Bolivia no tiene mar ni una salida propia al Pacífico, pero su Gobierno de izquierdas navega sin rumbo en aguas de la inestabilidad. E peligro de un hundimiento político se divisa en el horizonte. El enfrentamiento entre el presidente Luis Arce y Evo Morales, el líder del Movimiento al Socialismo (MAS) que lo designó su delfín en 2020, es, a estas alturas, personal, ideológico y territorial. Pero, además, se ha abierto un capítulo judicial que resume a los otros. La justicia boliviana, tan proclive a obedecer al Palacio Quemado, gobierne quien gobierne, exhumó una antigua denuncia contra Morales por estupro. El líder histórico del MAS ha sido acusado de haber tenido un hijo con una adolescente de 15 años, siete años atrás. El jefe del Ministerio Público, Juan Lanchipa, destituyó a Sandra Gutiérrez, la fiscal que estaba a cargo del caso y que había pedido la captura del histórico dirigente de los cocaleros. La medida provocó revuelo y Lanchipa dijo que la causa en contra de Morales sigue abierta aunque no pesa una orden de detención. Arce, en tanto, pidió no politizar la causa. «Expresamos nuestro profundo compromiso con la defensa de todos los intereses legítimos de los administradores de justicia. Así como la defensa de la independencia judicial conforme establece la Constitución Política del Estado».

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