Pedro Agudo es comisario de la Policía Nacional en excedencia, y en 2021, aún en activo, dirigió la investigación en el caso de Samuel Luiz, muerto a golpes por un grupo de jóvenes en A Coruña en julio de 2021. Dos de los acusados, menores de edad en el momento de los hechos, se declararon culpables de asesinato en un acuerdo previo al juicio. A los otros cinco, todos ellos adultos, la Fiscalía les achaca asesinato con alevosía y ensañamiento y pide entre 22 y 27 años de cárcel en un juicio que empezará el 16 de octubre. A uno le achaca también el robo del móvil de Samuel, y otros, Diego Montaña y Catherine Silva, les aplica la agravante de discriminación, vinculando la agresión con la homosexualidad de Samuel.

La muerte causó un gran revuelo y manifestaciones contra la homofobia desde los primeros días.

La investigación fue muy elaborada, un éxito. En la primera semana ya hicimos la mayoría de los detenidos, y luego analizamos los teléfonos [de los acusados] en dos meses, casi 70.000 fotos y 200 y pico vídeos. Con la tecnología actual, podríamos haberlo hecho en tres días. La investigación se desarrolló rápidamente, entre otras cosas, porque estábamos muy sensibilizados. La presión mediática me la quedé yo para que los investigadores pudieran trabajar con total profesionalidad y tranquilidad. Mis jefes me dejaron trabajar, tanto mi jefe superior, Balseiro, que en paz descanse, que tenía total confianza en mí, como el director adjunto operativo. Percibí claramente las presiones, pero no nos han afectado.

¿Cuántos profesionales dedicaron a la investigación?

El comisario director era yo, había un jefe de grupo y unos diez funcionarios. Cogí gente de Policía Científica y expertos en redes sociales. El trabajo fue de casi 17 horas al día, un funcionario tuvo herpes por estrés.

¿Cómo llegaron a los autores?

Yo me entero por la mañana temprano [el crimen ocurrió por la noche] y ordeno la reconstrucción. Cuando la hacemos con la amiga de Samuel que es la testigo principal, prácticamente ya tenemos el mapa de lo que sucedió. No tenemos todavía identificada a las personas, pero sí las cámaras, el modus operandi. Cuando recepcionamos cámaras y demás los vamos identificando. La identidad viene por testificales, por porteros de un local donde han estado… Todo tipo de personas que conocen al grupo [de autores]. Son un grupo más o menos cerrado, que salen juntos, que forman pandilla, y en esta están los dos menores.

¿Eran violentos?

El único que tenía antecedentes era uno de los menores y no por este tipo de delitos. Sí eran un grupo que consumía droga, alcohol, y pacífico no era. Eran gente más o menos violenta, pero no tenían detenciones.

Estaban en peleas, altercados…

Pero nunca a nivel de este tipo de delitos o unas lesiones.

¿Cómo fue cambiando la idea que tenían de la agresión?

Lo tuvimos claro desde el principio, y mantengo lo que incluimos en el atestado. La agresión se divide en tres partes. La primera es de Diego con la novia [Catherine Silva], ahí viene Llumba [Alejandro Freire] y le hacen el mataleón a Samuel. Empieza la segunda fase, aparecen los dos senegaleses e intentan protegerlo. Pero lo van conduciendo a golpes hasta la tercera parte, la avenida de Buenos Aires, donde Samuel fallece por los últimos golpes y patadas.

¿Ahí actúa todo el grupo?

Sí, varios, pero no hay mucha diferencia de la agresión anterior: tras el mataleón también le pegan varios, y por el camino. No hay diferenciación entre unos y otros: hay un principio de unidad de acción.

Así, aunque uno diese un golpe mortal que se pudiese identificar, ¿la responsabilidad se reparte entre todo el grupo?

Evidentemente. Parece un proceso de eliminación. Samuel en ningún momento se defiende, ni ofrece resistencia: solo se tapa los golpes. Los senegaleses lo protegen con su cuerpo pero no es suficiente, porque son muchos pegando, y se produce el óbito. Es verdaderamente un drama.

Antes decía que con la tecnología actual se podrían haber registrado más rápidamente los móviles. ¿Y encontrar nuevas pruebas?

