«Todo está saliendo bien». Es la frase que la pequeña Martina, positiva por naturaleza y el gran motor de su familia, repite desde que su padre, el guardia civil Marcos Trotiño (Pontevedra, 1983), despertara del coma en el que estuvo sumido durante casi cuatro meses y comenzara una recuperación que él mismo califica de «milagro». Este agente, que es la viva imagen de la vocación y el sentido del deber, resultó gravemente herido en junio del 2023 cuando, estando fuera de servicio, vio cómo unos jóvenes cometían un robo en una tienda de deportes del centro comercial Salera.
La víspera de su aniversario y pese a estar de compras con su familia, no se lo pensó dos veces y echó a correr tras los delincuentes. La mala suerte hizo, sin embargo, que Marcos fuera atropellado durante la persecución por una joven conductora, que tan solo hacía diez días que tenía el carnet.
«Volvería a hacer lo mismo. Si volviera a ese momento, lo único que cambiaría sería mirar a ambos lados de la carretera», explica el guardia civil en una entrevista concedida a este periódico durante una visita a Mediterráneo. Recientemente distinguido por la Policía Local de Castelló en el día de su patrón y ovacionado por todos los presentes en el acto, Marcos se esfuerza cada día por que su vida se parezca a la que él recuerda, antes del fatídico accidente.
Periplo sanitario
Tras un periplo sanitario que lo ha llevado –siempre junto a su inseparable mujer, María; y su hija, Martina–por numerosos hospitales y centros de recuperación españoles, hoy la familia se ha establecido en Corvera (Asturias), tierra natal de María. «Allí hago cuatro horas de rehabilitación cada día y mi objetivo es poder andar. Sé que debo ser paciente. Los médicos me piden que vaya paso a paso y mi familia celebra mis progresos, pero para mí todo esto va muy lento. No hay techo en mi recuperación», admite el guardia civil, quien se encuentra de baja y a quien han reconocido un 95% de discapacidad. «Yo no tengo recuerdos de lo que pasó. Lo último que tengo en mi cabeza es de 15 días antes del accidente, así que yo me comparo con el hombre que era antes de esto», explica.
Aunque su mujer le pide que no diga esas cosas, Marcos reconoce que cuando despertó del coma y vio que no podía hablar, ni moverse «solo quería morirme». Un sentimiento de lo más humano, más que comprensible en un primer momento, teniendo en cuenta las gravísimas secuelas sufridas. Pero si algo queda claro cuando te sientas frente a Marcos es que es un luchador, un superviviente que no solo desafió todo pronóstico médico (devastadores, por cierto), sino que cada día hace grandes esfuerzos por mantener una conversación, ganar movilidad en un brazo o dar unos pasos. Resulta casi imposible contener las lágrimas viendo su ejemplo.
Y si hablamos de ejemplos, no hay palabras para describir el apoyo incondicional de María, a quien la vida se le paró de repente. Tuvo que dejar su trabajo como vigilante de seguridad, hacer de madre y padre al mismo tiempo y enfrentarse a los durísimos trámites administrativos y médicos para intentar que Marcos mejorase. «Sin ella, no estaría aquí»,
La «ruina» económica
«Lo que nosotros hemos vivido es la ruina para una familia. Pasamos por el Hospital General de Castellón o el Hospital Cabueñes de Gijón, que son públicos, pero también por privados como el Instituto de Neuro-rehabilitación Quirónsalud en Poio (Pontevedra) y el Instituto de Rehabilitación Neurológica de Vigo. En el caso de este último centro, los gastos ascendían a 12.000 euros al mes. Unas cifras con las que ha corrido, en gran medida, el seguro del coche de la conductora que lo arrolló hace 15 meses», cuenta María.
Por su parte, Marcos recuerda con pesar el trato en algunos centros médicos. «Las personas con daño cerebral no somos árboles, somos personas» reivindica el agente, cuya mujer se negó a que lo llevaran a cuidados paliativos cuando los desahuciaron e inició su propia cruzada, confiando en que el guardia civil se recuperaría.
En todo este tiempo son muchos los amigos y familiares que los han acompañado. Su agradecimiento es general, si bien destacan el apoyo de toda la Guardia Civil y, en especial, del teniente coronel José Cutillas por ser «como un padre». También se lo agradecen a la comandante psicóloga de Castellón, Mari Carmen López; a la Federación Española de Daño Cerebral; a la familia política de Marcos, volcada en ayudarlos.
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