Tenía 22 años cuando tuvo que huir de Rumania. Su padre, un médico que había sido ministro de Sanidad con el rey Carlos II y uno de los hombres de confianza de su sucesor, Miguel I, había sido arrestado tras la llegada de los comunistas al poder. Ioana Maria Banu (Rumanía, 1926- Estados Unidos, 2023) se fue con el que entonces era su marido, Stefan Grecianu, que tenía 15 años más que ella y que la acompañó primero a Suiza, luego a París y más tarde a Canadá, donde sobrevivieron gracias a una granja.

Ella se fue de su país sabiendo que su misión era la de ayudar a su padre así que, una vez establecida, acudió a Nueva York para tener un encuentro con un diplomático que le habían dicho que podría librar al médico de la cárcel. Pasó algunos días allí y fue en uno de esos encuentros cuando conoció a Ahmet Ertegun, hijo de otro diplomático, y con el que tuvo un flechazo casi inmediato.

Mica Ertegun, por Andy Warhol. CHRISTIE’S SUBASTAS.

Él, de origen turco, acaba de cofundar el sello discográfico Atlantic Records y a ella fue «el ruido» lo único que le echó para atrás. «Me fascinó, pero su trabajo con las estrellas de rock… Yo estaba familiarizada con la ópera, pero la música que escuchaba con él no sabía lo que era. ¡Boom! ¡Boom! ¡Boom! Después de una hora así le dije que no podía soportarlo», aseguró a la revista Vanity Fair en 2017.

Pero, parece que se acostumbró, porque no tardó en separarse de Grecianu y en acudir de manera permanente a Nueva York. Fue a finales de los años cincuenta y a principios de la década de los 60 se casó con Ertegun y empezó a ser conocida como Mica. La pareja conquistó a todos en tiempo récord, él era el descubridor de los Rolling Stone, de Aretha Franklin o de AC/DC, y ella atraía al instante. Las fiestas en su casa se hicieron famosas y Mica fue afianzando su amistad con muchos de ellos aunque su gran confidente acabó siendo Mick Jagger.

Fueron aquellas personas las que le dieron la confianza, y los contactos necesarios, para montar una empresa de interiorismo que acabó por revolucionar el mundo de la decoración y que la encumbró como una de las mujeres más elegantes del país. Lo hizo junto a su amiga Chessy Rayner, en 1967, y bajo las iniciales de MAC II, Mica and Chessy. Tan sólo dos años más tarde ya eran las interioristas más cotizadas de la ciudad.

«No hay dos chicas en Nueva York más activas, con más talento para la comida, la ropa y la vida que Mica y Chessy»

Fue en 1969 cuando en una entrevista a Vogue habló de su visión de la decoración. «En general, tengo poco sentido de las posesiones, odio los objetos pequeños por todas partes y el desorden. Prefiero tener dos cosas grandes en lugar de un millón de objetos pequeños», aseguró y durante años asumió como lema ese «odio el desorden». Gracias a él se hicieron con grandes proyectos y en 1972 Bill Blass, al que le habían decorado su casa, aseguró: «No hay dos chicas en Nueva York más activas, con más talento para la comida, la ropa y la vida que Mica y Chessy». Y por el arte, por lo menos Mica.

Porque no sólo imaginó casas ajenas sino que hizo de la suya su mejor anuncio publicitario gracias a obras de Ellsworth Kelly o Mark Rothko, de Magritte o de Picasso. «Mica cambió la visión y el estilo de vida de su generación y de las posteriores al crear espacios que invitan a la conversación y la creatividad. Sus interiores sencillos y elegantes se convirtieron en su firma y en el telón de fondo ideal para su extraordinaria colección de arte», aseguran desde la casa de subastas Christie’s que ahora ha asumido su nombre como el protagonista de esta temporada.

Una obra de David Hockney en una de las salas de la casa de los Ertegun en Nueva York. CHRISTIE`S

Porque, tras años haciendo del arte una forma de vida compartida con su marido, y tras la muerte de este, su colección era impresionante. Mica Ertegun acumuló una gran cantidad de arte surrealista, pero siempre, como en el diseño, pensando a lo grande. Por eso, tras su fallecimiento el año pasado a los 93 años ahora sale a subasta lo mejor de colección y lo hace con una finalidad: donar parte de lo conseguido a las causas sociales que la movieron durante su vida. Entre ellas el arte, la conservación y, sobre todo, las becas para quién quisiera estudiar humanidades en la Universidad de Oxford.

«Las ofertas van desde las obras surrealistas más importantes que se hayan subastado hasta interiores que, con sus ecos chejovianos, fueron el laboratorio de su vida como diseñadora y anfitriona», explican desde Christie’s sobre la subasta que se celebra en tres jornadas y empieza el día 19 de noviembre en Nueva York y añaden que «la Colección de Mica Ertegun ejemplifica la sensibilidad, la elegancia y la herencia multicultural de la Sra. Ertegun».

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Las obras por las que se podrá pujar fueron «adquiridas a lo largo de más de medio siglo». «Las ofertas forman parte de las colecciones personales de la Sra. Ertegun en Manhattan, Southampton y París. Una parte significativa de las ganancias de la venta del vendedor se destina a beneficiar a iniciativas filantrópicas», añaden.

Aunque la obra más importante la dejan casi para el final. Se trata de un lienzo de René Magritte que forma parte la serie L’empire des Lumiéres, que pintó entre 1949 y 1964,  y que consta de 27 trabajos explorando la luz. El que se subasta es uno de los que realizó en 1954 y que la decorado y filántropa tenía en uno de los salones de su casa en Nueva York. Para Christie’s, se trata «de la obra surrealista más importante jamás subastada» y que estiman llegará a los 95 millones de dólares, uno 85 millones de euros, lo que sería todo un récord para el artista belga.

L’empire des Lumiéres (1954), René Magritte. CHRISTIE’S.

Porque, ya hace dos años, lo batieron con otra obra de esta misma serie que se vendió en Londres por la casa de subastas Sotheby´s por aproximadamente 70 millones de euros. Ahora, es la estrella de la corona de un lote que incluye también piezas de Joan Miró, David Hockney y Ed Ruscha; además de muebles exquisitos, joyas y la fotografía que le tomó Andy Warhol, de la que era íntima amiga.

«Mica Ertegun era el epítome del estilo. Todo lo que había en sus casas, desde las obras maestras hasta los objetos funcionales, era exquisito y personal. Su generosa aceptación de otras culturas se refleja en la gama de la colección, con el modernismo ruso y ucraniano junto a Ruscha, Hockney y Miró, y lo mejor del surrealismo», sentencia Max Carter, vicepresidente de arte de los siglo XX y XXI de Christie’s.

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