Pasadas las once de la noche de este jueves, con los niños por fin dormidos, las mochilas y ropas del día siguiente preparadas, con pocas fuerzas y menos ganas aún de cualquier otra cosa que no sea meterme en la cama, comienzo a escribir el artículo de esta semana. Velándolos desde la otra punta de la habitación, en mi mesa de despacho, acurrucados ambos aún encima de la cama familiar, vuelvo a preguntarme, como tantas otras veces, si realmente estoy siendo con ellos la madre que me gustaría ser.
Las expectativas las tengo claras. Sé el modelo de familia y crianza que quiero para mis hijos. Sin embargo, a veces, la realidad y el día a día pueden distorsionar ese ideal. Desde que di a luz, e instantáneamente brotó en mí un instinto maternal hasta entontes completamente inexistente, deseé ser una mamá presente. Y, sinceramente, creo que eso sí lo he logrado, aunque en otras cosas defraude constantemente mis propósitos.
Quiero ser esa clase de madre que coge a sus hijos con ternura y los besa y acurruca para despertar. Una mamá que no se impacienta mientras tratan de vestirse solos cada mañana. Que dedica tiempo a aquellas cosas que los hijos consideran importantes aunque vayamos tarde. La que despide a sus hijos en la puerta del colegio y les desea que lo pasen genial, sin moralinas de comportamiento. La que, pese a la costumbre, siente un repizco en el estomago cada vez que los deja.
Una madre que trate de ofrecerles un alimentación y unos hábitos saludables, sin renunciar a esas excepcionalidades que tan felices les hacen. Sin duda, quien atienda y cubra sus necesidades más básicas pero sin olvidarse nunca de procurárselo con amor, atención y consideración.
Una mamá que crea en ellos y les sepa mostrar su gran potencial. Quien les transmita la curiosidad por las cosas, la belleza que hay en aprender y descubrir. Una madre que mantenga unida a la familia y sepa legar la importancia que doy a la misma.
Una madre que no grite, pero sonría, les abrace y les diga constantemente que los quiere. Que sepa corregir con amor. Dispuesta a olvidarse del tiempo mientras hace un puzle con su hijo o repite diez veces la misma canción a su pequeña.
Una mamá que, aunque desatienda o descuide algunas fechas o citas ‘importantes’, jamás olvide leerles cada noche.
Y así, mientras aún los contemplo dormir, pienso que habrá muchas cosas en las que, sin duda, fallaré, pero que aunque no ejerza siempre como aquella madre que quiero ser, creo que trato de ser la mejor madre que puedo ser.
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