Si uno observa, con cierta atención y detenimiento, como se mueve la gente de aquí para allá, podrá comprobar, por una parte, el desplazamiento acelerado de grandes flujos de gente en artilugios motorizados, o a pie mismamente;  y, por otra, que hay quienes no parecen tener prisa, y deambulan mirando a todas partes y a ninguna, se detienen para contemplar con calma las obras de la ciudad, reposan estacionados delante de la mesa del café con la taza reseca, o se recrean saboreando su cerveza con la vista perdida o, quizá, aparentando leer con interés algún artículo de prensa.

Si acudimos a los dichos que la sabiduría popular ha ido consolidando, con la pretensión de jalonarnos el sendero de la vida y ayudarnos a recorrerlo con más derechura, menos rodeos y tropiezos, nos podemos encontrar de bruces en la encrucijada de la perplejidad.

Verbigracia, lo formulado por este par de aforismos:
– «No por mucho madrugar amanece más temprano«. Afirmación que parece animarnos a tomar las cosas con calma, dejando las prisas para otros más impetuosos o menos sensatos.
– «Tempus fugit«. Esta sentencia nos alerta de que el tiempo es fugaz, y nos conmina a apurar el paso para hacer o deshacer lo que tengamos pendiente, antes que nuestro tiempo vuele definitivamente.
¿Estamos ante una paradoja?. ¿O es que lo de correr queda para los jóvenes, y lo de pasmar para los jubilados?

Decía Phil Bosmans que “la vida no es una autopista entre la cuna a la tumba”. Con esta lapidaria frase quería significar que el trayecto de la vida no es para recorrer a la carrera, ni rápido al comienzo, ni tampoco para esprintar al final.

Sin embargo, en la sociedad actual se ha urdido una trampa, al reclamar una vida intensa y sin tregua, sometida a los estímulos del exterior, que han llegado a ser tan absorbentes que la persona vive “fuera de sí”, con grave riesgo de la pérdida de su interioridad, quedando atrapada en el cepo del vértigo, la agitación y la superficialidad.

La tendencia compulsiva hacia el trabajo, según sostiene Erich Fromm, convierte al hombre en esclavo. Es el trabajo como droga, como fuga de uno mismo, como evasión. Nos ausentamos de nosotros mismos mediante la actividad. En el inconsciente, la persona activista está regida por el “tanto haces, tanto vales”. Confunde su “ser” con su “hacer”. En este sentido, hasta la obsesión por hacer el bien puede convertirse en un señuelo. Hacemos tanto bien, que no tenemos tiempo de ser buenos.

Las actividades de cada día nos hablan de tareas, de compromisos, de respuestas a dar, de plazos que cumplir. Sobre todo, de intereses. De lo que no nos hablan es del sentido de todo ello. Así, muchos caminan por la vida sin meta ni objetivo, empobrecidos por una nerviosa actividad, luchando por romper la monotonía diaria con diversiones de todo orden, sin saber exactamente lo que quieren. Hay mucho ruido fuera de nosotros. Lo hay también dentro.

Curiosamente, todo el mundo reclama su derecho a la intimidad, pero debiéramos hacerlo con todas las consecuencias. Porque, además, quien está fuera de sí es irredimible.

En este punto, viene a mi mente aquella famosa canción que hablaba de “ver pasar el tiempo”: ¿Será mejor que lo deje pasar, mientras acompaño a mi sombra por la avenida, y mis pasos se pierden entre tanta gente, buscando una puerta, una salida, donde convivan pasado y presente…? Un elogio a la puerta de Alcalá, por su mirada y su templanza al ver la vida pasar. Dudo mucho que pudiera sentirse viva en algún momento. Más bien creo que lo que verían los compositores de esa bella canción en tan singular arcada, sería su propia mirada reflejada.
¡Vaya!, ahora con tanto arco, puerta y enredo no recuerdo a donde quería llegar. Lo lamento.

Si, a pesar de todo, esto lo hubiesen publicado, no cunda el descontento, ni renieguen de su talento porque, si siguen un poco adelante su reflexión, alcanzarán enseguida su propia conclusión, la que más les interesa. Después de todo, es su vida la que se pasa.

Si yo recuperase de nuevo el hilo, y la redacción me lo permitiese, volveré para contarles el resultado de mis cavilaciones, como me hubiese gustado, y siempre que Vd,s. me hubiesen disculpado.

Fuente