Con una proporción de siete a uno, las fuerzas armadas estadounidenses querían garantizar que la toma del atolón de Tarawa fuera cosa hecha. El 20 de noviembre de 1943, Estados Unidos envió una fuerza portentosa para tomar este atolón que estaba en manos del Imperio japonés y situado en la región central del Pacífico. Nada menos que 17 portaaviones, 12 acorazados, 8 cruceros pesados, 4 cruceros ligeros, 66 destructores y 36 transportes. Los encargados de hacer el desembarco serían la 2.ª División de Marines y parte de la 27.ª División de Infantería del ejército de los Estados Unidos. En total, 35.000 efectivos, entre soldados y marines. No fue, ni mucho menos, pan comido. Aunque casi todos los 4.690 defensores japoneses dejaron allí su vida (solo sobrevivió un oficial y 16 soldados), la furia nipona infligió nada menos que 3.983 bajas a los estadounidenses, con 2.311 marines muertos y otros 687 fallecidos pertenecientes a la Armada. Uno de aquellos marines muertos fue Manuel Menéndez Candanedo, de 21 años, hijo de dos asturianos de Naveces (Castrillón) que habían emigrado a Estados Unidos. El informe oficial del Cuerpo de Marines dice: “Nunca se sabrá exactamente qué pasó con el soldado de primera Menéndez. Murió en acción el 20 de noviembre de 1943”. Pero no solo eso, los restos del soldado Menéndez no pudieron ser identificados hasta 74 años después. Durante todo ese tiempo fue un soldado desconocido cuyos restos se catalogaron como “Betio X-168”

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