cuatro días antes me infiltré. Salió mal, y me pasó factura. Me dieron rampas a pocos metros de la meta. Mi trabajo lo hice bien, y sigo pensando igual. A mí no me eligieron por ser el más rápido, sino también por mi forma de ser y entender el deporte. Hay poca gente que se preste a ser guía. Es sacrificar tus objetivos por los de otra persona. Tú te desgastas igual corriendo para otro que para ti.
¿Y se ve para los Juegos de Los Ángeles?
A ver, mis primeras respuestas han sido que no creo que vaya. Con 57 años, en los Juegos de 2028 tendré 61, y aunque mi nivel competitivo es muy alto porque sigo corriendo y compitiendo con buenos resultados es inevitable que vaya a menos. Quizás se podría llegar a implementar una fórmula con dos guías que puedan turnarse las distancias. Ya se verá.