El universo de Chaplin siempre habitó los márgenes. Charlot, ese personaje inmarcesible de chaqueta raída, zapatones desvencijados y bombín dos tallas más pequeño como inconfundible signo de distinción, era uno más de todos aquellos a los que despreciaba la atildada sociedad londinense de principos de siglo XX.
Si hay un pueblo despreciado y perseguido de manera sistemática a lo largo del tiempo ése es el gitano. Por eso, quizás, cuando Charles Chaplin encontró el éxito y la fama a través de sus películas, era una estrella en Hollywood y se adaptó con destreza al paso de cine mudo al sonoro nunca habló en público de sus verdaderos orígenes, aunque mantuvo el compromiso tras la cámara.
Con la pátina del humor, esa sonrisa que esconde tantos dramas, la obra de Chaplin se lee entera como el homenaje a todos aquellos a quienes cuesta mirar de frente: niños harapientos, enfermos mentales, borrachos, vagabundos y solitarios. Qué es sino El chico, una de sus películas más aclamadas y universales, sino un canto a la supervivencia.
¿Nació Chaplin en un asentamiento gitano en Birmingham?
La versión oficial de sus orígenes es la que el propio Chaplin escribe en su autobiografía Historia de mi vida, publicada en 1964, en el otoño de su vida, en la plácida estabilidad que le concedió el matrimonio con Oona O’neill -con la que tuvo cinco hijos-. En ese libro escribe: «Nací el 16 de abril de 1889, a las ocho de la noche, en East Lane, Walworth. Poco después nos mudamos a West Suare, St. Goeorge’s Road Lambeth. Según mi madre, el mundo al que yo llegaba era un mundo feliz».
Sin embargo no es éste la verdadera cuna de Charles Chaplin. No según la tesis que defiende el documental Chaplin, espíritu gitano, título que ha clausurado la sección Zinemira del festival de San Sebastián que este sábado ha recogido el Premio Irizar del cine vasco. Este documental supone el punto y final a un trabajo de años en el que Michael Chaplin, primogénito de ese matrimomio, ha tenido un papel crucial.
Su hija Carmen es la directora de esta película que parte de un secreto: la carta que durante años, y hasta el fin de sus días, mantuvo Charles Chaplin, su abuelo, guardada bajo llave en la mesita de noche de su habitación en la residencia familiar de en la casa de Corsier-sur-Vevey, a los pies de los Alpes, en Suiza, a donde se exilió después de ser uno de los objetivos principales del senador McCarthy durante la controvertida caza de brujas en Hollywood.
El asentamiento gitano de Black Patch, en Birmingham
La carta fue encontrada por sus hijos, a la muerte de Oona, mientras vaciaban de enseres esa residencia que, con el tiempo, se ha convertido en la casa museo Charles Chaplin. Remitida por un desconocido Jack Hill, la misiva venía a decir que, pese a lo relatado en su autobiografía, no nació en Londres sino en el asentamiento gitano más importante de Inglaterra, Black Patch, en el parque de Smethwick, a las afueras de Birmingham, en la caravana de la reina Henty. En la época, una matriarca que bendecía los partos y servía de consejera para todos los romaníes de la zona.
Pese a lo relatado en su autobiografía, el documenta defiende que no nació en Londres sino en el asentamiento gitano más importante de Inglaterra, Black Patch
Al parecer, según el remitente de la carta, estaba plenamente convencido de que Chaplin no nació en Londres sino entre carromatos, porque él mismo fue alumbrado allí dos años y medio después. “No sabes dónde naciste o, de hecho, no sabes quien eres…», le reprocha en la carta.
En el documental, donde hay un gran trabajo de documentación y la participación activa de la familia, hay un protagonismo grande de la madre de Charles Chaplin, Hannah, mujer abandonada por su marido, cómica del music hall de precario equilibrio mental que crió a sus hijos, Spencer y Charlie, en la más profunda pobreza.
En las primeras páginas de sus memorias, Chaplin reconoce las raíces gitanas de su abuela materna, de las que le habló por primera vez su madre. “Mi abuela era medio gitana. Este hecho constituía la vergüenza de la familia. Sin embargo, se ufanaba de que los suyos habían pagado siempre el alquiler del terreno donde acampaba la tribu”, relata.
¿Compartió esta carta con su esposa?, ¿Llegó a contactar con e remitente de la carta? El documental indaga en estos misterios a la vez que supone para Michael Chaplin un viaje iniciático por los lugares que marcaron la vida del cineasta.
También es, en parte, un reencuentro con su padre, del que vivió muy alejado durante años, desde que se fue de casa para casarse con 19 años, con la actriz Patricia Johns, en la embajada británica de Barcelona, sin la presencia de sus padres y protagonizando todos los clichés de la época y la edad.
Como confesó hace dos años en una entrevista para Vanity Fair, en la génesis de este proyecto, que ha corrido en su proceso multitud de vicisitudes, “era pequeño de estatura pero de personalidad abrumadora”.
‘El gran dictador’, el compromiso hecho película
Más allá de la vida que tenga en salas esta película, coproducida en parte por la familia y con la participación de RTVE, lo cierto es que, habiendo sido el personaje y obra de Chaplin estuadiada y mil veces documentada, Chaplin, espíritu gitano parte de una perspectiva inédita hasta ahora: cómo las raíces gitanas de Charlie, fuera o no consciente de ellas, influyeron en su cine.
¿Qué es si no el discurso final de El gran dictador? En el tiempo del ascenso al poder de Hitler, que llegó a instigar el asesinato un millón y medio de gitanos, según los historidades e investigadores del Holocausto, Chaplin estrenó El gran dictador (1940), que no pudo verse en España hasta la muerte de Franco. En ella, Chaplin, el vagabundo, el errante, es confundido con el dictador Adenoid Hynkel, parodia del führer.
El discurso final sigue siendo hoy el mejor antídoto contra los fascismo, los discursos de odio y la intolerencia: “En este mundo hay sitio para todos”.
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