Se dio a conocer gracias a ‘Cinco lobitos’, película convertida en fenómeno que le proporcionó el Goya y la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga entre muchos otros premios. Su nuevo trabajo tras la cámara, la miniserie ‘Querer’, parte de una premisa de rotundidad aplastante: una mujer abandona el hogar familiar y denuncia al hombre con el que lleva 30 años casada por violación y abusos sexuales sostenidos en el tiempo, ante el estupor de los dos hijos de la pareja, ya adultos, y de una sociedad incapaz de entender que esos delitos también pueden suceder en el seno de un matrimonio. Son cuatro episodios apabullantes, demoledores, que transitan entre géneros -del drama familiar a la intriga judicial pasando por el ‘thriller’ psicológico- y entretanto prometen abrir los ojos a más de uno en cuestiones como la violencia de género y el consentimiento.
¿Por qué decidió que una serie que habla de abusos sexuales en el seno de un matrimonio se titule ‘Querer’?
Escribimos la serie para cuestionarnos cosas: qué entendemos por amor, qué es querer bien y qué es querer mal, desde dónde construimos nuestros deseos o los priorizamos, ese tipo de cosas. Querer puede entenderse como amar, pero también puede relacionarse con la posesión, y creo que esa ambigüedad es muy relevante al hablar de los abusos sexuales y la violencia de género. Pero querer también alude a lo que quiere la otra persona. El consentimiento es importante porque implica nos obliga a replantearnos cómo amamos, cómo deseamos, y cómo escuchamos.
La estrategia narrativa de la serie inicialmente da motivos al espectador para poner en duda de la versión de la mujer denunciante. ¿Es una forma de poner sobre la mesa la propensión de la sociedad a desconfiar de las víctimas?
Sí. Desde el principio decidimos que no íbamos a usar ‘flashbacks’ ni a mostrar la agresión sexual. Me parecía interesante que el espectador no tuviera certezas, del mismo modo que no la tienen los magistrados que juzgan ese tipo de casos por una razón obvia: la violencia de la que habla ‘Querer’ ocurre en la intimidad de un dormitorio, y oculta tras la opaca fachada de un matrimonio. Pero, a la hora de considerar esa incertidumbre, también es importante tener en cuenta que hay algo incuestionable, y es que se ejerce una violencia sexual sistémica y estructural contra las mujeres. Eso nunca debe olvidarse.
¿Qué investigación llevó a cabo durante el proceso de escritura de la serie?
Hablamos con mujeres que habían sido víctimas, con abogados especialistas y jueces, con psicólogas y psicólogos. Uno de los objetivos de la serie es aclarar malentendidos que están muy extendidos al hablar de ciertos tipos de violencia de género y del consentimiento. Nos cuesta demasiado ponernos en el lugar de las víctimas, tendemos a juzgarlas desde nuestro bienestar emocional y nuestro sitio seguro sin tener en cuenta que su comportamiento y sus decisiones en muchos casos están condicionadas por años de malos tratos. Nos preguntamos cosas como: ¿cómo es posible que sucediera, si de puertas afuera aparentaban tanta normalidad? ¿Por qué tardó ella tanto en denunciar? Es importante que el espectador entienda cómo se construye esa violencia; cómo, en el seno de una pareja que en algún momento se quisieron y tuvieron relaciones consensuadas, llegado el momento se pasa a una violencia sexual que muchas veces es muy sibilina y difícil de identificar. Y que se comprenda lo difícil que puede ser para la víctima hablar de ello.
¿Por qué cree que, a nivel social, la idea del consentimiento sigue resultando tan controvertida?
Más allá de las instrumentalizaciones políticas que se puedan hacer de ello, creo que es importante tener en cuenta que el consentimiento tiene que ver con lo privado, y con el sexo, y ese es un asunto del que en general nos incomoda hablar; tendemos a pensar que lo íntimo no es político, pero sí lo es, y mucho. Además, hay mucho miedo a revisarnos como sociedad, a enfrentarnos a la verdadera historia de la sexualidad de la mujer, que apenas empieza ahora a ser contada como toca.
Uno de los asuntos que ‘Querer’ aborda es la ambivalencia de la institución familiar, y ya habló de él en ‘Cinco lobitos’. ¿Es casual que haya vuelto a hacerlo?
La familia me interesa porque puede ser un refugio pero también una jaula, y no solo una jaula física. Es una institución muy férrea y muy determinante en nuestras vidas con la que es difícil romper. Aunque pongas distancia con la familia tus vínculos con ella permanecen, para siempre, y condicionando quién eres. Tanto ‘Cinco lobitos’ como ‘Querer’ hablan de la dificultad de gestionar aquello que heredamos de nuestros padres en términos de educación afectiva. Y ‘Querer’ cuestiona también la romantización que la sociedad hace de la institución, y cómo esa romantización puede ser una losa para quienes son víctimas de abuso en su seno.