Pere Casan Clarà es médico
«Chi può vederla a ciglio asciutto». Sí, efectivamente, ¿quién puede observar lo que está ocurriendo y no derramar profundas lágrimas, hasta dejar los ojos secos como un desierto? ¿Quién puede contemplar las imágenes de Gaza y ver, un día tras otro, como niños inocentes mueren bajo los escombros de un territorio, que se asemeja cada vez más a un cementerio? Los números son meras estadísticas, aunque deben conocerse, pero la realidad supera cualquier imaginación posible. Lo que deja todos los sentidos absolutamente devastados es contemplar la tragedia de un pueblo, cuyo destino es desaparecer ante la mirada impasible del mundo.
Acuden estas palabras a mi mente, después de asistir hace unas semanas a la representación de la ópera «Anna Bolena» de Gaetano Donizetti (1797-1848), en el magnífico marco del Teatro Campoamor en Oviedo. «¿Quién puede mirarla sin derramar lágrimas? Con tanta pena y tanto luto y no sentir, ¡Ah! y no sentir que se le parte el corazón?». Así canta el coro femenino de las damas de compañía, casi al final del segundo acto y de la obra, ante la inminente ejecución de la reina, tras haber perdido el favor del todopoderoso Enrique VIII. Imposible no pasar del llanto por una historia personal, que ya está en las páginas de los tratados antiguos, a la realidad diaria de una matanza infantil sin proporciones. ¿Acaso pretenderá este Herodes moderno que dirige la política israelí actual, acabar con la vida de todas las generaciones palestinas futuras? Si es así, tenemos un nombre para este tipo de acciones y de ello sabe mucho el pueblo a quien representa, se llama genocidio.
Las imágenes repetidas una y mil veces nos hacen insensibles a la realidad. Por este motivo es fundamental que mantengamos en la memoria, las veces que sea necesario, lo que está ocurriendo en la zona de Gaza. Hasta este momento y según cifras aportadas por agencias locales, han fallecido más de 36.000 palestinos y más de 10.000 están sepultados bajo los escombros. De todos ellos, casi 14.000 eran niños. No crean que las cifras oficiales que nos proporciona la Organización de las Naciones Unidas sean muy diferentes. Números fríos sobre unas imágenes que nos queman. ¿Cómo podemos permitir que esto no se detenga? ¿A quién corresponde dar el primer paso para que cese esta mortandad? Cosas más difíciles se consiguieron y éste debería ser un objetivo prioritario.
Las imágenes repetidas una y mil veces nos hacen insensibles a la realidad. Por este motivo es fundamental que mantengamos en la memoria, las veces que sea necesario, lo que está ocurriendo en la zona de Gaza
Si ya resulta suficientemente cruel aceptar que mueran cada año más de cinco millones de niños menores de cinco años en el mundo, por diferentes causas (enfermedades infecciosas respiratorias, diarreas diversas, paludismo, etc), sólo nos falta añadir estas muertes absolutamente evitables. ¿No creen que deberíamos manifestarnos diariamente para que pongan fin a esta masacre? Igual que ocurrió con el terremoto de Haití y el recuerdo permanente de algunos dibujantes, ¿sería mucho pedir a todos los medios de comunicación que no se olviden de Gaza? Unas palabras, una marca, una fotografía, una esquela diaria en recuerdo de un niño que ha fallecido en este pedazo cercano de tierra. Reunir todas las pruebas y plasmarlas en documentos y peticiones nunca resultará estéril. El Juicio de Núremberg se sustentó en la demostración de los hechos, en buena parte gracias a que se preservaron muchos testimonios de las barbaridades que habían ocurrido.
Existe una forma sentimental de acercarnos a este duelo. Les propongo que busquen la mejor versión a su alcance de la ópera que les mencionaba al principio. Acérquense casi al final del segundo acto, unos momentos antes del canto absolutamente desgarrador de la protagonista «¿Piangete voi? … Al dolce guidami», que se debate entre la locura y el dolor, unos instantes antes de ser decapitada en la Torre de Londres, el día 19 de mayo del año 1536. Como les decía, el coro de damas de la corte interpreta un canto de lamento, con una melodía bellísima, en la que manifiestan su gran pena por la inminencia de lo irremediable. El acompañamiento orquestal, especialmente de la cuerda, es sencillo y delicado. «Chi può vederla a ciglio asciutto». Esta obra ha sido interpretada por las mejores orquestas y por las mejores solistas del bel canto y es difícil recomendar una versión. No obstante y para esta parte coral me atrevo a citar las que nos ofrecen la Academia y el Coro de Santa Cecilia, en Roma: https://youtu.be/Veyx1oNNiG0?si=BImmklEi8QeFB29p o la que presenta la Welsh National Opera Chorus de Gales: https://youtu.be/Ktr4JUgYH3Y?si=flNoD6f3RRWTPxVu. No cierren los ojos, lloren todo lo que puedan y cuando ya estén «asciuttos», piensen en Gaza. ¡Que cese ya la matanza de niños!
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