Me gusta escribir sobre personas que tienen algo que decir, y esta vez entrevisto a alguien que, posiblemente, es la voz que más nos ha hablado en los últimos años. Pero decía poco. Nos hablaba constantemente pero sin llegar al corazón; nos guiaba, sí, pero solo hacia ese restaurante al que llegábamos tarde, como siempre. Hoy, esa misma voz ha dejado de darnos direcciones para contarnos su propia historia. Y esta vez no se trata de llegar a un lugar, sino de sentir el viaje.

En nuestro egoísmo de seres que siempre van con prisas, nunca nos paramos a pensar que detrás de esas voces que nos guían por la vida o nos dicen “abriendo puertas” en un ascensor hay muchas veces personas reales –de momento–. Pues bien, detrás de una de las más conocidas está Nikki García. Un ser sintiente y humano, con sus órganos más o menos en su sitio, que lleva desde los 19 años de edad prestando su voz para anuncios, y desde los 28, a personajes de películas, series y hasta al premiadísimo pódcast Titania. Todo esto mientras, en paralelo y casi en secreto a voces en redes, cultivaba una pasión que late aún más fuerte: la música.

Hace más tiempo del que parece, esta aventurera, cargada de la ilusión de contarle cosas al mundo, iba de estudio en estudio, llevando sus CDs como si fueran un tesoro aún por descubrir. Y lo eran. Le daba igual si eran estudios de música o de doblaje; lo único que quería era que la escucharan. Porque Nikki García no buscaba hacerse rica, sino hacerse oír. Y lo hizo con una pasión que no conoce el desánimo ni el mejor lo dejo. Así, entre micrófonos y salas de espera, fue perfeccionando su técnica. Hasta conseguirlo. Hasta ser perfecta. Porque lo es. O no. Quizá es solamente su mejor versión por ser siempre “la mejor actriz”.

Del GPS a la música

Así que, al final, esa sonrisa Profident que aparecía en alguna letra de Mecano es solo otro papel que interpretamos todos sin darnos cuenta. Nos metemos en él como quien se pone una máscara, quizá porque no tenemos una voz que nos diga dónde estamos ni qué hacer para salir de ahí. Claro, nuestro GPS no tiene modo existencial. Pero ahora, por suerte, esa misma voz que antes nos guiaba por rotondas y desvíos ha decidido cantarnos algo más profundo. Nikki García aparca el GPS y nos regala un disco que, aunque no verá la luz hasta el año que viene, ya está resonando por todas partes. Como quien enciende la radio y descubre su canción favorita antes de tiempo, su música está comenzando a colarse en todos lados.

No sabremos hacia dónde vamos, pero ahora, al menos, tenemos una banda sonora. Su verdadero viaje acaba de comenzar.

Pregunta.- Parece que ha llegado el momento de la verdad, el de descubrir que detrás de esa voz que nos hace contar las salidas antes de girar en la rotonda, hay un alma con mucho más que contar. Y jamás te oí decir “¡basta de indicaciones, quiero cantar!”. ¿Te molesta que te identifiquen como la voz de Google Maps?

Respuesta.- ¡Para nada! No me molesta en lo absoluto. La mayoría de las veces viene con sorpresa, admiración y cariño, así que lo abrazo sin problema. Aunque claro, soy más que una simple voz dando direcciones, y me alegra que estés aquí para descubrirlo. Eso sí, lo de guiar a la gente ya lo tengo tan asumido que, si me descuido, te diré cómo llegar al final de esta entrevista sin que me lo pidas.

P.- Vale. Me alegro de que lo lleves bien. Podrías haber acabado en una crisis existencial del tipo “soy más que un GPS, lo juro”. Parafraseando a cierta voz que se oye en mi coche… con la música “¿has llegado a tu destino?” ¿Has aparcado donde querías?

R.- Sí, totalmente. Esta carrera ha sido una maratón, no un sprint, pero al final he llegado a la meta. Grabé mi primer disco en 2017, luego otro en 2019 con una banda, pero esta vez es distinto: me estoy abriendo en canal como nunca. Además, ha sido un viaje donde me reencontré con el español. El inglés siempre fue mi refugio cómodo, pero ahora voy con todas las de la ley. Ya no se trata solo de cantar, quiero contar, quiero que cada palabra lleve algo de mí.

«El mismo día que mi canción sobre quitarse máscaras salió, se cayó la última máscara que tenía: ser la voz de algo que no era mío. Fue perfecto»

Nikki García

P.- Ah, el inglés, con acento de Misisipi. Te llevó una beca a orillas de aquel río en 2006 y ahora te quedas en el Manzanares para ser tú misma. En lugar de decirnos cómo llegar a un destino, nos vas a contar todo lo que has aprendido en el camino. ¿Está siendo terapéutico para ti?

