Rafael Martínez López (Madrid, 1959) fue el jefe superior de la Policía Nacional en el Archipiélago entre 2020 y 2022. Tras 44 años vestido con el uniforme azul, se jubila. En la entrevista repasa su trayectoria: desde los inicios en Pamplona y el terrorismo hasta la llegada a Canarias, con la crisis de inmigración en Arguineguín, pasando por sus veinte años en el Magreb, su gran pasión junto al Cuerpo Nacional.
Ha pasado 44 años en la Policía Nacional. ¿Qué le lleva a ingresar en el Cuerpo?
La pasión por la Policía. Yo estaba estudiando Biológicas en el CEU San Pablo, en Madrid. Decidí presentarme y aprobé a la primera. En ese momento pedí irme al norte de voluntario y me tocó Pamplona. Podía haber elegido otro sitio, pero elegí irme a donde estaba el problema.
¿Qué balance hace ahora de estas cuatro décadas?
Muy positivo, genial. Dos palabras: feliz y agradecido.
¿Lo mejor y lo peor?
Lo mejor es estar en el Cuerpo de la Policía Nacional, y lo peor… No hay nada peor. Quizá, al principio, la incomprensión de una parte de la sociedad.
Ingresó en el Cuerpo en los años complicados del terrorismo. Y se fue a Navarra.
Los años de plomo, muy complicados, especialmente en el País Vasco y Navarra. Fue como llevar una vida un poco clandestina. No podías decir lo que eras. Yo tenía 22 años cuando llegué a Pamplona, pasaba un poco desapercibido como estudiante, pero al final Pamplona era lo que era. Todos los fines de semana había manifestaciones, con lo cual te convertías en una cara semiconocida para los malos, para el que iba a comisaría.
¿Cómo fueron esos años para alguien de 22 recién llegado a la Policía?
Yo quería estar en primera línea y no me equivoqué. Hubo muchos asesinatos de compañeros, de militares, de guardias civiles, de políticos… Además, lo duro de Pamplona fue que cuando llegamos no había prácticamente veteranos. Tuvimos que aprender mucho en la calle solos y fue duro, emocionante, pero también te curte.
Pidió el regreso a Madrid pasados seis años.
El tema idiomas [habla inglés, francés, alemán y árabe] siempre me ha ayudado muchísimo, y me ponen en Información Exterior. Trabajo durante años en terrorismo palestino. Quitando el autóctono, el de ETA y Grapo, eran los años duros del terrorismo palestino, con muchos atentados. Era la época del Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Frente Democrático, la Organización para la Liberación de Palestina…
¿Tenía formación en el Magreb?
No. Es a raíz de estar destinado en Exterior. Una vez hicimos seguimientos que terminaron con la intervención de un barco en Valencia cargado de 3.000 kilos de explosivos de los shií de Hezbolá. Iban camuflados en mermelada. Era 1989. Trabajamos en muchos atentados que realizaron sobre todo en agencias de viaje y de compañías aéreas, había muchísimos secuestros… Un día fui a hacer una vigilancia y anoté el nombre del terrorista que estaba escrito en árabe. Cuando llegué, la traductora me dijo: «¿Esto qué es?» Lo copié fatal. Ese día decidí estudiar árabe y eso me sirvió para el desarrollo de mi carrera.
«Marruecos tiene unos servicios de seguridad e inteligencia excelentes. Trabajé muy bien con ellos»
Lo mandan directo a Argel.
Inmediatamente. Con la eclosión del GIA (Grupo Islámico Armado), que se formó tras el golpe de estado al FIS (Frente Islámico de Salvación), el cual había ganado las elecciones, y muchos retornados de Afganistán que se fueron repartiendo por toda Europa y fueron el germen de Al Qaeda y Estado Islámico. En Argelia los años 95, 96 y 97 fueron años de grandes matanzas, de toque de queda. No me aburrí.
¿Sufrió alguna amenaza?
Era el agregado de Interior, con protección de los GEO en la embajada, pero los desplazamientos eran complicados. Había muchos falsos controles donde asesinaban principalmente a los extranjeros. Hubo episodios complicados, como un asalto por la noche en nuestro barrio. Mi mujer y yo estábamos en casa, pensábamos que después del tiroteo, de los gritos y el pavor vendrían a por nosotros. Estuvimos esperando que entraran, pero nunca entraron, gracias a Dios.
Túnez en el 2004, con el 11-M.
