El año pasado, el icono de la italianidad y una de las estrellas vivas de la Edad de Oro de Hollywood, se fracturó una cadera al caerse en su casa de Ginebra. La articulación que une el hueso coxal y el fémur, la misma que redondeó las bellísimas formas del mito sexual de varias generaciones en todo el mundo y que muestra insinuante en los fotogramas de Ayer, hoy y mañana, dijo hasta aquí hemos llegado y se quebró. Entonces, Sofía Loren tenía 89 años de edad y tuvo que someterse a la rutinaria operación por la que, a esas alturas de la película, muchos de sus coetáneos habían pasado ya. Hace unos días, con cadera nueva y una vuelta más al sol, la Loren lució espléndida en su 90 cumpleaños, una fiesta que celebró toda Italia, incluido Pozzuoli, el pueblecito en el que se refugió con su madre y su hermana tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
En el homenaje previo a su fiesta, recibió la distinción de la Llave de Cinecittà, símbolo de su relación con los históricos estudios del cine. Quiso la casualidad que la película en la que Deborah Kerr hacía de Ligia y Peter Ustinov de Nerón fue la primera en registrar un cameo de la napolitana, que acompañaba a su madre en aquella primera incursión cinematográfica.
En Vivir y amar, la única biografía autorizada por la diva, contó: «Nací sabia. Con la sabiduría de la calle, la sabiduría de la gente, la sabiduría de mí misma. Esa sabiduría fue mi patrimonio. También nací vieja e ilegítima. Pero si tuve dos grandes ventajas al nacer fue haber nacido sabia y pobre».
En la Roma de Mussolini (con quien la genealogía la ha terminado emparentando), pobre y prácticamente huérfana de padre (no quiso casarse con su madre y apenas lo vio tres veces en su vida); así nació Sofia Constanza Brigida Villani Scicolone hasta que Carlo Ponti, el productor que la descubrió a los 15 años para el cine en un concurso de Miss Italia y un poco más tarde, para el amor, le dio un baño de ph y la bautizó Sophia Loren.
Aunque se le atribuye un apasionado romance con Cary Grant, fue con Ponti con quien decidió tener dos hijos, Carlo y Edoardo, y andar el valle de lágrimas y la alfombra roja que es la vida hasta la muerte del productor en 2007.
Con todo, a pesar de haberse casado dos veces con el productor, en la gran pantalla el verdadero Matrimonio a la Italiana (1964) lo selló con Marcelo Mastroiani, con quien formó la coppia d’oro (pareja de oro) y con quien protagonizó 14 films. Algunos de los mejores los rodaron a las órdenes de Vittorio de Sica (La mujer del cura o Los girasoles), el gran director del neorrealismo italiano con el que Sofía logró el respeto de la crítica y el público, además de su primer Oscar, en 1960, gracias a la película Dos mujeres. «Es agradable estar entre las cinco nominadas, para mí es suficiente. Pero si voy allí y me dan el Oscar, me voy a desmayar. Prefiero desmayarme en casa que en el escenario», dijo entonces a la revista The View. Sí fue a recoger su segundo Oscar, el honorífico que le concedió la Academia en 1991, en reconocimiento de su trayectoria (El Cid, La condesa de Hong Kong, La caída del imperio romano…), y volvió a repetir en el Teatro Kodak para entregar el premio Robeeeeeeerto Begnini en un momentazo que ha pasado a la historia como el Peeeeeeedro de nuestra Penélope Cruz (¿nuestra Sofía Loren?).
Afincada en Suiza desde hace años, además de actriz es una gran amante de la gastronomía (tiene varios restaurantes) y del arte (atesora 150 obras de Matisse, Cézanne o Picasso). El portal Celebrity Net Worth estima su fortuna en 150 millones de dólares. Si fue enemiga íntima de Gina Lollobrigida o no, ya solo ella lo sabe, pero lo seguro es que junto a ella, Claudia Cardinale o Ana Magnani auparon el símbolo de la mujer italiana, un cóctel de belleza, carisma y glamour a la historia del cine mundial.
Hasta los Rolling Stones le dedicaron una canción, Pass the wine, incluida en el disco Exile on Main Street. La única mácula que ha incordiado a la Loren en su vida pública es que fue investigada por Hacienda acusada de haber sacado de Italia 10 mil millones de liras con la coproducción de películas al extranjero. Este asunto la llevó a la cárcel durante 17 días y la persiguió 40 años más hasta que los tribunales la exculparan de todos los delitos.
«¿Tú sabes por qué yo estoy guapa?», le preguntó Lola Flores a Jesús Quintero en una entrevista. «Porque el brillo de los ojos no se opera», le soltó. Las divas, como la Faraona o Sofía, tienen ese poder: podrán operarse la cadera, sí, pero el brillo de los ojos ya lo tienen, y por eso serán eternamente bellas.