«A Gijón le debo la vida. Si aquello me llega a pasar en otro sitio, estaría muerto». A José Ángel Peña se le entrecorta la voz cuando recuerda aquel 14 de octubre de 2023, cuando volvió a nacer. El corazón se le paró aquella tarde, apenas unas horas antes del partido que enfrentaba a su Real Zaragoza con el Sporting, motivo central del viaje que, junto a su inseparable amigo Antonio, llevaban tanto tiempo esperando. Fue en un bar, en el centro de la ciudad, donde el tiempo se detuvo. Donde todo estuvo a punto de acabar. Donde, en cambio, todo volvió a empezar. «Sinceramente, lo recuerdo con alegría porque soy consciente de que volví a nacer ese día». Afortunadamente, ahí estaban un profesional sanitario y el exportero del Sporting Ablanedo, entre otros, a los que pronto se sumó un Policía para, entre todos, mantener a José Ángel con vida.
«Esa intervención tan rápida me salvó. La reanimación de aquel policía me fracturó el esternón de tanta fuerza que puso en salvarme, pero lo consiguió y jamás podré devolver a toda esa gente lo que hizo por mí. Por eso, Gijón permanecerá siempre en mi corazón. Nunca mejor dicho», asegura este albañil, de 54 años, y orgulloso miembro de la peña zaragocista Bilbilitana de Calatayud, de la que mandó lotería en Navidad a los dueños de aquel bar que alumbró su nacimiento. «Hablé con ellos por teléfono, pero lo que de verdad me gustaría sería ir allí y dar las gracias a todo el mundo por lo que hicieron por mí. A los del bar, al policía, a los sanitarios, a Ablanedo, a los trabajadores del hospital. A todos», asevera.
Y a punto ha estado de hacerlo. De hecho, José Ángel y Antonio llegaron a plantearse volver ahora a Gijón. Sin embargo, no podrá ser. Sometido recientemente a una ablación (intervención que se utiliza para crear cicatrices en pequeñas zonas del corazón para hacer frente a arritmias) y todavía de baja, el regreso deberá esperar. «Mi idea es ir y pienso hacerlo cuando sea posible. Aquello formará parte de mi vida para siempre y todos ellos también».
Su corazón sigue latiendo con fuerza. Atrás queda aquel susto, en Navidad, cuando los médicos detectaron esas arritmias que obligaron a intervenir. «Fue el único momento de bajón que he tenido hasta ahora. Los cardiólogos se asustaron un poco porque ese problema, que para la gente normal puede no ser especialmente importante, en mi caso exigía tener cuidado. Ya le digo, fueron dos o tres días de bajón, pero enseguida pasó. Justo cuando me di cuenta de dónde vengo y que aquella tarde en Gijón yo estaba muerto. Así que había que tirar hacia delante», relata José Ángel, que se congratula de seguir superando con éxito cada revisión y examen médico al que es sometido desde aquel 14 de octubre. «Solo he tenido malos esos días. Lo importante es que todo está bien», celebra a la espera de que los cardiólogos le permiten volver a trabajar. «Espero que sea pronto. Tengo ganas», afirma.
El sábado, José Ángel y Antonio, amigos de toda la vida, de los buenos, verán el partido por televisión. Como el año pasado, no podrán hacerlo desde el estadio, pero, pase lo que pase, lo celebrarán. «Estaremos varios amigos animando a tope a distancia al Zaragoza. Hay mucho que celebrar. No tengo miedo».
José Ángel, aferrado al presente desde aquella tarde otoñal, disfruta la vida. Se lo debe, sostiene. «Estoy contento. Feliz. Vivo. Y no tengo miedo», insiste mientras reitera su agradecimiento eterno a todos los que, aquel 14 de octubre, asistieron a su nacimiento. En Gijón, a cientos de kilómetros de su Ateca, donde reside. En Asturias, patria querida. En casa. «Volveré, seguro. Allí volví a nacer». Gijón siempre estará en su corazón.