En el arte, al igual que en otros tantos ámbitos de la sociedad, hay una corriente dominante que silencia y aparta a los personajes incómodos, disonantes y sobre todo a aquellos que osan contrariar a la moda imperante en cada momento. El pintor Antonio Fillol fue uno de ellos.
Fotografía de Antonio Fillol y su tarjeta de visita en 1906
Nacido en Valencia en 1870 en el seno de una familia de zapateros, luchó desde su infancia para dedicarse al mundo de la pintura y a fe que lo consiguió. En su adolescencia, destacó como discípulo de Ignacio Pinazo, a quién terminó superando con creces en varias obras absolutamente conmovedoras, como La gloria del pueblo, un lienzo que pintó con 25 años y con el que ganó la 2ª medalla en la Exposición Nacional de 1895.
En el cuadro A él Antonio Fillol pinta una zapatería de la que asoma un niño, ¿una referencia a sus propios orígenes?
La bestia humana, su primera polémica
Pero realmente el primer gran revuelo que causó Fillol llegó dos años más tarde, cuando presentó La bestia humana, un cuadro que traslada a la pintura las denuncias que Émile Zola estaba haciendo desde la literatura. En este caso, Fillol centra en una terrible escena en la que una joven se ve obligada a prostituirse a causa de la miseria, tal como delata su enlutada vestimenta.
Este tema ya había sido tratado por otros pintores, como Sorolla, pero Fillol lo enfoca desde otro punto de vista, pues sus personajes se niegan a asumir la fatalidad del destino, se rebelan y luchan por salir de esa situación, y eso… empezó a no gustar al mundo oficial del arte.
La bestia humana, lienzo en el que Fillol denuncia cómo las jóvenes más pobres se ven arrojadas a la prostitución
Alabanzas y caída en el ostracismo de Antonio Fillol
Sin embargo, grandes intelectuales como Vicente Blasco Ibáñez alabaron la obra de Fillol. De hecho, el escritor valenciano sólo encontró un curioso inconveniente en el pintor: “es muy joven”. Así lo explicó en el periódico El Pueblo, el 10 de junio de 1897:
“(…) Es sabido que en el arte y la literatura los aplausos, los honores y hasta el dinero, hay que reservarlos para cuando el artista es viejo, está casi imbécil y no hace más que mamarrachadas decadentes. El procedimiento no puede ser más lógico. Es como tener a un joven vigoroso condenado a dieta y perpetua miseria y después cuando agoniza de anemia y no puede ya con sus calzones convidarlo a suntuosos banquetes y amorosas orgías”.
El ostracismo al que poco a poco fue condenado Fillol ha hecho que actualmente parte de su obra se haya perdido. No obstante, gracias a la encomiable investigación de F. Javier Pérez Rojas y José Luis Alcaide, tenemos constancia de otro cuadro titulado Amparando que le da otra dimensión al cuadro de La bestia humana.
Si en el primero la alcahueta que obliga a la joven a prostituirse cumple un papel abyecto, en Amparando protagoniza una escena absolutamente tierna al defender a un niño del apedreo de otros muchachos.
La cara y la cruz de la naturaleza humana aparecen de continuo en sus obras, en Els fermaters dos hombres se matan por una cesta de estiércol y en Después de la refriega la sangre de un manifestante muerto se pierde en el agua de la lluvia.
Con lienzos como Después de la refriega Fillol se convierte en cronista social que denunciar los abusos policiales
El escándalo de El sátiro
No es por tanto de extrañar que la crudeza de Fillol terminase por escandalizar a la mojigatería artística del país, llegando a su mayor escándalo en 1906, cuando Antonio Fillol presentó su cuadro El sátiro a la Exposición Nacional de pintura.
Dicha obra es una contundente denuncia contra la pederastia y que el jurado del certamen no supo entender. El tribunal terminó diciendo que “…por no hallarlo conforme con respeto y decencia que se debe al público, sin responder tampoco a los altos fines de nuestro arte” la obra estaba cancelada, y se recurrió al comité de Defensa Social causando tal revuelo que el cuadro terminó saliendo en la revista satírica Gedeón.
La viñeta no tiene desperdicio, en ella se parodia el cuadro de Fillol, poniendo al ministro de justicia, Eugenio Montero Ríos; al de hacienda, Segismundo Moret; al presidente del Congreso, José Canalejas y al ministro de guerra, Agustín de Luque, como violadores de una indefensa democracia.
El sátiro, pintado por Antonio Fillol, fue considerado como un cuadro inmoral por el torpe jurado de la Exposición Nacional de Pintura
Curiosamente, el timorato jurado no consideró inmoral otra obra presentada por Fillol a ese mismo certamen. En ese otro cuadro una joven desnuda rodeada de flores señala una flecha manchada de sangre como una clara alusión clara al erotismo más carnal. Dicha obra, evidenció la doble moral de un jurado que consideraba inmoral la denuncia de la pederastia en El sátiro, pero aceptó sin ningún reparo la sexualidad más evidente de la Flor deshecha.
Comprometido socialmente y de un talento inigualable, Antonio Fillol continuó su carrera hasta que la muerte le alcanzó en 1930. Actualmente su obra, sigue estando infravalorada y aunque recientemente el Museo del Prado ha adquirido El Sátiro y ha expuesto varias de sus obras, Fillol merece todos los homenajes y recuerdos posibles, para que su talento no caiga de nuevo en el olvido y que su lucha por la justicia social continúe en nuestros días y el futuro.