R.- Mucho. La música llega mucho más. Antes de pensar en a quién va a llegar me di cuenta de que es lo que necesito hacer. Se ha convertido en mi forma de llorar y reírme. Cuando me siento sobrepasada por las emociones, lo que más me alivia es sentarme con la guitarra o al piano, pensar en una melodía y poner palabras a lo que me desborda. Ha sido un proceso casi inevitable. Es algo casi instintivo.

P.- Insistes en asegurar que el mismo día que dejaste de ser la voz femenina en español del navegador más usado en el mundo se publicó tu última canción. No es fácil creérselo. Júramelo.

R.-¡Lo juro! Fue alucinante. Grabé lo de Google hace siete años, justo cuando lancé mi primer EP. No es que fichara cada día en Google diciendo “gira por aquí” o estuviera en directo guiando a cada conductor. Fue un trabajo puntual. Y entonces, el 12 de septiembre, el día que lancé este tema, ¡me reemplazan en Google Maps! Me enteré porque empezaron a llegarme mensajes de conocidos diciendo que me echaban de menos al conducir. Salí del estudio ese día con una sonrisa, como si todo encajara de repente. Era el fin de un ciclo, y ahora me tocaba a mí contar mis propias historias.

P.- Dejas el mismo día de ser la voz de todos para convertirte en la tuya propia. Si esto fuera una de esas películas o series que interpretas, ¿sería ese instante en el que suena la música épica?

R.- Exactamente. Si fuera creyente, te diría que es una señal divina. Pero como no lo soy, lo llamo una feliz coincidencia. El mismo día que mi canción sobre quitarse máscaras salió, se cayó la última máscara que tenía: ser la voz de algo que no era mío. Fue perfecto.

P.- Los profanos en la materia no tienen ni idea de lo obedientes que deben ser los actores de voz. Algunos piensan que es ponerse y hablar, sin más, cuando en realidad las instrucciones que recibimos los profesionales sobre el tono o la cadencia pueden ser complejísimas. Por no hablar de las cuñas de radio: hay marcas que intentan meter un mundo entero en 20 segundos. Ahora que tú eres la que se dirige a sí misma en esta nueva faceta, ¿cómo lo llevas? ¿Eres dura contigo, te das instrucciones claras o te permites fluir un poco más?

R.- Soy súper obediente cuando me dirigen, pero dirigirme a mí misma es un infierno. Me juzgo muchísimo. Afortunadamente, tengo a Francis White, mi productor, que me ha ayudado mucho. Él captó mi rollo desde el primer tema que le mandé y ha sabido ambientar las canciones de una forma que nunca habría imaginado. Sin él, seguiría apocada, pero él me empuja a gritar más, a ser más valiente. Incluso encontró una grabación mía de pequeña y la metió en una de las canciones. Lloro cada vez que lo escucho.

P.- Suena a un viaje profundo y a cierto alivio. Ahora que, además, cantas en español, ¿cómo lo llevas? ¿Es como cuando te quitas los tacones después de una boda y por fin puedes bailar descalza?

R.- Es un proceso suave, casi tímido. Doloroso, pero también de reconciliación. Esa primera canción, por ejemplo, empieza con una voz contenida porque es una canción dolorosa, pero también busca un punto de encuentro. He estado escondida mucho tiempo, y esa canción refleja ese apocamiento. Este disco es mi manera de abrirme, de hablar de cosas que he vivido, de cosas que he observado. Es un viaje hacia dentro.

P.- Este tema llega justo cuando empezamos a ver el lado más oscuro de las redes sociales. Parece que tu disco también trata de quitarnos la famosa máscara de Instagram, esa donde todos estamos siempre sonriendo y somos increíblemente felices, como si la vida fuera un eterno filtro de perrito, ¿verdad?

R.- Totalmente. Vivimos en un mundo de apariencias, y muchas veces tapamos el dolor para no incomodar a los demás o, peor, para no enfrentarlo nosotros mismos. Yo me cansé de ese juego. Si no lo reconoces, acabas peor: depresión, ansiedad… Este disco es mi forma de decir, aquí estoy, con mis cicatrices, y está bien. Lo hice por necesidad, para sanar. Lo increíble es que, al compartir mi música, muchas personas me han dicho que sienten que hablo por ellas. Eso me conmueve profundamente. Si mi música puede acompañar a alguien en su dolor, ya he logrado lo que realmente quería.

P.- ¿Eso podría ser una buena definición de lo que sería “tener éxito” en esta faceta?

R.- Ojalá. Lo que más me llena es recibir esos mensajes de personas que se sienten acompañadas por mi música. Eso es lo más grande que me ha pasado. ¡No necesito tocar en el WiZink Center!

P.- Bueno, bueno, no digas eso muy alto, que si algún día tocas en el WiZink, rescataré esta entrevista para hacer un meme de «Nikki no necesita el WiZink».

R.- ¡Eso sería brutal! Pero de momento, mi prioridad es rodearme de cariño, de gente que me quiera y a la que yo pueda querer también. Eso es lo que más necesito ahora.

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