Primero fue el asesinato a finales de julio de Ismail Haniyeh mientras se alojaba en calidad de invitado en una casa de huéspedes de la Guardia Revolucionaria iraní. Y el viernes fue la liquidación de Hasan Nasralá, el rostro de su Eje de la Resistencia, mientras celebraba una reunión de la dirección de Hizbulá en un búnker bajo un edificio del sur de Beirut. Ambos golpes, firmados por Israel, son un acto de humillación a la República de los Ayatolás y un desafío total a “la paciencia estratégica” de la que Teherán siempre ha presumido en público.
Desde el sábado los partidarios de Hizbulá y Hamás debaten en canales de Telegram la respuesta de Irán. Algunos incluso comparten en público su desesperación e incluso su desconfianza hacia Teherán y la posibilidad de que firme cualquier represalia por las acciones de Israel. “Los dirigentes iraníes están sometidos a una enorme presión por parte de su base de apoyo y del llamado ‘Eje’ para que tomen represalias enérgicas. No perderían ni un día si pudieran hacer un ataque como el del 13 de abril o incluso más fuerte, pero no están en absoluto seguros de poder salirse con la suya esta vez”, señala a El Independiente Farzin Nadimi, experto en defensa del The Washington Institute.
«Aprieto estratégico»
Para Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson, se trata de un “aprieto estratégico”. “En estos momentos Hizbulá e Irán se encuentran en un aprieto estratégico. Irán ha sido golpeado muy duramente”, agrega el analista. El doble asesinato, jalonado además de una campaña de explosiones de sistemas de comunicación de Hizbulá con la sombra del Mosad, lanza un mensaje, además, a su red de organizaciones en Oriente Próximo. “La pregunta es qué significa esto para la influencia regional de Irán. Teherán se ha esforzado mucho en las dos últimas décadas por ampliar su influencia. Hizbulá, y en particular Nasralá, eran la clave, la joya de la corona de esta política”, arguye.
La respuesta será lenta y constante. Creo que la República Islámica sabe claramente que está superada. Tienen muy pocas opciones y todas son malas
“En lo que respecta a Líbano, la influencia de Irán en algún momento se verá definitivamente debilitada. En cuanto a la región y la influencia de Irán en Irak, Yemen o Siria, tenemos que esperar y ver. Pero es evidente que existe una decisión israelí apoyada por Estados Unidos y algunas potencias occidentales de hacer retroceder el papel de Irán en la región. No es inconcebible que en algún momento haya negociaciones sobre el papel regional de Irán tras el asesinato de Nasralá. Esto se hará no sólo con Occidente e Israel, sino también con los países de la región, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y otros. Pero, en definitiva, esto puede ser el comienzo del debilitamiento de la política expansionista de Irán en la región”, agrega.
A juicio de Vittorio Maresca, analista de Alternative Policy Institute en Beirut, “Hizbulá es, históricamente, el aliado más leal de Teherán entre sus socios no estatales en la región”. “En primer lugar porque ha compartido lazos sectarios, pero también ideológicos, sobre todo porque el ahora difunto líder de Hizbulá, Nasralá, creía en Wilayat al Faqih, es decir, en el liderazgo del ayatolá Sayed Ali Jamenei”, subraya. “Pero lo que hemos observado en el último año más o menos, ha sido la reticencia de Irán a salir directamente en defensa de Hizbulá, lo que se debía a dos factores principales: primero, las limitaciones del país, y segundo, las ventajas de Israel”, apunta Maresca. “Básicamente, la doctrina iraní se basa en capacidades militares asimétricas, incluyendo drones, misiles balísticos y una red, la famosa red de aliados no estatales y apoderados. Esta red, que incluye a Hizbulá, no está preparada para participar en una guerra a gran escala o prolongada”, agrega.
