I. La piratería no era amigable.

La incidencia de la piratería en la Carrera de Indias fue prácticamente imperceptible si la comparamos con los huracanes del estrecho de Bahamas que hicieron naufragar a una cantidad importante de naos y galeones. El sistema de flotas, sea la de Tierra Firme o la de Nueva España, con galeones militarizados, impedían un fácil abordaje pirata. Este sistema, que ofrecía una mayor seguridad a las embarcaciones y mercancías, se implantó por España, como precisa Rivero Rodríguez, en 1543.

Se hacían a la vela la flota de Nueva España, en mayo, y la de Tierra Firme, en agosto. Ambas desde Cádiz o Sanlúcar se dirigían al suroeste en la costa de África y continuaban hasta las islas Canarias, en donde tomaban el rumbo oeste-suroeste para alcanzar los vientos alisios. La flota de Nueva España se dirigía a Veracruz, banda de arena situada enfrente del fortín S. Juan de Ulúa. La de Tierra Firme, aprovechando los alisios, navegaba hasta Cartagena de Indias y Nombre de Dios, hasta el s. XVII, que es sustituido por Portobelo.

La piratería inglesa era más bien una piratería amigable, adjetiva Fernand Braudel, pues su objetivo preferente era el comercio ilegal de esclavos y mercancías. Es una tesis respetable, aunque no compartida a la vista de la narrativa sobre los daños personales y humanos sufridos. Peter Kriedte nos habla de transportar esclavos y manufacturas a América y cambiarlos por metales preciosos y materias primas. Pero esta faceta comercial no resta relevancia a las incursiones que sufrieron barcos, fortalezas, puertos, ciudades, enseres y habitantes que fueron asesinados en territorios españoles. La piratería no fue nunca una actividad complaciente, porque delictiva era su finalidad y sus métodos mayormente sanguinarios. Como apunta Gorbea Trueba, y como anécdota, los cañones capturados a Hawkins en Veracruz en un ataque fallido del pirata en 1568 sirvieron para artillar el castillo de S. Juan de Ulua en Veracruz.

Como ejemplo de la preocupación que los abordajes piratas ocasionaron, además de otras amenazas naturales, citar el memorial que dio a su Majestad el capitán Diego López de Guitián Sotomayor, que sirvió más de 27 años en la Armada del Mar Océano y Carrera de Indias. Pretendía perfeccionar las naos en sus dimensiones militar y mercante.

El impacto en la sociedad española de estas acciones violentas puede citarse el poema épico de Lope de Vega, La Dragontea, que aborda la última empresa de Francis Drake y sus cruentas acciones. Una estrofa extraída del Canto I, dice así:

«Vuelve los ojos al honor y ultraje que has tenido y tendrás, porque tú fuiste el primero que ha honrado tu linaje,

de quien tan pobre y sin favor naciste: tú pirata cosario de un Pataje,
con él en las playas de Occidente viste,

llevándote el amor del viento y agua a las prósperas minas de Veragua».

II. Incursiones de Drake en 1570-1573.

Francis Drake, con permiso de la reina, en 1570, preparó abordajes, con solo un barco, contra pequeñas embarcaciones españolas, desprevenidas ante tan inaudita forma de actuación, era el comienzo de la rapiña marítima hasta la fecha imperceptible.

Ante tales atropellos y desmanes, hijos del odio sin duda, Felipe II adopta dos decisiones importantes. Recibe en palacio a Thomas Stukeley, mercenario con una larga historia de combates, e instó al embajador Éspes que cultivara el contacto con los católicos ingleses descontentos y con María Estuardo, encargo que cumplió a través de un banquero florentino, Roberto Ridolfi, instalado en Londres.

Geoffrey Parker comenta que estas estrategias dieron sus frutos de forma inmediata, al menos se comisionó a un mensajero que solicitó a Felipe II que no interviniera a favor a los irlandeses… aunque pronto, esa esperanza de paz y sosiego se desvaneció.

Se planificaron otras incursiones en 1571 y 1572 en la actual Panamá, en la boca del río Chagres y en la villa Nombre de Dios. Una centena de hombres invadió la ciudad hacia la media noche del 9 de julio de 1572. Fueron repelidos y se embarcaron sin grandes pérdidas, aunque volvieron a internarse en la comarca con la finalidad de asaltar el camino real por donde transitaban cargamentos de metales preciosos, impuestos recaudados y diversas mercancías, de la Corona, pero también de los comerciantes del territorio, que desde El Perú lo enviaban a España.

La ciudad quedaba conectada con Panamá por un camino de piedras de 80 km, llamado Camino Real de Cruces que, junto al Camino Real de Portobelo, eran las únicas vías transístmicas que conectaban los océanos Pacífico y Atlántico, y permitía el comercio a Filipinas y viceversa.

