El Barça estuvo a oscuras. Las azulgranas no se veían entre ellas, no encadenaban pases con sentido ni encontraban el camino para conectar. El balón no fluía, parecía ir por un campo embarrado. La delicadeza con la que acostumbra a deslizar por el verde entre botas de las jugadoras dirigidas por Pere Romeu no estaba. No se daba, no nacía. El fútbol corría más rápido que las jugadoras azulgranas. El City (2-0) las desarmó en su estreno en la Champions. Las culés iban a una velocidad por debajo, exasperadas por la falta de ideas. La precipitación fue mayúscula y condenó a las azulgranas a cometer errores totalmente impropios. Un golpe duro, pero justo para un Barça que se desdibujó cruelmente en Manchester.
La presión del City desarmó al Barça. Esa asfixia le creó a las azulgranas una angustia que no les permitía reaccionar. No les dejaba pensar como salir con eficiencia y se vieron totalmente superadas por el contexto. El Barça se aturulló. Mal colocadas sobre el césped, la circulación del balón se quebró y los pases no llegaban a las botas correctas. Traspiés e indecisiones no permitían al conjunto catalán sobreponerse. La salida del balón azulgrana era inconexa. Faltaba algo que hiciera el clic, que le dejara al Barça ser el campeón de Europa que es. Ese momento no llegaba mientras el equipo se iba desdibujando.
Desesperación
Alexia miraba a todos lados y levantaba los brazos. Pedía reacción, cabeza y cordura. Aitana se reajustaba la cinta del pelo nerviosa a la vez que Mapi se rehacía el moño cuando le enseñaban tarjeta amarilla por una acción que le obligaba a bajar su contundencia. El equipo se diluía por momentos, víctima de su propia desesperación. Esa de ser consciente que puedes hacerlo mejor, que sabes cómo hacerlo y que ya lo has hecho más veces antes. Pero, cuando en tu cabeza tendrían que emanar respuestas, solo hay una hoja en blanco. Una que da vértigo e incómoda.
La primera parte estaba siendo un suplicio para las azulgranas. Cada minuto que pasaba pesaba más a sus espaldas y parecía hundir más al Barça en su propia área. Tanto fue así que ni las 4 azulgranas situadas entre el medio metro que separaban Naomi Layzell y la línea de gol impidieron que el balón penetrara dentro de la portería. Cata no llegó a rechazar un córner y con el balón suelto dentro del área pequeña, la lateral la empujó a medio traspié para golpear al Barça sin miramientos. Quedaban pocos minutos para el descanso y al Barça no le alcanzó para reaccionar. Las futbolistas azulgranas se marcharon con prisas al intermedio. Había mucho que retocar y respuestas que encontrar.
Desorden total
Pero poco cambio en la reanudación. Los minutos que antes pesaban empezaban a darle aire al Barça. Empezó a crear un poco más de peligro y consiguió retener el balón, aunque le costó. El City empezó a flaquear a nivel físico y el equipo de Romeu lo aprovechó para tratar de reponerse. Pero el desorden era total y desesperante.
Las desconexiones condenaron a un Barça que tuvo un par de ocasiones para igualar el marcador. Perdonaron las pocas que tuvieron y el City las condenó. Khadija Shaw se fue a la carrera prácticamente sola y, en un quiebro, dejó en el suelo a Cata Coll. Ona Batlle se tiró para obstaculizar el balón pero tampoco lo pudo interceptar. La guardameta, totalmente de cara a la portería aunque tirada sobre el verde, veía con cara de incredulidad como el balón chocaba contra la red.
Ese gesto fue el de un Barça que no concebía lo que estaba sucediendo. Parecía una pesadilla, un recordatorio de los tiempos donde las azulgranas no reinaban. Fue un golpe duro pero justo. No mereció lo contrario el equipo catalán, que se desdibujó sin contención ante un City que le recordó que los errores se pagan muy caros.