Estuvimos en un hotel hasta que encontramos casa. El día que hicimos la mudanza fue el 11-M. Pido que me instalen ya antenas, que lo hicieran rapidísimo para tener información. Al poco después vino el secretario de Estado, Antonio Camacho, con una delegación para trabajar temas de terrorismo. Serhane Ben Abdelmajid Faked era ‘el tunecino’, uno de los que participó en el atentado, del cual yo había mandado información. Pero la mayoría eran marroquíes. Vinieron y pensaron qué hacía yo en Túnez, que tenía que irme a Marruecos. Y nos fuimos a Marruecos.
Interior siempre ha destacado que su trabajo ha sido fundamental en prevenir amenazas terroristas.
Fue sobre todo por Marruecos. Iniciamos una franca y real cooperación que continúa en la actualidad. Fueron ocho años, primero en Rabat y luego en Casablanca, trabajando directamente con los servicios de inteligencia. Yo tenía una relación con los que actualmente comandan el país, sobre todo con Abdellatif Hammouchi, el director general de Vigilancia del Territorio, muy cercana. Los admiro. He trabajado muy bien con ellos. Marruecos tiene unos servicios de seguridad e inteligencia excelentes.
«Tomé la decisión de abrir Arguineguín porque habían pasado las 72 horas de retención»
Las relaciones actuales con Marruecos han sido cuestionadas…
Siempre han estado bien, incluso cuando la isla de Perejil. La relación política podría ser mala en algún momento, pero la de Interior y la Policía siempre ha sido buena y nunca se ha dejado de desarrollar, incluso en los malos momentos. Tenemos claro que la colaboración en materia antiterrorista es fundamental y eso tiene que estar siempre presente. Nunca se han cortado relaciones con Marruecos en materia antiterrorista.
Marruecos sabe lo que es el terrorismo y lo combate. El lenguaje que hablamos los policías es el mismo, seas marroquí o español. Sobre la mesa ponemos lo que debemos poner, la protección de la libertad. ¿Volvió a haber una amenaza como la del 11-M?
No hubo ninguna amenaza para España de esas características. Hubo detenciones y arrestos de células terroristas, tanto en Marruecos como en España. Se hicieron muchas operaciones conjuntas. La Policía se deja la vida para que no pase algo similar. En España hubo operaciones sobre todo en Cataluña, Ceuta y Melilla. La operación Gala, por ejemplo, que fue muy importante, en la que se detuvo a Lahcen Ikassrien, que había estado preso en Guantánamo por terrorismo y pertenencia al Daesh.
Luego lo nombran comisario principal e hizo las maletas para venirse a Canarias como jefe superior. ¿Lo tuvo claro?
Yo nunca he hecho una petición sobre los destinos, siempre han confiado en mí. Con Canarias me toca la lotería. Mi etapa en Canarias fue gloriosa aunque hubo momentos muy difíciles.
Llegó en 2020, con la pandemia, pero con la crisis migratoria.
Iba a tomar posesión, vinieron mi mujer y mis cuatro hijos al acto. La situación estaba tan mal… Era la época de Arguineguín, con 2.600 personas hacinadas en el puerto y decidimos que no podíamos perder tiempo en una toma de posesión. Había que trabajar, trabajar y trabajar. En ese momento no había CATE (Centro de Atención Temporal de Extranjeros). Tuve que empezar a meter gente en todas partes, hasta que hablando con los militares nos cedieron Barranco Seco. Recuerdo que bajó el director de la Policía y me dijo: «¿Cuánto tiempo tardas en poner en funcionamiento Barranco Seco?» Le dije que ocho días. «Tienes dos», me dijo. A los dos días estaba funcionando. Estuvimos sin parar, mañana, tarde y noche montando literas. Ningún inmigrante ha dormido en el suelo en el CATE de Barranco Seco.
¿Qué supuso la puesta en marcha de Barranco Seco?
Es un campamento modular espectacular. Empezamos con tiendas de campaña en el suelo de piedra. Se han hecho muchas cosas. No se pueden olvidar. Arguineguín sigue existiendo, pero ahora hay policías que se llevan a los inmigrantes a Barranco Seco para que tengan un lugar donde dormir en condiciones lógicas de sanidad y acomodo. Ya no sufren lo que sufrían antes, les damos un sitio.
La imagen del muelle en noviembre de 2020 fue el golpe de realidad definitivo.
