Un año después del incendio que arrasó dos discotecas en Murcia y costó la vida a trece personas, los familiares de los fallecidos y las víctimas supervivientes siguen devastados y claman por mantener viva la memoria y por que se haga justicia y los responsables de la tragedia asuman su culpa.
“Nos quitaron a nuestros seres queridos, nada nos los va a devolver, pero sí esperamos que se haga justicia. Que los responsables salgan y paguen por ello; que asuman lo que se hizo mal, y que se tomen medidas para que una tragedia así no vuelva a ocurrir, que no se permita que un local que no cumple los mínimos requisitos siga abierto”.
Son las palabras con las que Kely Gómez, que perdió en el incendio a su hermano Kevin, resumesu sentir, que es compartido por la mayoría de las víctimas del trágico incendio de las discotecas Teatre y Fonda Milagros ocurrido en la madrugada del 1 de octubre de 2023, del que este martes se cumple un año.
Para ella, sin embargo, es como si el siniestro “hubiera pasado ayer”, pues en este tiempo no ha podido dejar de revivir el momento en el que voló desde su Colombia natal hasta Murcia para corroborar el fallecimiento de Kevin.
Una investigación judicial con 3.800 diligencias, 17 testigos y 6 investigados
Ese pasaje de avión, asegura, es la única ayuda que ha recibido de las administraciones desde que ocurrió la desgracia y, desde entonces, siente que las víctimas están “luchando solas” en un procedimiento judicial que, aunque ha tenido avances (se han practicado unas 3.800 diligencias, tomado declaración a 17 testigos e interrogado a seis investigados), a los afectados se les está haciendo “demasiado lento”.
“Una siente ansiedad, siente tristeza, y también cierta decepción al ver que los responsables de las salas y la administración tratan de eludir su responsabilidad. Eso es lo más doloroso cuando hay pruebas tan evidentes”, lamenta.
Se refiere a las evidencias de los informes de policía, bomberos y peritos que apuntan con apenas ningún género de dudas a que el siniestro se originó por el uso negligente de una máquina de fuegos fríos, y que acabó con el trágico desenlace de las trece muertes por una larga lista de incumplimientos de la medidas de seguridad de las salas, que estaban abiertas al público a pesar de que tenían una orden de cese de actividad dictada por el Ayuntamiento desde dos años antes del incendio.
«Es inhumano que los culpables no hayan expresado una palabra de perdón»
Para Jairo Correa, esa falta de asunción de responsabilidades va más allá: “Para las familias es triste, es complicado, es ofensivo e inhumano, que quienes fueron culpables no hayan expresado siquiera una palabra de perdón, un arrepentimiento”, señala.
Su hija, Leidy Paola, pareja de Kevin, envió a las 6:06 horas de aquel trágico domingo un desgarrador mensaje de audio dirigido a su madre para despedirse de ella.
“Es como haber muerto con ella, es una tristeza que no para”, resume el padre, y explica que cuando escuchó el mensaje se prometió que “movería lo que fuera, que no abandonaría jamás esta tarea de que se haga justicia”.
Correa reivindica que las trece muertes no fueron fruto de un “accidente fortuito”, sino de una cadena de “negligencias”, y clama por que no vuelvan a ocurrir.
Más ingenieros e inspecciones en locales de ocio: 18 cierres en el último año en Murcia
A raíz de este incendio, en febrero de 2024, el Ayuntamiento de Murcia actualizó sus protocolos de legalización de negocios, reforzó varios servicios municipales con un total de seis nuevos ingenieros técnicos y endureció las inspecciones: en lo que va de año, se han cerrado 18 locales dpor diversos incumplimientos, de los que cinco continúan cerrados.
“Sabemos que la justicia, que la administración, que todos los procesos son lentos. Mientras, los que quedamos aquí, tratamos de sobrevivir poco a poco, pero un año después la herida todavía está en vivo. Y va transcurriendo el tiempo y la gente lo va olvidando, pero nosotros no podemos olvidar”, cuenta Ferney Lozano, que sobrevivió al incendio, pero perdió a su mujer, Olga Lucrecia Nieto, a la que todos conocían como “Lula”.
Los dos trabajaban en el local, él como animador y ella como camarera, aunque sin contrato y sin estar dados de alta en la seguridad social.
Por eso, Lozano avisó al responsable de la discoteca cuando comenzó a ver el humo, ayudó a desalojar la sala utilizando la linterna de su teléfono móvil cuando se apagaron las luces de emergencia y no respondió a la llamada de su pareja, pensando que estaba a salvo en la calle.
Tanto la hija de Lula, que tenía 17 años en el momento de la tragedia, como él mismo, siguen en tratamiento psicológico desde entonces y echan en falta que no se haya ofrecido ninguna ayuda en ese plano a los afectados, ya que la mayoría siguen requiriendo el tratamiento.
Es el caso de Valeria Ceballos, que además de atención psicológica y psiquiátrica, ha tenido que recibir medicación para poder conciliar el sueño: ella fue la última persona que salió con vida de Fonda Milagros la noche del incendio.
«Nadie nos ha contactado. Creo que ni se han enterado de que existimos»
“Todo fue bastante caótico, pasamos de estar riendo y bailando a salir corriendo, en la total oscuridad, sin ayuda, por nuestra cuenta. Después, como es lógico, toda la atención, toda la ayuda, se centró en las familias de los fallecidos. Pero en todo este año, nadie, ni de las administraciones, ni del ayuntamiento, nos ha contactado para darnos ningún apoyo. Creo que ni siquiera se enteraron de que existimos”, lamenta.
Por eso, ha recibido con sorpresa la noticia de que el Ayuntamiento de Murcia tiene previsto celebrar un homenaje este 1 de octubre: “Está bien un reconocimiento, pero de qué sirve mientras se retrasa la situación de dar la cara y contar realmente lo que pasó. Lo que serviría de verdad es poner medidas para evitar que esta tragedia vuelva a pasar”, reivindica.
Su amigo Efrain Montiel, que también sobrevivió al incendio, cree que sí ha habido un avance en materia de controles e inspecciones desde el incendio, aunque piensa que aún queda mucho por recorrer.
Su mujer, que también estaba en Fonda la noche del incendio, y él siguen en tratamiento psicológico, no han vuelto a pisar una discoteca y las pocas veces que han salido a comer o cenar revisan el local, se sientan cerca de la puerta y tienen que hacer enormes esfuerzos por no revivir la noche de la tragedia y echarse a llorar.
No obstante, se siente afortunado: sabe que muchos de los afectados ni siquiera son capaces de hablar de la tragedia, como corrobora el abogado Pedro López Graña, que representa a los familiares de otros dos de los fallecidos, John Altamirano y Tania Salazar, quienes, asegura, se sienten “devastados”, no quieren hablar con los medios de comunicación por el dolor que les produce revivir el incendio, y solo desean justicia, pero también, ayuda, pues sienten que han quedado “desamparados” y “abandonados” después de las “buenas intenciones y palabras esperanzadoras” de los primeros días.
En ese sentido, la abogada Ainhoa Azpeitia, que representa a la familia de Orfilia Blandón, también fallecida en el siniestro, advierte de la situación de “total vulnerabilidad económica y social” en la que han quedado estos y otros familiares de víctimas, que dependían económicamente de ellos, tanto en España como en sus países de origen.
Las víctimas se concentran a las diez horas de este lunes a las puertas del Ayuntamiento de Murcia para trasladar este sentir de “abandono de las administraciones”, de falta de depuración de responsabilidades, pero también de “solidaridad y empatía” con quienes sufrieron la tragedia.