Hui és Nou d’Octubre, dia gran. Se celebra en València, donde Jaume I entró hace 786 años, pero seguramente habrá algunos valencianos a 301 kilómetros del Palau de la Generalitat, el mayor símbolo de su legado. El Monestir de Poblet (Tarragona), que alberga la tumba de Jaume I, es un punto de referencia en la memoria colectiva de los valencianos, aunque ha quedado sepultado en el subconsciente tras décadas de olvido institucional.
Estos días ha recibido una visita simbólica. El presidente de la Diputación de Valencia, Vicent Mompó, se desplazó la semana pasada para grabar un vídeo conmemorativo de este Nou d’Octubre, visitar el templo con el abad y firmar su libro de visitas. Mompó es ahora mismo el referente institucional con un perfil valencianista más marcado, y tuvo este gesto para conmemorar un día señalado. Sin embargo, no es lo habitual. “No han venido muchos cargos políticos de la Comunitat Valenciana estos 25 años”, constata su abad, el valenciano Rafel Barruè (Vila-real, 1966), que entró como monje hace ahora 25 años y que desde hace unos meses es la máxima autoridad de esta comunidad religiosa.
“No han venido muchos cargos políticos de la Comunitat Valenciana estos 25 años”, constata su nuevo abad, el valenciano Rafel Barruè
Poblet ocupa un espacio singular dentro de la conciencia nacional catalana: es un símbolo político y religioso. Son habituales las visitas de dirigentes catalanes, dado el apoyo público a este espacio. Esta misma semana, la presidenta de la Diputación de Barcelona. Hace unas semanas, el Govern de Salvador Illa realizó allí una “trobada” de dos días. Allí se custodia el Arxiu Tarradellas, además de ser el panteón real de la antigua Corona, con reyes que también lo son del Reino de Valencia, como Jaume I, Pere el Cerimoniòs, Alfons el Magnànim, Martí l’Humà o Ferran d’Antequera, entre otros.
Frialdad política
Pese a ello, no es este, sino otros, los lugares de culto que se han perfilado en la memoria histórica valenciana, como El Puig o el Monestir de Tavernes de la Valldigna, consagrado incluso en el Estatut (artículo 57) como “templo espiritual, histórico y cultural del antiguo Reino de Valencia”, así como “símbolo de la grandeza del pueblo valenciano reconocido como nacionalidad histórica”. Fue un empeño de Francisco Camps, que lo incluyó en la reforma de 2006.
Ciprià Císcar, último conseller allí
Con Poblet, sin embargo, las fronteras territoriales parecen insalvables. Sonada fue la ausencia en 2008 de Camps en el 800 aniversario del rey, en 2008, donde sí estuvieron el catalán José Montilla, el balear Francesc Antich, y el aragonés, Marcelino Iglesias. De la Generalitat, casi como mera espectadora, asistió la consellera Trini Miró. “Es una consecuencia de la desconexión total entre los antiguos territorios de la Corona de Aragón. Poblet sería el lugar idóneo para realizar encuentros recurrentes de los representantes de Valencia, Cataluña, Aragón y Baleares”, señala el cronista de València, Vicent Baydal.
En Poblet, de hecho, hay un patronato presidido por el president catalán donde están representados los gobiernos de Aragón, la C. Valenciana y Baleares, pero hace años que no se reúne por desavenencias políticas. La última vez que se encontraron, Ciprià Ciscar era el conseller de Cultura. Ximo Puig lo visitó, pero con carácter privado, antes de ser president. La intención de Salvador Illa es volver a convocar el patronato cuando termine de aterrizar en el cargo.
“A los aragoneses les sabe mal tener a sus reyes enterrados allí. Los catalanes no tienen interés en articular la antigua Corona de Aragón y las malas relaciones valenciano-catalanas hacen que Poblet quede como algo de exclusividad catalana, cuando es todo lo contrario: es un lugar de memoria de los reyes de Aragón, que también lo eran de València. Que los restos de Jaume I estén ahí y que no hagamos caso es llamativo, habría que poner solución, aunque gobierno tras gobierno no hay nadie interesado”, lamenta Baydal.
El periplo de los restos
Podía haber sido de otra manera. Jaume I, tras su muerte, reposó dos años en la catedral de Valencia, lo que podría haber convertido ese espacio en lugar de peregrinación, aunque fue trasladado a Poblet, como dejó escrito. Tras la desamortización de 1837 las tumbas fueron profanadas, y el párroco de l’Espluga recogió los restos de diferentes cuerpos, que fueron conservados y trasladados años después a la catedral de Tarragona. Los de Jaume I fueron identificados por su tamaño, al ser más alto que la media de su tiempo, según las crónicas. En 1952, con los monjes de vuelta en Poblet, Jaume I regresó al monasterio, relata el abad.
Barruè, en todo caso, sí confirma una afluencia constante de valencianos al monasterio, un templo de la orden del Císter y que data de 1150. El abad es natural de Vila-real, que precisamente este año celebra los 750 años de la concesión de la Carta Pobla por parte del propio rey, un hecho por el que la ciudad de la Plana está muy presente en la vida de Poblet, con visitas constantes (este mismo año el alcalde y cientos de vecinos han ido dos ocasiones). También hay relación con las comunidades religiosas de Alzira y Carlet, por el vínculo con San Bernat, y acuden personas de todo el territorio valencianos para realizar retiros espirituales. “Claro que estaría bien que se visitara más”, señala sobre las excursiones que sí realizan algunos institutos y colegios, básicamente de Castelló.
El abad, cultura valenciana
Barruè es licenciado en Bellas Artes, pintor y ha sido ballador en grups de danses, además de sacerdote y teólogo. ¿Cómo se ve la identidad valenciana tras 25 años más allá de la marca del Sénia? Barruè reivindica la cultura valenciana. «Siempre digo que Valencia tiene una capacidad cultural 60 veces más que cualquier pueblo de Europa. ¿Exagero? No. Me lo creo. Busca diseñadores, lo que quieres. A veces no están suficiente reconocidos y hay que ir a trabajar fuera. Hay una capacidad cultural enorme: desde la punta de Alicante a Vinaròs», señala Barruè, que reivindica la lengua, la cultura y el folklore. «Debería ser lo principal, es la única seña que nos puede unir a todos los valencianos y de todas las épocas«, concluye.