Fue terrible. Terrible. Había 2.600 inmigrantes y 200 o 300 policías. Era pandemia, más allá del uniforme llevaban el EPI con más de 40 grados en el muelle, tratando con personas que llegaban infectadas de Covid. Fueron momentos muy complejos. La Policía se dejó la vida trabajando. Y también hay que pensar en los que llegan, en lo que supone dejar tu país y meterte en un barco ocho, diez, doce días. Hay que tratarlos como lo que son: personas. Yo pondría a mucha gente a ver la llegada de un cayuco, solo que lo vieran. Un cayuco por la mitad, lleno de orín y excrementos, en el que están doce días sin moverse porque si se mueven vuelca la balsa y algunos llegan muertos. No se puede frivolizar.
Se ha deshumanizado la inmigración y a los inmigrantes…
A veces no es solo él ni su familia, sino todo el poblado el que pone el dinero para que pueda llegar y mandar remesas de dinero para que la familia viva. Y yo haría lo mismo si estuviera en su lugar. Se juegan la vida. El 75% no sabe nadar, no sabe si van a llegar. Creo que tenemos que combatir la inmigración ilegal, soy el primero que la ha combatido, pero una vez entran debemos facilitarles los medios para que se sientan personas porque lo son, aunque luego los tengamos que expulsar al cumplir la ley, pero que se sientan personas.
Arguineguín, más allá de la tragedia, se recuerda por una imagen: 200 inmigrantes que salieron del muelle y una alcaldesa que los dejó en la puerta de la Delegación del Gobierno, pero alguien tuvo que decidir que las puertas se abriesen.
Fui yo.
¿Usted dio la orden de que las puertas se abriesen?
Sí, pero no fue dar una orden, fue cumplir la ley. Para muchos habían pasado las 72 horas de detención preventiva, no puedes tenerlos retenidos más tiempo porque no habían hecho nada.
¿No había otra opción? ¿Qué pasó ese día, ese 16 de noviembre de 2020?
No había otra opción. Ese día llegaron muchos más, unos 600. Se nos caían los 2.600 que estaban allí. Llamé a Inclusión y a Cruz Roja para que sacaran a gente de allí y ese día nadie se puso al teléfono. La única posibilidad era abrir. Había personas que habían cumplido los tres días de retención. No es que los pusiera en libertad, es que eran libres. Es que si se hubieran querido ir todos, se hubieran ido. O los llevas a un centro de inclusión o los dejas en libertad. Pudieron salir todos los que hubieran superado las 72 horas.
Pudieron irse muchos más…
Totalmente, pudieron irse todos los que llevaban más de 72 horas. Pero para muchos era mejor quedarse, había habilitados hoteles en el sur, estar alimentados hasta poder contactar con su familia en Francia, Alemania, España. Y de esto quiero añadir una cosa: Anselmo [Anselmo Pestana, delegado del Gobierno en Canarias] se ha dejado la vida también con el tema inmigración.
Tras esa decisión, la decisión de la alcaldesa de Mogán de poner autobuses y trasladarlos a la Delegación del Gobierno. ¿Cómo afrontó eso?
Lo que hagan políticamente me da igual. Aquello ya no era mi dominio.
«La Policía trabaja muy bien en Seguridad Ciudadana y esa es una labor disuasoria»
Si ahora pudiera tomar solo una decisión en materia de migración, ¿cuál sería?
Que todo el dinero que nos gastamos aquí lo gastásemos en los países de origen. En desarrollo, en inversión en sus países para que nadie arriesgue la vida por venir a un país que no es el suyo. Mientras no invirtamos en desarrollo van a seguir viniendo. Si antes tenían poco, ahora tienen menos porque África se está desertizando.
En la actualidad nos enfrentamos al aumento de los delitos de odio.
Personas intolerantes siempre ha habido y siempre habrá. Hablan de violaciones, pero en mi época violaciones de inmigrantes no recuerdo ninguna. También existe cierta delincuencia mental. A veces nos llamaba gente diciendo: «Hay un grupo de doce juntos», «¿Y están haciendo algo?», preguntábamos. «No, no…». Hay gente mala, pero no todos son así. Hay quien viene a labrarse un futuro y otros que no, pues esos son los que tenemos que expulsar o meter en la cárcel.
Más allá de la inmigración, en sus dos años en Canarias hizo frente al coronavirus, a la erupción del Cumbre Vieja y a una tormenta tropical.
La tormenta fue para despedirme. El volcán fue duro también. Otra crisis humanitaria. No había vuelos, había que ayudar a la gente que lo necesitaba. El ruido del volcán daba miedo, parecía que se iba a abrir la tierra. Eso te hace más duro y valorar lo que tienes, de un día para otro pierdes la vida, la familia, tu casa… ¿Y qué vida vas a empezar con 80 años?
