Hasta 1844 existieron en la Tierra alcas gigantes, una especie de aves que, según testimonios de la época, en tierra eran torpes, pero nadaban extraordinariamente rápido, saltaban con enorme agilidad sobre las olas y permanecían cerca de media hora sumergidas. Después de que el capitalismo les otorgó un elevado valor económico, fueron barridas del planeta. Ya nadie puede verlas.
Durante milenios las alcas gigantes convivieron, sin problemas, con el hombre. Pero, como les ocurrió a muchas especies, en cuanto el capitalismo les asignó un valor económico (y en este caso muy elevado) se selló su destino y fueron cazadas hasta la extinción.
En 1994 se subastó en la prestigiosa casa Sotheby’s un ejemplar mal embalsamado de alca gigante (Pinguinos impennis) por un precio de salida de 30.000 libras esterlinas. No era, ni de lejos, el primer ejemplar de un alca gigante con el que se comerciaba, ni mucho menos el más caro.
Desde mediados del siglo XVIII y especialmente durante la primera mitad del siglo XIX se desató una extraña obsesión entre las clases más adineradas europeas y norteamericanas por poseer huevos o ejemplares disecados de alca gigante, hasta el punto de que las cáscaras de sus huevos, las pieles naturalizadas, o los individuos disecados de la especie alcanzaron cifras de récord en las más prestigiosas casas de subastas del mundo (Sotherby’s, J. C. Stevens, Christie´s, Bonhams…). Como ejemplo, un huevo de alca gigante (y no digamos un ejemplar bien disecado) valía mucho más que un buen cuadro de un pintor de moda.
Extraña manía
Nadie sabe por qué se desató entre los poderosos la extraña manía por coleccionar huevos de alca gigante. Tal vez la explicación esté en que se trata de unos huevos enormes (de unos 400 gr. de peso), con patrones de manchas oscuras de lo más diverso. Pero el mercado de huevos de alca gigante llegó a ser un negocio tan próspero que incluso se publicaron diversos libros explicando cómo vaciar su interior y conservar la cáscara.
Algunas de las familias más acomodadas llegaron a tener magníficas colecciones de huevos de alca gigante, muchos de ellos con patrones de manchas extremadamente complejos. Con el tiempo se demostró que, aunque se trataba de verdaderos huevos de alca, a menudo estaban pintados artificialmente. Si un huevo valía más que un buen cuadro, salía a cuenta hacer una falsificación.
Muchos de quienes no podían pagar semejante fortuna se conformaban con unas cuantas plumas de alca, que también valían lo suyo. En todo caso el mercado llegó a ser tan importante que una legión de avispados brókeres, con buenos contactos en la alta sociedad, se dedicaron, durante casi un siglo, a comerciar con alcas gigantes. Para ello organizaban grandes expediciones para cazar alcas y recolectar sus huevos.
Hasta 100 coronas por los últimos ejemplares
Algunas de estas expediciones tuvieron lugar incluso durante las guerras napoleónicas. Los franceses organizaron un par de expediciones de caza de alcas a nivel “industrial” entre 1808 y 1813. Pero los mayores raids contra las alcas gigantes se produjeron hacia 1830-1831.
Como era de esperar la población de alcas cayó en picado. Y mientras menos quedaban más valían, por lo que resultaba más rentable cazarlas. La última gran expedición en busca de Alcas gigantes tuvo lugar en 2 de junio de 1844, organizada por un “broker” (llamado Carl Siemsen) que contrató al pescador Vilhjalmur Hakonársson. Este reclutó a una serie de marinos, cazadores y pescadores expertos. Acabaron con las últimas alcas gigantes sobre la Tierra. Le pagaron 100 coronas danesas por ejemplar.
Desde entonces nunca más se volvió a tener noticias de ningún otro ejemplar de alca gigante vivo.
Ancestral atractivo
Desde siempre las alcas gigantes y sus enormes huevos atrajeron la atención de los seres humanos. Su representación más antigua, tanto de ejemplares adultos como de huevos, está en las pinturas rupestres de la Gruta Cosquer (Marsella, Francia), fechadas hace 27.000 años.
A lo largo de la historia infinidad de seres humanos pudieron ver alcas gigantes, pues su área de distribución era enorme: la costa norteamericana desde Florida hasta el norte de Canadá, Groenlandia, Islandia, Escandinavia, el Báltico, Islas Británicas, Europa Occidental, la costas atlántica de Marruecos y el Mediterráneo Occidental. Los romanos las describieron y pintaron profusamente. Pero ya nadie puede verlas.
Por supuesto que las causas de la extinción de las alcas gigantes (y de cualquier otra especie) son multifactoriales. En la extinción de estas aves seguramente influyó el incremento de la pesca que mermó sus recursos. También en 1830 un terremoto sumergió en el mar la isla de Geirfuglasker que era uno de los lugares de cría de alcas gigantes en Islandia. Pero hay una causa “sine qua non” y en este caso fue su caza abusiva (tal y como ocurrió con las palomas migradoras) y el esquilmar sus huevos.
Últimos testimonios
Hoy en día existen colecciones de huevos de alcas gigantes, y ejemplares disecados y naturalizados, en su mayoría muy mal hechos. Apenas nos permite hacernos una idea de cómo era un ave magnífica, incapaz de volar, pero que evolucionó para ser un nadador prodigioso.
Según testimonios de pescadores de la época “en tierra eran torpes, pero nadaban extraordinariamente rápido, saltaban con enorme agilidad sobre las olas y permanecían cerca de media hora sumergidas”.
Durante milenios las alcas gigantes convivieron, sin problemas, con el hombre. Pero, como les ocurrió a muchas especies, en cuanto el capitalismo les asignó un valor económico (y en este caso muy elevado) se selló su destino y fueron cazadas hasta la extinción.
Referencias
Clottes J, Courtin J, 1994. La grotte Cosquer, Éd. du Seuil.
Finlayson C. 2011. Avian Survivors: History and Biogeography of Paleartic Birds. Bloomsbury Publishing. p. 157.2011.