Hoy la tecnología nos permite buscar por imágenes, armas, personas, en vez de ir uno a uno. ¿Si esperábamos más? En este tipo de agresiones alguien siempre filma lo que pasa, y pensábamos que podría haber alguna grabación. Pero también sabemos que cuando se reunieron en el parque [tras la agresión, los acusados] hicieron los deberes para saber lo que tenían que decir y probablemente eliminaron información.

Así, no podemos decir si borraron algún vídeo…

Empleamos todas las técnicas y encontramos lo que está en el atestado. Sí puedo decir que en el juicio saldrán elementos nuevos que reforzarán muchísimo las pruebas.

¿Puede dar algún ejemplo?

Lo siento, antes del juicio no.

Tras la paliza, ¿los acusados saben que Samuel ha muerto?

Por las testificales, son conscientes de que han hecho algo muy grave y de que este chico puede fallecer. Cuando se sabe, y quedan en el parque, preparan una declaración, una manera de responder.

¿Todos se ponen de acuerdo?

No, están los principales. No todo el grupo, porque no todo el grupo participa, pero sí la mayoría.

Los dos menores ya aceptaron una condena por asesinato. ¿Cómo afecta esto al juicio del resto?

La conducta de los menores fue tan violenta o más que la de los demás. A lo mejor sería una reflexión muy importante el ver si la ley del menor es efectiva para que potenciales asesinos cumplan dos o tres años en un centro de internamiento, pero luego estar prácticamente sin medidas en libertad. La segunda reflexión: el peso de la justicia caerá sobre autores, porque la actividad probatoria y el trabajo de la policía han sido impecables.

¿Hay pruebas como para condenar al resto por asesinato?

Absolutamente. La conducta que realizan los menores que confiesan es la misma conducta de los adultos. Son agresiones totalmente reiterativas, de una gran gravedad, de un mismo grupo, con mucha violencia. No es que lo empujen o le peguen una vez. Tengo la sensación de que intentaron eliminarlo.

¿Por qué lo hicieron?

La misión de la policía no es la calificación jurídica. La fiscal del caso, que es fiscal de Odio, no lo calificó por el 510, un delito de odio [el artículo del Código Penal se refiere a los discursos que fomenten el odio o lesionan la dignidad de minorías, entre otros]. Sino de asesinato con el agravante del 22.4 [cometer un delito por motivos como racismo o la identidad sexual de la víctima]. Los indicadores de odio o de homofobia que recogemos están en el atestado, pero no soy quién para decir si estamos ante una cosa u otra, tienen que ser los tribunales.

Sin actuar como juez, ¿qué indicios pueden apuntar a una agresión fuese homófoba?

Entiendo que la primera agresión no es por homofobia. Los indicadores de odio son posteriores, nos lo aportan testigos que dicen que el detenido número uno [Diego Montaña] odia a los gays… Es verdad que se producen insultos, pero francamente creo que si usted o yo estuviéramos allí filmando en ese momento, nos matan a usted o a mí. Estoy convencido, porque el primero en agredir es un tipo violento, sale enfadado, discutiendo con su novia de manera muy violenta, cree que un chico que está filmando lo está filmando a él y la emprende a golpes. Es absolutamente inexplicable; solo se puede explicar por un índice de violencia.

Pero llama a Samuel “maricón” [la Fiscalía afirma que “interpretó que era homosexual”].

Sí, en la primera agresión figura esa palabra, pero otras también. El conocimiento previo del detenido número uno de si Samuel era homosexual o no, nosotros no lo podemos probar.

El juicio se produce después de más de tres años. ¿Es lento?

Con una instrucción tan compleja, con comunicaciones incluso internacionales, los tiempos se alargan un poco más. Pero los dos instructores hicieron un buen trabajo, y la fiscal también. Las administraciones han estado excelentemente bien, con una gran capacidad de respuesta.

¿Qué espera del juicio?

Un castigo ejemplar. He vivido este caso como el más importante de mi carrera profesional. Estoy muy sensibilizado en la parte personal, en la pérdida de una vida, y por el agradecimiento que tuvo el padre de Samuel cuando cambié de destino y me fui de A Coruña. Espero el máximo rigor de la ley: se trata de un asesinato con caracteres de una gran violencia.

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