Rosalía, catalana universal, tiene a menudo gestos que denotan algo de morriña, lejos como está gran parte del tiempo (este martes, por ejemplo, en el desfile de una glamurosa marca de alta costura en París) de su tierra y de Barcelona, ciudad en la que no se crió (es natural de Sant Esteve Sesrovires, Baix Llobregat) pero sí que se formó y mezcló: su figura se compone y se comprende a través de sitios tan dispares como la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc) o la plaza dels Àngels. Instalada en una órbita remota pues, la genial artista aprovecha calles del Raval para rodar videoclips, recomienda el bar El Pollo mientras saliva recordando su tortilla o ejerce de madrina de una beca de cante flamenco en el mencionado centro de formación barcelonés.

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