Pasado un breve tiempo se intentó de nuevo el asalto de la caravana en la villa de Las Cruces, incendiada el 31 de enero de 1573, pero fue en Nombre de Dios, en mayo de 1573, en donde los piratas se apropiaron de los lingotes de plata que eran transportados en una recua de mulas procedentes de Perú. A pesar de todo, no pudieron apoderarse de la ciudad y pedir por ella un rescate.

Este hecho supuso el primer acto de invasión de un territorio español por una potencia extranjera.

De regreso a Inglaterra, la reina lo acogió con mucha simpatía y afecto, pero no pudo reconocerle más distinciones por una tregua temporal que había firmado con Felipe II.

En 1572 se produjo un grave incidente diplomático, con la expulsión del embajador español Gerau de Éspes. Fue acusado de conspirar contra la reina Isabel junto a María de Estuardo y católicos ingleses que habían originado una insurrección en el norte de Inglaterra.

Éspes llego a Inglaterra en 1568 para sustituir al anterior embajador Diego Guzmán de Silva. Expulsado el embajador Éspes, la diplomacia española se encontraba vacante. Representó a España, Antonio de Guaras, que de modo interino mantenía las conexiones entre Inglaterra y España. Esta solución fue promovida por el primer ministro de la reina, William Cecil hasta 1578, cuando fue nombrado embajador titular Bernardino de Mendoza.

Antonio de Guaras, había obtenido tratados de comercio entre Inglaterra y España, como el de Nimega de 1573 y el de Brístol de 1574, pero fue radicalizándose por la vehemencia inglesa de erosionar el crédito y la fortuna de España. Hizo suyos los proyectos de Juan de Austria, que pretendía invadir Inglaterra para salvar del cautiverio a María Estuardo. Descubierto, fue encarcelado en la Torre de Londres y posteriormente liberado por el buen hacer del nuevo embajador Bernardino de Mendoza.

En el mismo año 1572, un convoy español en ruta por el canal de la Mancha con destino a Flandes tuvo que buscar refugio en un puerto inglés por mala mar. Amarradas las naves en el pantalán, el cargamento fue confiscado, un cargamento que incluía la paga de las tropas del duque de Alba.

Felipe II recibió las noticias con serenidad, ausente toda excitación: la gravedad de los sucesos muchas veces viene acompañada con una circunspección ocasionada por el asombro o por pura templanza de aquellos cuyos caracteres han sido curtidos por las asperezas de la vida.

Los desencuentros entre España e Inglaterra no amainaban, se recrudecían de forma extrema y más cuando existía tanta riqueza y a un precio tan asequible.

III. Incursión de Oxenham en 1577.

Una incursión pirata a suelo español en América se produjo en 1577, comandada por John Oxenham, lugarteniente de Drake. En 1577, con un buque de 120 tn, artillería de 11 cañones y una tripulación de 75 hombres, desembarcó en la ensenada de Acla, en la actual Panamá. Atravesó el istmo de Darién y auxiliados por cimarrones fugitivos, construyen una balsa para 70 personas, 50 ingleses y 20 cimarrones, con 24 remos, para navegar por los ríos Chucunaque y Tuira.

Alcanzado el golfo de San Miguel llegan a las islas Perlas. La saquean durante tres semanas, se apropian de todo lo que tenía valor. Abordan un barco español procedente de Guayaquil con 60.000 doblones de oro. Con todo lo robado regresan a S. Miguel. No obstarte, no todo era así de fácil.

Por el gobernador de Panamá, Gabriel de Loarte, se ordena una contra expedición con 200 hombres al mando de Pedro de Ortega.

Por otro lado, el capitán Miguel de Eraso despliega dos fragatas de su flota atracada en Nombre de Dios, además de un bergantín y un guardacostas panameño para cortar la retirada de Oxenham.

Se le persigue por el río Tuira hasta que la falta de profundidad impide la navegación. Es entonces cuando el capitán Ortega con 60 hombres prosigue el acecho por la orilla y alcanza a los piratas y a los cimarrones.

Miguel de Eraso descubre la embarcación escondida de Oxeham y la destruye. El resto de enemigos se esconden en el centro del istmo hasta que son capturados por el capitán Diego de Frías Trejo acompañado por una fuerza de 120 soldados. Oxenhan fue enviado a Lima a disposición del virrey. Todos los tesoros fueron recuperados.

Oxenham, Sherwell y John Butler, serían los primeros piratas ingleses capturados, juzgados y ejecutados a horca por piratería el 29 de octubre de 1581 en suelo americano. Los cinco muchachos prisioneros fueron condenados a ser empleados como sirvientes y los cimarrones fueron vendidos como esclavos en Panamá, como indica Castillo con remisión a José Medina.

El propósito de Oxenham no solo era el robo de productos valiosos y labores exóticas con un alto precio en Europa, pretendía conquistar el territorio de Panamá y someterlo a la soberanía inglesa para romper todo el tráfico comercial entre España y sus virreinatos en América.

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