Se ha escrito en más de una ocasión que Mallorca es la «isla de la calma». Ahora bien, esta afirmación no es del todo cierta. Es más, hubo un tiempo, especialmente durante el siglo XVII, en que Mallorca vivió bajo una espiral de violencia y terror. Uno de los episodios más conocidos de ese período fue el atentado de 1619 que costó la vida al juez de la Real Audiencia, Jaume de Berga.
Según el historiador Jaume Serra, las banderías de Canamunts y Canavalls eran herederas de los atávicos enfrentamientos entre las Casas de los Puigdorfilas y Torrellas, durante el siglo XVI. En 1619, durante los meses previos al atentado de Jaume de Berga, había un pequeño grupo de personas de Canamunt encargadas de conspirar y perpetrar los asesinatos. Para entender la tirria que le tenían los Canamunt al juez de la Real Audiencia se deben conocer los antecedentes.
Por lo visto, a Berga no se le puede adscribir a ninguna bandería concreta y, aunque pueda parecer extraño, era un ciudadano mallorquín con la convicción de que el imperio de la Ley está por encima de los lazos de familia o bandería. A lo largo de su trayectoria profesional se observa que sus actuaciones van encaminadas a reforzar el poder real. Ello explica la dureza de algunas de sus sentencias que a su vez le comportaron no pocos enemigos. Los asesinos elaboraron una lista de personas, futuras posibles víctimas, entre las cuales se encontraban el mismísimo virrey de Mallorca, algo impensable para un juez que quería reforzar el poder del rey.
Los Canamunt se la tenían jurada y maniobraron un plan. El asesinato de Berga se produjo durante los primeros años del conflicto, en plena vorágine de asesinatos indiscriminados entre los dos bandos.
«Què em som jo de la mort d’en Berga?»
El crimen desató uno de los juicios más importantes en la historia del reino, ya que sucedió frente a la vivienda de Berga, lo que hizo que gran parte de la población de Palma fuese considerada sospechosa.
Debido a que el homicidio se calificaba como un delito a una majestad, se llevaron a cabo medidas excepcionales y se interrogó a muchos habitantes de la ciudad, incluso si no tenían relación alguna con el crimen. Por el temor a ser interrogados, la expresión «Què em som jo de la mort de’n Berga», que significaba que el asunto no les concernía, se hizo popular entre la población.
Ahora, convertido en una fiesta
La ya tradicional batalla de verano entre los bandos de Canamunt i Canavall se ha celebrado por todo lo alto en el seno de la Catedral con una asistencia multitudinaria. El rojo y el amarillo -los colores de Canamunt i Canavall respectivamente han teñido las calles de Ciutat, las cuales se han convertido en un campo de guerra ocupado por soldados armados con pistolas de agua.
Como viene siendo habitual, a las cuatro de la tarde, los bandos se dan cita en dos plazas de la ciudad para preparar el combate y disfrutar de las xarangas que amenizan la espera. Canamunt calienta en la plaza Sant Jeroni, Canavall en la plaza Drassana.