El historiador Antonio Manuel Macías Hernández defendió este viernes por la noche los valores rurales que Tunte, en las medianías de San Bartolomé de Tirajana, acumuló durante décadas para lograr su designación como villa, un título que la reina regente María Cristina otorgó por decreto del 3 de octubre de 1894, hace 130 años, por el aumento de su población y progreso de su industria y comercio. «La concesión del título de villa supuso acabar con una falsa imagen de olvido y marginación, de pobre sur frente al rico norte insular», señaló durante la ceremonia de apertura de los actos conmemorativos de esta efemérides, un acto en el que también intervino el técnico en Patrimonio y Roque Nublo de Gran Canaria 2020, Pedro Franco.
Tunte tuvo un nexo internacional con la creación de las salinas y la provisión a buques
Macías reivindicó el papel de las tierras y de los campesinos para abastecer la demanda de la capital y de otros núcleos urbanos, además de su aportación durante siglos a la economía de Gran Canaria, un papel humilde y alejado de las grandes élites y las grandes exportaciones.
Para empezar, el historiador reclama «borrar de la mente» el «falaz discurso histórico que interpreta nuestra economía en función de sucesivos monocultivos exportadores, primero de azúcares, luego vinos, después cochinilla y luego la triada plátanos, tomates y papas». A partir de ahí, justificó esos valores en que buena parte del patrimonio urbano de la isla tiene su origen en los grandes pinares que hasta el siglo XVI poblaron las medianías y cumbres del sur de la isla. «Los ricos artesonados de las iglesias y de las casonas, pisos, escaleras, balcones, se hicieron con la tea de los centenarios pinos. Y desde principios del siglo XVI la deforestación afectó a los pinares de Amurga, Fataga, Ayagaures, de los Lomos de Pedro Afonso y de las cabeceras del barranco de Arguineguín, cuyos tablones de tea conducían recuas de mulas al litoral costero para su embarque con destino a las obras de la capital y de los centros urbanos de la isla», relata.
Destacó también la importante actividad agropecuaria en las medianías y en las áreas costeras, en este último caso a partir del siglo XVII e impulsado por el Condado de la Vega Grande deGuadalupe, cuando se tornó necesario abrir minas en los barrancos para extraer aguas para regar el millo. «Los granos y quesos de las tierras altas se conducían en recuas de mulas y camellos al litoral, pues toda la red de caminos conectaba estas tierras con la costa. Y una flota de veleros cargaba todos los excedentes para conducirlos a los centros de consumo; y no solo de esta isla sino sobre todo al mercado donde eran más cotizados, el de Tenerife», apuntó Macías, «dada su elevada demanda de productos agropecuarios por su elevado déficit en virtud de su especialización vitivinícola exportadora a Europa y América».
El historiador resalta la importante actividad agrícola y ganadera a partir del siglo XVII
El historiador resaltó también la actividad pesquera del siglo XVII que conllevó a la construcción de las salinas para abastecer a los barcos. «La producción salinera en nuestro municipio representaba el 80% del total de esta industria» en el archipiélago.
Escenario internacional
Más allá de la tierra, Macías continúa rechazando la teoría del «pobre sur» por su posición en el escenario internacional -antes de la llegada del turismo-. «Los descubridores españoles de las tierras indianas, empezando por Colón, recurrieron a nuestro árido sur para aprovisionarse de agua, de toda clase de víveres y de leña para continuar su viaje atlántico. ¿Y dónde recalaban? Pues contrariamente a lo dicho por la historiografía, en el mar de calmas, en la ensenada de Maspalomas y en su puerto, el de Arguineguín», argumenta. Los campesinos bajaban a la costa para aprovisionar a los descubridores, hicieron lo mismo con los corsarios y finalmente con los buques de contrabando. «Un contrabando que destacó durante los años de 1820-1850, cuando el nuevo estado hispano cerró los puertos insulares al tráfico con las potencias europeas para reservar el mercado interior a la oferta industrial de su pobre y cara industria», reseña Macías, «y en el caso de la flota canaria que volvía de Cuba cargaba de tabaco, un preciado bien».
La segunda conexión internacional de supuesto «pobre sur» también comenzó con el crecimiento del cultivo del tomate a finales del siglo XIX, tanto en los llanos costeros como en las medianías y los barrancos.
Por todo ello, San Bartolomé de Tirajana, y más concretamente Tunte, se ganó el título de villa. «Y lo que vino luego, el turismo, es bien conocido por todos», concluyó el historiador.