El cineasta Steven Soderbergh empezó fuerte, ganando la Palma de Oro del festival de Cannes con su primer largo, ‘Sexo, mentiras y cintas de vídeo’, cuando solo tenía 26 años. Su filmografía posterior ha sido, con sus altibajos, una de las más ricas y flexibles de cuantas se hayan visto en el moderno cine estadounidense. Soderbergh ha sabido jugar en el ‘mainstream’ sin perder impronta personal: ahí quedan grandes ejemplos como ‘Un romance muy peligroso’ (una de las mejores adaptaciones a la pantalla de la obra de Elmore Leonard), ‘Traffic’ (que le valió el Oscar al mejor director en 2000), las tres primeras entregas (sin contar el original de 1960) de la saga ‘Ocean’s’ o la primera y tercera de ‘Magic Mike’. Cuando Hollywood quiso ficharle para coproducir la gala de los Oscar de 2021, su propuesta fue una especie de ‘after-party’ más parecida a unos Globos de Oro, aunque con el buen gusto de Questlove a los platos.
Al mismo tiempo, Soderbergh no ha dejado de seguir sus instintos más fieros y de jugársela explorando géneros familiares a través de ópticas innovadoras. Hace tres años grabó una primera película de terror, ‘Perturbada’, exhibición de la actriz Claire Foy, con un puñado de iPhone 7 Plus. En la segunda, ‘Presence’, que el jueves inauguraba la 57ª edición del festival de Sitges, nos pone en el pellejo de una presencia, un espectro indeterminado, a través de los largos y fluidos planos secuencia en gran angular que se pueden conseguir con la pequeña cámara digital Sony A9 III. Si eres Steven Soderbergh, claro.
Se supone que alguien con su carrera debería estar curado de ansiedades, pero el autor del nunca bien ponderado ‘remake’ de ‘Solaris’ –¡esa música de Cliff Martinez!– se mostraba algo inquieto por la respuesta que pueda tener ‘Presence’ en un festival con un público conocidamente amigo de las explosiones de violencia. «Cuando la gente oye la palabra ‘terror’, enseguida piensa en sangre, y no hay sangre en esta película«, ha comentado en un generoso, diáfano ‘junket’ de una hora con cinco medios seleccionados, entre ellos EL PERIÓDICO. «Tengo curiosidad por saber si la gente querrá seguir nuestro juego y acepta una película emocionalmente violenta, pero sin la clase de violencia que la gente asocia con la palabra ‘terror’«.
Algo ya vive en esta casa
Otra vez con guion de David Koepp (‘Parque Jurásico’, ‘Carlito’s Way’) después del ‘tecno-thriller’ ‘Kimi’ y antes del prometedor título de espionaje ‘Black bag’, Soderbergh cuenta aquí la historia (no por conocida menos efectiva) de una familia que compra una casa en las afueras y se lleva por el mismo precio la presencia del título, en un primer momento tan solo percibida por Chloe (Callina Liang), hija del matrimonio algo disfuncional formado por Chris (Chris Sullivan, ya empleado por Soderbergh en la memorable serie ‘The Knick’) y Rebecca (Lucy Liu), una madre prendada no de su hija sino de su hijo, Tyler (Eddy Maday), aunque éste se haya sumergido en la rebeldía sin causa. El fantasma se desliza por escenas familiares sin aparente ánimo de molestar en exceso… al menos hasta que no tiene otro remedio que influir.
Pregunto al director qué afán le movió en un primer momento, si el de contar una historia de fantasmas o el de jugar con esa cámara y esa clase de perspectiva. «Todo empezó porque algo pasa en nuestra casa de Los Ángeles –asegura con semblante serio–. Una de nuestras ‘housesitters’ [personas que cuidan la casa de alguien cuando los dueños no están] ha visto a una mujer. Una mujer murió en nuestra casa y, según dice un vecino, no por suicidio, como dice la policía, sino asesinada por su propia hija. Sabíamos esto al comprar la casa, y pasaron algunas cosas curiosas, pero nada que me hiciera sentir miedo. Después, una amiga de mi esposa vio a una mujer moviéndose al fondo del pasillo; del baño a la habitación donde se encontró el cuerpo de la fallecida. Eso me hizo pensar: ¿cómo se siente esa presencia? ¿Qué piensa de que nos mudemos a su casa?«.
Kubrick y Amenábar
Por otro lado, le atraía la idea de hacer una película filmada en primera persona realmente satisfactoria. Para él no existe ninguna que lo sea del todo, ni siquiera ejemplos pioneros como ‘La dama del lago’ o (37 minutos de) ‘La senda tenebrosa’. «El deseo de girarte y ver el otro lado es, creo, insuperable. En este caso, no hay nada que se pueda mostrar. Espero que ese impulso de mirar a los ojos del protagonista se difumine enseguida. En dos planos entiendes cómo funcionará todo y estarás satisfecho con ello». Sobre todo si eres un espectador abierto a las viejas historias contadas de formas novedosas.
A la hora de señalar influencias, Soderbergh no puede negar el permanente influjo de Kubrick, cuya huella se apreciaba ya en ‘Solaris’ y cuya ‘2001: Una odisea del espacio’ se atrevió a podar en 2015 en un montaje alternativo. De camino a Sitges pensaba también, nos cuenta, en lo mucho que conecta ‘Presence’ con ‘Los otros’ de Amenábar. «La aritmética del argumento me parece preciosa. Y el director juega limpio: si vuelves atrás y sigues todo lo que haces, entiendes que nunca hace trampa».
Sitges (casi) como de costumbre
El jueves se respiraba en Sitges el ambiente de cada año. El frenesí de fans, todavía con energía en el día uno, corriendo de una sala a otra sin apenas tiempo para dar bocado. El desfile de camisetas de terrores clásicos. Y antes, bastante temprano, la cola de los niños ante el Auditori para la sesión escolar, en este caso el estreno mundial de ‘Dalia y el Libro Rojo’. Todo resulta familiar, todo salvo la falta en las agendas del Retiro, espacio emblemático que está siendo objeto de unas necesarias remodelación y actualización. Según prometió Ángel Sala, director artístico del certamen, en su presentación del pase matinal de ‘Presence’, «el año que viene la tendremos de forma espectacular». Las salas, eso sí, siguen siendo siete: el renovado espacio Escorxador vuelve a acoger proyecciones del certamen.
Algunos números que hablan aún mejor de la expansividad del festival: este año habrá, dicen las cifras de la organización, ciento diez photocalls, doscientos treinta y cuatro largos, ciento doce cortos, casi veinte siete mil minutos de metraje y más de quinientos cincuenta talentos invitados. Se hará cuanto se pueda por contarles aquí todo lo esencial.