«El dolor siempre cumple lo que promete». Germaine de Staël
Mario de las Heras nos relata que: «…parece ser que los Trapera eran uno de las dos familias enfrentadas a finales del s. XV en la ciudad de Úbeda (la otra eran los Aranda). Al más puro estilo de los Montesco y los Capuleto (o de los Montoyas y Tarantos), uno de los Aranda resultó herido en una pendencia y se escondió en la desaparecida iglesia de Santo Tomás cuando se estaba celebrando la misa. Dicen que el de los Trapera le siguió y en medio de la celebración le mató».
Hay otro relato relacionado con el anterior entre los ubetenses para referirse a «puñalada trapera» con los Aranda y los Trapera otra vez como protagonistas. Se cuenta que un obispo visitó la ciudad y en un intento de paz entre las dos familias, uno de los Trapera le propuso a otro de los Aranda recibir juntos al obispo. Pero sucedió que el Trapera observó de algún modo que el Aranda se adelantaba en las atenciones del prelado y, en un arranque de furia, le asestó una puñalada por la espalda y le mató.
Aunque no siempre sea un crimen de acechanza, premeditación y alevosía, la puñalada trapera, o la puñalada por la espalda, se ha relacionado con la traición despiadada. Recordemos la frase: «Et tu, Brute?» —¿También tú, Brutus?, pronunciada por Julio César al ser asesinado a puñaladas… es un símbolo de traición y decepción. O las treinta monedas de plata por las que Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret.
El ser humano traiciona y no es un comportamiento aprendido socialmente. El traidor lleva esa inclinación ‘in natura sua’. Las élites económicas y políticas, como conglomerados, traicionan la confianza de las sociedades extrayendo recursos de los contribuyentes, sean activos líquidos o patrimoniales. Las consecuencias son claras: los excluidos de la fortuna.
Fernando Pessoa lo expuso con amargura: «…la paciencia de millones de almas sometidas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigios. Pedí tan poco a la vida y ese mismo poco la vida me lo negó. Un poco de sosiego con un poco de pan y no exigir nada de los otros ni ellos nada de mí. Esto mismo me fue negado, como quien niega la limosna no por falta de buena alma, sino por tener que desabrocharse la chaqueta». Digamos que supo como Antonie Fée: «Hay dolores que matan; pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ella».
Y, como quien sabe de dolor todo lo sabe, continúa con esta declaración que aguijonea la conciencia de los pensantes: «El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de la vida es aquella cualidad que conduce a la acción, esto es, la voluntad. Ahora bien, hay dos cosas que estorban a la acción –la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, otra cosa que el pensamiento con sensibilidad. Toda acción es, por naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo exterior, y como el mundo exterior está en su principal parte compuesto por seres humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad consiste esencialmente en atravesarnos en el camino ajeno, en estorbar, herir o destrozar a los demás, según nuestra manera de actuar. Para actuar es necesario, por tanto, que no nos figuremos con facilidad las personalidades ajenas, sus penas y alegrías. Quien simpatiza, se detiene. El hombre de acción considera el mundo exterior como compuesto exclusivamente de materia inerte –inerte en sí misma, como una piedra sobre la que se pasa o a la que se aparta del camino; o inerte como un ser humano que, por no poder oponerle resistencia, tanto da que sea hombre o piedra, pues, como a la piedra, o se le apartó o se le pasó por encima. El máximo ejemplo de hombre práctico, por reunir la extrema concentración de la acción junto con su importancia extrema, es la del estratega. Toda la vida es guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con vidas como el jugador de ajedrez juega con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensara que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y el dolor a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos? Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar».
Por lo tanto, un buen estratega tiene el potencial de traicionar en su accionar tantas veces sea necesario en la búsqueda de sus fines. La palabra estratega proviene del griego stratēgós, que significa «general de un ejército». En la Antigua Grecia, strategos era el título que se le daba al comandante en jefe de un cuerpo militar terrestre. También se usaba para referirse a un gobernador militar en los imperios helenístico y bizantino.
