La pintura (y el arte en sí mismo) es una forma de expresión en la que el creador se muestra desnudo ante la atenta mirada de todos aquellos que contemplan su obra. Es un ejercicio valiente, imaginativo, que parte del individualismo de aquel que lo ejerce para hablar de todos nosotros.
En la obra de la joven pintora Jara López Sastre, los cuerpos se funden y juegan entre ellos en trazos blancos, marrones y rosados. Un ejercicio de sensualidad que es también, asegura, político. Madrileña afincada en Nueva York, es ya una de las grandes promesas del tan noble arte. A sus 23 años, puede presumir de haber trabajado con artistas reconocidos internacionalmente como Adrian Schachter, Agnes Questionmark o Marcus Jahmal, y de haber expuesto sus pinturas en galerías tan importantes como la Palo Gallery de Nueva York. «Entre los artistas nos apoyamos mucho. No existe ese sentimiento de competitividad fuerte, más presente en el mercado de arte. Es mucho más personal, más íntimo. Eso es lo que a mi me gusta: la parte humana del arte«, comenta López Sastre en conversación con El Independiente.
Su éxito viene precedido de una excelente formación académica en prestigiosos centros como la New York University (NYU) o el London Fine Arts Studio, lo que le ha llevado a exponer en hasta diez exposiciones por todo Estados Unidos. Un éxito que, por fin, llega a su España natal.
Del 14 al 19 de octubre, el Ateneo de Madrid acogerá Lo que queda después de la mirada, la primera exposición en solitario de una artista que abandera el feminismo y la intimidad de las relaciones humanas.
El arte de mirar
Lo que queda después de la mirada invita a replantearse el riesgo que supone el mirar y el ser visto. La intimidad de los cuerpos que, en solitario y en su unión, dejan testimonio de la historia de cada uno, sometido al juicio constante de quien lo observa.
«Es un poco como mantener ese respeto hacia la persona con la que estás. Hacia la persona que está viéndote a ti también. Ahí hay un grado de intimidad», explica López Sastre. «Cuando miras, estableces una jerarquía de poder. Cuando miras, tienes un punto de vista por encima de lo que estás mirando, aunque sea momentáneo. Entonces, en esa pequeña jerarquía, es importante mantener el respeto y recordar que, al mirar, dejas una huella. Una impronta de algo. ¿Qué significa eso? A lo mejor, lo importante no es el momento, sino el luego. El pensamiento, el recordar, el sentimiento de lo que ha quedado de eso».
La exposición está constituida por una serie de pinturas verticales de óleo en panel acompañadas por textos que funcionan como poemas complementarios a la pintura, en lugar de una mera explicación de la obra. Literatura y pintura. El arte por el arte. Así, López Sastre afronta «con muchísimo, muchísimo miedo» esta exposición. «Para empezar, porque no estoy nada metida en la escena joven del arte [español] y, también, porque van a ir a verla personas que conozco. Pintar es algo muy personal. Es como si sacara mi diario y le dijera a la gente: léeme, lee lo que pienso».
Lo que queda después de la mirada estará comisariada por Andrea Torriglia de Altolaguirre quien, con tan sólo 29 años, es socia y directora de la galería Gratin de Nueva York, notoria por su radicalidad a la hora de elegir artistas y exposiciones que trasciendan.
La mirada del arte
La obra inicial de López Sastre comenzó con una potente imaginería marina en la que representar la fragilidad, la naturaleza y el erotismo femenino, a través de peceras y jarrones de cristal. La luz filtrada en el vidrio que mantiene cautivo aquello que naturalmente es cambiante. Aquello expuesto constantemente a la habladuría y a la opinión de un espectador instintivamente voyeur.
Un arte que López Sastre define como loose figurative: figurativo pero con un punto de abstracción. «Me interesa mantener siempre un mismo grado de abstracción, porque creo que es importante para poder abrir la imagen. Al hacer una imagen muy marcada, se cierra un espacio imaginado. Lo que busco es que esa imagen no sea tan cerrada, sino más suelta. Que la puedas compartir con tu cerebro, con tu imaginación, con la vista…».
Para la artista, los cuerpos y las relaciones humanas son «la sensibilidad hacia lo humano, el respeto y el quererse a uno mismo. Si en tu cuerpo no estás bien (y no hablo de estéticas o cosas más fuertes, sino de realmente entender tu piel, tu sensibilidad, el tacto, la ternura), si tú no cultivas esa relación, provocas una disparidad muy fuerte entre tu cabeza y tu cuerpo. Es también un poco como el respeto hacia los cuerpos ajenos, hacia la persona que está delante de ti. Intento ralentizar esa relación porque creo que la vida va muy rápido y cada día son más las imágenes: nos bombardean con modelos, influencers… Todo el día personas y cuerpos, pero nunca se genera la parte humana. Esa relación se pierde».
Al tratar la sexualidad, el desnudo, la mujer y el erotismo, lo común es encontrarse con imágenes de carácter más explícito. Esa perspectiva, ese foco, esa lámpara que apunta con desdén al cuerpo humano, le genera a López Sastre «muchísimo rechazo», algo muy importante para entender su arte, con el que busca redirigir la conversación. «Lo que a mí me interesa», explica, «es poder generar diálogos abiertos en lo que se puedan ver una idea o pensamiento y hablarlo desde ese punto de vista, pero también desde otro, desde arriba, desde abajo… No tener por qué escoger uno. Los diálogos hay que mantenerlos siempre abiertos porque, si no, no es constructivo«.
Esa es la exploración de su arte y la meta de su investigación. «Para mí, la pintura, la música, la escultura… son disciplinas de mucha exploración. No te levantas un día y tienes un impulso loco del que, sin saber por qué, te sale pintar una imagen. Es algo que haces por un interés que tratas y desarrollas a lo largo del tiempo. Pero no viene de la nada».
Una maleta de facturación con la pintura de un cuerpo definido. Una artista que vuelve a casa con la cabeza bullendo de ideas: otro trazo, otra imagen, otra perspectiva. Siempre creando, siempre retándose. «Treinta imágenes y aquí sigo: pintando, pintando y pintando, porque sé que lo de hoy va a ser mejor que lo de ayer«.