Calcular fortalezas y medir respuesta
Ante ese órdago la República de los Ayatolás debe ahora calcular sus fortalezas y flaquezas y medir su respuesta, probablemente a fuego lento. “La respuesta será lenta y constante. Creo que la República Islámica sabe claramente que está superada. Tienen muy pocas opciones y todas son malas. En estos momentos, Israel está tratando de demostrar, mediante toda una serie de movimientos audaces e incluso de escalada, que está dispuesto a sacar las piezas iraníes del tablero de ajedrez”, señala a este diario Benham Ben Taleblu, investigador del think tank Foundation for Defense of Democracies. “La República Islámica sabe que no puedo ganar esta lucha de forma directa y convencional. Mi temor es que redoblen su actual estrategia de absorción y paciencia estratégica y que desplacen su tiempo y su atención a redoblar el programa nuclear mientras todo el mundo se fija en los apoderados en la región”.
“Irán es consciente de que militarmente Israel ha estado ganando en la región, pero políticamente, las líneas de tendencia eran todas favorables a Irán hasta las últimas dos semanas. Ahora, debido a este deseo israelí del ojo por ojo con Hizbulá y el Líbano, la escalada con buscapersonas y los ataques a la infraestructura crítica, los lanzadores o el arsenal, e incluso contra comandantes importantes, les ha humillado”, alega Ben Taleblu.
Es más probable que opten por otras vías, como apoyar a Hizbulá en la fase terrestre, disparando misiles y drones indirectamente
Una estrategia que volvería a dejar la respuesta de Irán en manos de su red de apoderados, desde las milicias chiíes en Siria e Irak hasta los hutíes en Yemen. “Su arsenal de misiles efectivos de largo alcance no es ilimitado. Así que ese es el razonamiento que ha llevado a Irán a colaborar con actores armados no estatales en toda la región. En primer lugar, por supuesto, para ampliar su alcance geográfico y también para obtener acceso directo a Israel. Y Hizbulá ha estado a la vanguardia de esta red, que ha desempeñado un papel fundamental en los cálculos militares contra Israel”, comenta Maresca. “Es más probable que opten por otras vías, como apoyar a Hizbulá en la fase terrestre, disparando misiles y drones indirectamente, no desde territorio iraní, llevar a cabo operaciones terroristas de alto perfil o atacando barcos israelíes directamente”, vaticina Nadimi.
En el caso de Hizbulá la clave, resalta el analista Andreas Krieg, es si “Irán les dará la capacidad y la luz verde para utilizar sistemas de armas estratégicas o si Hizbulá, como organización, emplee misiles balísticos”. La apuesta por la hoja de ruta seguida hasta ahora obliga a una respuesta comedida. Una guerra total y abierta entre Israel e Irán, que algunas fuentes en Tel Aviv no descartan, resultaría devastadora para toda la región, pero perjudicaría especialmente a Irán, cuya economía ya se halla en una situación delicada y cuyas instalaciones petrolíferas podrían ser especialmente vulnerables a los ataques.
Dos escenarios
El golpe a la estructura regional que diseñó Qasem Suleimani, asesinado por Estados Unidos en 2020, podría forzar también a Irán a cambiar o extremar la estrategia. “La muerte de Nasralá podría configurar el enfoque diplomático de Teherán hacia Occidente de dos maneras distintas: el primer escenario es que estos acontecimientos podrían profundizar la desconfianza de Irán hacia Occidente e introducir nuevos obstáculos a los esfuerzos diplomáticos. En Irán ya hay voces que piden el fin de las negociaciones sobre el expediente nuclear y abogan por el desarrollo de un arma nuclear como elemento disuasorio definitivo contra Israel”, destaca Maresca.
“En el otro escenario -asevera- Irán podría reconocer sus limitaciones en este momento y adoptar un enfoque pragmático más característico, en línea con el concepto que Khamenei denomina retirada táctica, mencionado tras la muerte de Haniyeh. Y en este caso, Irán acelerará su esfuerzo hacia un nuevo acuerdo con Occidente, que potencialmente se extienda más allá de la cuestión nuclear para abordar también asuntos regionales con el fin de evitar la amenaza de guerra, pero también para restaurar su fuerza y estabilizar su economía interna”.
La resolución de la incógnita podría acercar el abismo a una región acostumbrada a bordear siempre el precipicio. Dejar la represalia en manos de sus actores en la región mantendría parte de ese status quo que ha marcado Oriente Próximo, con las pantallas intermedias con las que desde hace años se relacionan Israel e Irán.