Un estratega, lógicamente, es una persona que tiene conocimientos sobre estrategia. En general, se caracterizan por ser objetivos, fríos y realistas, y por argumentar con hechos y datos para tomar decisiones. En el ámbito empresarial, un estratega es un profesional que se encarga de impulsar un negocio, establecer metas y objetivos, y analizar el entorno empresarial. En el ámbito político, un estratega político puede ser un asesor independiente o un profesional que forma parte de un partido o organización. Todos con alta capacidad latente de ser traidores cuando las circunstancias así lo dicten.
Para Benjamin Kidd, el combativo hombre europeo (civilizador del mundo occidental) es un pagano que rinde homenaje, pero no entiende ni acepta en su corazón, la validez de «una religión que es la total negación de la fuerza». Ese hombre europeo ha introducido el espíritu de la guerra en todas las instituciones que ha creado y la creencia que la fuerza es el principio último del mundo. Ese hombre de la civilización occidental ha llegado a ser por la fuerza de las circunstancias el supremo animal de combate de la creación. La historia y la selección natural lo han hecho lo que es. Por la fuerza ha conquistado el mundo y por la fuerza lo controla. En Europa se han desarrollado guerras casi incomparables con el resto del mundo. Y la influencia de las diversas escuelas europeas de pensamiento sociopolítico y económico ha permeado la mayoría de los países del planeta. Tenemos sociedades agresivas donde dar o recibir puñaladas traperas es algo común.
Por otro lado, una puñalada trapera a la República Dominicana, propinada desde el poder, por la espalda y los costados, nunca de frente (por lo tanto, trapera), por los dos partidos políticos tradicionales mayoritarios a partir de 1996, que son: el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y el Partido Revolucionario (este, en sus dos siglas PRD => PRM), al permitir la inmigración masiva y descontrolada de nacionales haitianos indocumentados, sumado al gran negocio en la frontera con este gravísimo asunto migratorio.
Solo la aplicación, sin excepciones, de la ley de Migración y su reglamento, que penaliza la contratación de indocumentados, resolvería el problema en gran proporción. Sin trabajo aquí deben regresar a Haití: «La entrada, permanencia y salida de todos los ciudadanos extranjeros en la República Dominicana, están sujetas a lo reglamentado en la Ley No. 285- 04 sobre Migración y a lo establecido en el Decreto No. 613-11 sobre el Reglamento de Aplicación». La migración es bienvenida pero controlada y bajo criterios bien definidos que beneficien la sociedad dominicana y al inmigrante mismo. Pero se está aplicando lo que Pessoa planteó: los estrategas tienen otra agenda.
El desbordado endeudamiento público también es otra puñalada trapera a la nación dominicana. El enorme gasto tributario vía exenciones extraordinarias a las élites empresariales es otra puñalada trapera. El negocio eléctrico nacional, y el injustificado despilfarro de recursos que representa financiar una costosísima claque política; de igual modo, puñaladas traperas.
Los estrategas del gran capital global, a resumidas cuentas, podrían llevarnos a una conflagración nuclear si se endurecen los conflictos más allá de negociaciones oportunas. No es un tema de análisis geopolíticos detrás de protagonismos mediáticos. Son fuerzas hegemónicas enfrentadas y en tensión bélica por intereses. Si no se equilibran dentro de los conflictos actuales, pasaremos a niveles superiores de enfrentamiento, incluida la posibilidad nuclear: una puñalada trapera a la humanidad.
En el amor, las puñaladas traperas son igual de dramáticas y traumáticas. Todo un concierto de relatos podrían describirse en estos escenarios dados entre la pareja traicionera y la pareja traicionada… fuente de inspiración de poemas, canciones, dolores inenarrables y crímenes horrendos.
Todos luchamos, o por sobrevivir, o por destacar. Es inevitable en el proceso intentar esquivar la perversidad de los demás o, cuando sea posible, golpear nosotros primero. Es un baile entre zancadillas… cuidando siempre nuestra espalda, no descuidarla… una puñalada trapera siempre acecha al incauto. Como dice el vulgo: «No es la puñalada por la espalda la que duele, es cuando te das vuelta y miras quien tenía el cuchillo». A final de cuentas, después de tantas puñaladas uno aprende a vivir con el cuchillo.
Autor del libro sociopolítico La Tríada II en Librería Cuesta.