Andrés Trapiello (León, 1953) lleva treinta años escribiendo el mismo libro. O por lo menos pensándolo. Queriendo contar la historia de España, de aquella que siempre se narra desde los extremos, desde el centro o desde ningún lado, o quizás desde todos. Narrar como fue este país en su momento más complejo y hacerlo dándole voz a cada una de las partes y sobre todo a los que no estuvieron en ninguna de ellas.

Por eso ahora, considerando que la ficción es la mejor forma de hacernos entender la realidad, publica Me piden que regrese (Destino), la novela que cuenta lo que ocurrió después de su brillante crónica Madrid 1945 -donde narraba la muerte de unos falangistas a manos de un «grupo de guerrilleros»-, y en la que escoge a dos personajes de bandos opuestos pero completamente libres para contarnos cómo fueron aquellos años de posguerra en la capital «sin blanquear ni ennegrecer en franquismo». Algo en lo que hace especial hincapié.

«Entiendo que soy un autor marcado, no llegué ayer a este asunto. Mi nombre te sugiere algo, una sombra, y ese es el ambiente que vivimos en este país. No puede ser que haya gente que esté expidiendo certificados de penales de fachosfera o no fachosfera. En un país democrático y liberal, esto no puede ser. Por eso, veo que lo más importante es poner de acuerdo a la gente», asegura en el restaurante Lhardy de Madrid en la presentación de esta nueva novela.

«Está lloviendo, el día está gris y estamos en este sitio; parece de la novela sin duda», asegura al empezar a contar cómo ha querido acudir a los años 40 para narrar cómo era realmente la vida y aclara que aunque este libro comienza tras un suceso histórico, todo es ficción. «Cuando escribí Madrid, 1945, muchos compañeros me dijeron que eso era carne de novela pero yo decía que este asunto no se podía ficcionar porque era importante que la crónica fuera fidedigna: real y verdadera. Si yo cuento en el libro que el Partido Comunista pagaba 1.000 pesetas por muerto, quiero que se sepa que es verdad. Si digo que la policía contrataba a un boxeador profesional cuando ellos estaban cansados para dar palizas, que sepan que es verdad», añade.

«La ficción, lo más etéreo, es como un ancla. Ese punto que tiene la ficción de irrealidad es lo único que tenemos cierto. Y lo único consolador»

Por eso, está novela «toma el asunto donde terminaba la crónica y aquellos hechos quedan aquí únicamente como perfume». «Creo que los libros históricos son como una vasija rota y que cuando entra en juego la ficción, el lector le encuentra sentido. La ficción, lo más etéreo, es como un ancla. Ese punto de irrealidad es lo único que tenemos cierto. Y lo único consolador. La literatura te enseña divirtiendo. Por eso, acudimos más a Galdós y sus Episodios Nacionales que a los libros de historia de la época porque al final el tema no es como se piensa la historia de España sino la idea que Galdós tiene del amor. Todas son historias de amor», explica.

También la suya. Aquí Sol y Benjamín, la pareja protagonista, son los que nos llevan a través de la misma. Ella, una joven aristócrata. Él, un espía estadounidense. Ambos libres, como dice Trapiello, aunque de bandos antagónicos. «Me he fijado en dos personas que son enteramente libres y solo porque son libres pueden acometer lo contrario que sus respectivos bandos. En la novela ni se blanquea ni se ennegrece, todo aparece con las sombras y los brillos adecuados, por eso necesitaba dos personajes representativos del drama de España», afirma y añade que «son un hombre y una mujer de mundos distintos, los dos se han mantenido alejados de la Guerra Civil aunque son víctimas de ella porque han perdido a seres muy queridos en circunstancias muy dramáticas».

Y que aunque ficcionadas tienen su base en la realidad. Para Andrés Trapiello, toda novela es sobre la mistificación y a él la idea de crear a un espía estadounidense le vino tras averiguar que la embajada de Estados Unidos extrajo de Madrid a varios espías en 1945. «Ese momento interesante es el que tiene la novela. Los alemanes estaban perdiendo la guerra y Franco, al ver la derrota de los que eran sus aliados, intenta seducir a los americanos y estos prefieren a Franco como aliado que a la República y a los soviéticos», comenta y de ahí tira con todo lo demás.

Y a las preguntas de varios periodistas de si aquel momento convulso a nivel nacional lo puede extrapolar al hoy, Trapiello prefiero no contestar sabiendo que sus opiniones políticas siempre acaban titulando sus entrevistas. Aunque aclara que él siempre ha estado en el lado del débil, «pero los débiles cambian». «Durante 40 años de franquismo los débiles han sido unos y en democracia los mismos más otros. Siempre he intentado estar con el que está en condiciones de inferioridad», asegura

Y continúa diciendo que «hoy el relato de memoria histórica está en manos de comisarios políticos que desoyen la historia, la niegan, o intentan reescribirla». «Me molesta mucho que intenten reescribir la historia de un lado o de otro. En ese sentido, me siento como los personajes de mi novela. He sido una persona bastante libre a la hora de hablar de la Guerra Civil y reconozco las injusticias de un lado o de otro. Las víctimas son todas iguales, lo que cambian son los victimarios, de derechas o de izquierdas», añade.

Y vuelve al libro porque, para él, «lo más importante es que está novela se lea masivamente». «Tengo 71 años, me parece, a mi edad ya no se esperan demasiadas cosas de casi nada pero sí espero mucho de los lectores y de los españoles principalmente. Me piden que regrese está pensada para todos los españoles, para todos los lectores. Hoy que estamos hablando de un país dividido, una novela es el terreno de la reconciliación y del encuentro. Mucho más que la historia, la política o la sociología», sentencia.

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