En un pozo a cinco metros de profundidad, entre escombros intactos que conducían a la cámara funeraria inviolada del gobernador Heqaib III. En las entrañas de una árida colina agujereada de tumbas una misión española halló un cuenco de cerámica que le llevó hasta un descubrimiento sorprendente: la prueba del “reinado” de la mujer que, ante la ausencia de descendencia masculina, sirvió de gobernadora en el sur de Egipto en tiempos de los faraones.

“La cerámica se encontraba en el fondo un pozo de cinco metros de profundidad, en un estrato de escombro intacto que cerraba la cámara funeraria inviolada del gobernador Heqaib III. Estaba claro que Sattjeni V había depositado la última ofrenda ante la tumba de su hijo. Son estos momentos en los que la arqueología te permite revivir unos momentos tristes en los que una madre está enterrando a su hijo”, relata a El Independiente Alejandro Jiménez Serrano, director de la misión de la Universidad de Jaén que desde hace años excava en la necrópolis de Qubbet al Hawa, un montículo plagado de enterramientos ubicado a orillas del Nilo, en la actual ciudad de Asuán, a 900 kilómetros al sur de El Cairo.

«La hija del gobernador»

La pista definitiva del cuenco fue la inscripción jeroglífica que contenía el recipiente. “Se trata de una inscripción hierática (cursiva de los jeroglíficos) que reza ‘La Hija del Gobernador, Sattjeni’”, desliza el arqueólogo. “En primer lugar, el titulo que porta la cerámica es infrecuente en Egipto, aunque existen otros casos. Sin embargo, este título fue clave para conectar las genealogías de dos familias que gobernaron Elefantina durante más de dos siglos, entre el 1920 y el 1750 a. C, confirmando que, en realidad eran una”.

El objeto fue la llave que abrió uno de los enigmas que rodeaban esa época. “Hasta ese momento, teníamos claro que en el antiguo Egipto se seguía un sistema de descendencia basado en la primogenitura masculina. La familia que gobernó Elefantina durante la primera parte de la Dinastía XII sufrió una crisis de descendencia masculina tras el gobierno de Sarenput II (1830 a. C.), de tal forma que el linaje gobernante se quedó sin herederos masculinos directos”, comenta Jiménez Serrano.

En busca del árbol genealógico

Fue entonces cuando emergió la figura de la propietaria del cuenco. “Es, en ese contexto, en el que cobraron importancia las mujeres. Sabíamos que el sucesor de Sarenput II, Heqaib II, se casó con dos mujeres Gaut-Anuket y Sattjeni V, que le dieron varios hijos que llegaron a suceder a su padre como gobernadores”, rememora el director de una de las misiones más veteranas de la arqueología española en la tierra de los faraones. “De hecho, sabíamos que Sattjeni V había sido madre de gobernadores que detentaron el cargo consecutivamente, Heqaib III y Ameny-seneb”.

Representación de Sattjeni V.
Representación de Sattjeni V. | QUBBET EL HAWA

“Lamentablemente, desconocíamos el origen de estas mujeres hasta que apareció esta inscripción. Gracias a ella, pudimos saber que Sattjeni V era hija de un gobernador, que no podía ser otro que Sarenput II. Seguramente, Gaut-Anuket sería hermana de ésta también. El matrimonio de Heqaib II con ambas hermanas, desconocemos si de forma consecutiva o al mismo tiempo, le permitió a éste a legitimar su ascenso al gobierno de la región de la Primera Catarata del Nilo”, añade.

La exquisita calidad y sus dimensiones desvelaron su uso. “Dada la alta calidad de la cerámica y su tamaño, está claro que fue una pieza que se destinó a contener ofrendas dedicadas al difunto gobernador Heqaib III (1800 a. C.)”, apunta. La pieza arroja luz sobre una gobernadora que fue esposa del gobernador Heqaib II y madre de dos gobernadores, Heqaib III y Ameny-seneb.

“El hallazgo nos permitió entender el importante papel de la mujer en la sucesión egipcia”, señala Jiménez Serrano en la tarea interminable de reconstruir el árbol genealógico del sur de Egipto, en la actual región de Nubia. “Las mujeres eran las portadoras de la legitimidad del gobierno y del poder de la familia. La familia de los gobernantes de Elefantina durante la Dinastía XII se declaraban herederos de un gobernador de finales de la VI Dinastía, unos 300 años antes, que se llamaba Heqaib y que, tras su muerte, fue divinizado. Por tanto, eran las portadoras del carácter divino que justificaba su posición al frente del gobierno de la frontera sur de Egipto”, concluye.

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