¿Qué condiciona más: la suerte o el talento? Hay quien dice que todo se aprende. Y puede que sea verdad. Pero sin duda aguantar bajo palos sin que te tiemble el párpado es de esas cosas que tienen que venir de serie, que llevas en la sangre que se hiela cuando llega el momento decisivo. Joan García lo intentó, pero no pudo salvar al Espanyol ante el Betis (1-0), que terminó decantando la balanza a su favor con un tanto de Lo Celso en el 85.
El Espanyol sufrió sobremanera en el Benito Villamarín. No fue porque el Betis le sometiera o anulara con su fútbol, sino porque quiso ser, pero no fue capaz. El equipo de Manolo Gónzalez se plantó con ciertas reticencias ante el equipo andaluz. Sabía que en escenario hostil y con la mala dinámica (dos derrotas consecutivas previas) cada pequeña decisión podría ser clave para llevarse los tres puntos de vuelta a casa. Aunque para que un plan salga bien hay que tener el día o, si más no, un pelín de suerte.
La primera parte fue densa. Para los dos equipos los minutos costaban el doble. No veían la luz ni consiguieron abonarse a ninguna genialidad para romper el empate del marcador. Hasta que Abde cayó dentro del área. El Hilail torpedeó la incursión del delantero, que fue quien puso el balón sobre el punto de penalti tras el pitido del árbitro. Y aquí parecía que la suerte se decantaba del lado andaluz. Lo tenía todo de cara Abde para romper el hechizo y hacer agitar las banderas a los suyos. Y la suerte llegó, pero de la mano del talento del guardameta blanquiazul.
Joan García, templado bajo el travesaño, sacó el guante a media altura. Ni acto reflejo ni inventos. Esa decisión va mucho más allá de listas de tiradores y direcciones. Eso es talento, es innato. Corrió todo el equipo a abrazarlo, con los brazos en alto, mientras el balón terminaba de salir por la línea de fondo. Joan García empezó a marcar ahí mismo el tempo del partido para el Espanyol.
Volvió a aparecer unos pocos minutos más tarde. De nuevo sobre la línea de gol y esta vez más escorado por el remate de Abde a bocajarro. Parecía imposible evitar que ese balón le superara, pero siempre queda un ápice de fe cuando el talento pide paso. Inconmensurable, aseguraba el 0-0 en el marcador. La media sonrisa de circunstancias se empezaba a dibujar en el rostro de Manolo García. No de satisfacción por el resultado, pero sí de resignación y reconocimiento hacia su guardameta.
Una quietud que se rompió cunado Javi Puado se tocó la rodilla. El capitán y referencia del equipo perico disputó un balón ante Hector Bellerín. Un leve toque le hizo trastabillarse al pisar y las alarmas se encendieron. Notó algo. Lo decía su cara y se lo comunicó de inmediato al médico del equipo. Se quedó cerca de la línea de banda mientras le exploraban con la vista puesta en el campo. Cada poco se iba mirando la rodilla, con esa mirada escéptica de quien tiene miedo a pensar en lo peor. Terminó siendo sustituido.
García miraba de reojo el marcador. Quería que todo lo luchado sirviera para encaminar el encuentro, para rascar un punto antes de volver a casa. Sin embargo, hay momentos en la vida que, por muchas ganas que tengas, las cosas no salen. Ya puedes intentarlo, disputarlo, quererlo. Que nada. Y llegó Lo Celso para recordárselo a los pericos. El centrocampista del Betis rompió la igualdad en el 85 con una diana que devolvía al Espanyol al lugar del que lleva queriendo salir las últimas jornadas: la incertidumbre.