¿Y en cuanto a la plantilla? Ha habido un refuerzo del 15% en ocho años. ¿Es suficiente?
Todos los que hemos sido jefes queremos más, pero creo que estamos bien. Entraron 180 vehículos, que son muchos coches nuevos en Canarias. Se ha rebajado en cinco años la edad de los coches policiales. Con esos coches te juegas la vida, tienen que ser buenos. Si mandan más personal, mejor. El jefe siempre tiene que pedir.
Este año la Policía Nacional ha cumplido 200 años. ¿Qué le queda al Cuerpo por hacer? ¿Qué puede mejorar?
Seguir dotándonos de mejores recursos para que el servicio que se dé al ciudadano sea el mejor. Se está consiguiendo. Todo es mejorable siempre, pero estamos en un buen momento. La Policía atraviesa un momento espectacular, es su punto álgido. Creo que somos la institución más parecida a la sociedad: moderna, urbana internacional… El mayor éxito de la Policía en estos 200 años es el habernos adaptado a los cambios. Esta longevidad no es fruto del azar, es fruto de la adaptación.
Dejó Canarias en 2022 con los índices de delincuencia más bajos en décadas. ¿Satisfecho?
Satisfecho del trabajo, de haber cumplido. Lo más importante en mi vida ha sido lo orgulloso que me siento de ser Policía Nacional, el mejor cuerpo policial del mundo. La satisfacción del deber cumplido y haber servido a los ciudadanos de este país. Aquí se está trabajando muy bien en Seguridad Ciudadana. El patrullaje, que es una de las características de la Policía Nacional… Están continuamente patrullando y esa es una labor disuasoria. Tenemos un tiempo de respuesta bajo. Y estamos 24 horas, los siete días de la semana, los 365 días del año abiertos para el que quiera denunciar.
En Gran Canaria tienen, más allá de la capital y Telde, la competencia de gran parte del sur, con la población flotante. ¿Eso puede favorecer el asentamiento de mafias como ocurre en la Costa del Sol?
Es diferente. En la Costa del Sol pasan periodos muy largos, hay gente muy asentada. Aquí vienen siete, diez días. La insularidad complica la delincuencia. En la Península te puedes mover, coger un coche e irte a otro país. Aquí no, y eso nos protege.
Hace una semana fue el acto del bicentenario en Maspalomas. El actual jefe superior preparó para usted un homenaje. ¿Se lo esperaba?
Para nada. Solo me dijo que me iba a mencionar, que se iba a acordar de mí. Me voy terriblemente querido. Yo creo que los compañeros me consideran una buena persona. Para mí hay dos cosas que siempre digo: que la medicina actual no ha inventado un medicamento tan eficaz como unas pocas palabras bondadosas y, luego, una frase de Teresa de Calcuta que me he aplicado siempre: no permitáis que una persona cuando se aleje de vosotros lo haga sin ser más feliz y mejor persona. Me siento muy querido y respetado.
¿Qué supusieron para usted sus dos años en Canarias?
Sin Canarias mi carrera estaría incompleta. Ha sido la guinda del pastel. El culmen de una carrera espectacular. Me ha dado una familia, compañeros y amigos que son parte de mi familia. Canarias ha completado mi vida. Nos ha dado mucho, más de lo que le he dado yo, y creo que le he dado mucho. Dejo amigos enormes, compañeros en la jefatura. Estoy orgulloso de haber trabajado a las órdenes de Anselmo Pestana. Y mi familia y yo somos locos de la UD, el presidente Ramírez nos hizo unos fans apasionados.
Y después, subdirector general de Logística e Innovación en la Dirección General.
Sí, pero el puesto más bonito es jefe superior. Mandas menos. Siendo subdirector general solo tienes por encima al Director Adjunto Operativo, pero de jefe superior tocas todos los palos: Seguridad Ciudadana, Científica, Información, Judicial… Lo que se hace en tu jefatura es lo que tú decides. Lo bueno y lo malo lleva tu cara. Estás todo el día en la calle. De subdirector estás en las altas esferas, pero en la moqueta. Ser subdirector es el culmen, pero a nivel profesional, me quedo con Canarias.
¿Y ahora? Una nueva vida tras la jubilación.
Afronto nuevos proyectos en empresas, porque relajarme no me gusta.
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