El papel de los farmacéuticos ha evolucionado de manera significativa en las últimas décadas. Ya no solo se limitan a la dispensación de medicamentos, sino que su función ha ganado protagonismo en el ámbito asistencial, siendo una pieza clave en la promoción de la salud, el seguimiento farmacoterapéutico y la prevención de enfermedades.
Uno de los aspectos más destacables del farmacéutico es su cercanía. A diferencia de otros profesionales de la salud, los farmacéuticos están disponibles sin necesidad de cita previa, convirtiendo a la farmacia en un espacio sanitario accesible y fiable para la población, que demasiadas veces se ven en el debate de lo que es bueno malo, en la duda de si se está haciendo o no correctamente, en la incertidumbre de si los efectos de la medicación que toma son normales o extraños. Esta proximidad favorece una relación directa con los pacientes y cuidadores, quienes confían en su farmacéutico para resolver estas y otras dudas, recibir consejos sobre el uso adecuado de medicamentos y obtener orientación en el cuidado de su salud.
Un paso adelante
En una sociedad moderna, la farmacia asistencial busca transformar la oficina de farmacia en un apoyo a los centros de salud, centrándose en ofrecer un servicio personalizado, con atención directa al paciente, que va más allá de la simple dispensación de medicamentos. Implica actividades como la revisión de tratamientos, el seguimiento de terapias crónicas, la colaboración en la detección temprana de enfermedades y la promoción de hábitos de vida saludables, y siempre en coordinación con las autoridades sanitarias y centros de atención primaria.
El seguimiento farmacoterapéutico es uno de los pilares de esta transformación. En muchas ocasiones, los pacientes que padecen enfermedades crónicas deben gestionar tratamientos complejos. Aquí es donde el farmacéutico juega un papel crucial al garantizar la adherencia al tratamiento, identificar posibles interacciones y efectos secundarios no deseados, y recomendar ajustes para mejorar la eficacia de la medicación.
Además, los farmacéuticos desempeñan una labor destacada en la prevención. Realizan campañas para mejorar las tasas de vacunación, contribuyen al control y seguimiento de enfermedades como la diabetes o la hipertensión, y educan a la población en temas como el uso responsable de antibióticos. Trabajan en lugares que van desde las oficinas de farmacia hasta la investigación, pasando por los hospitales, Salud Pública, distribución, destrucción del medicamento, etcétera, sin olvidar que también se hace esta labor de promoción y cuidado de la salud desde las instituciones colegiales, las redes sociales, los medios de comunicación y los foros estratégicos para trasladar el mensaje a los colectivos y personas vulnerables en particular y a la población en general.
Estas actividades son fundamentales para reducir la presión sobre otros servicios de salud, especialmente en épocas de alta demanda, como durante epidemias o brotes de enfermedades, pues no solo se trata de facilitar y mejorar la atención, también de dar las herramientas y conocimientos adecuados para la prevención y la detección temprana de enfermedades o patologías.
Por ello, el farmacéutico es un agente clave en la promoción de la salud pública. Desde sus puestos de trabajo pueden llevar a cabo acciones preventivas dirigidas a grupos de riesgo, como personas mayores o aquellos con enfermedades crónicas, proporcionando una atención más cercana y accesible que, en muchos casos, es esencial para mejorar su calidad de vida.
Pero para que todo ello sea posible, la colaboración entre el farmacéutico y otros profesionales de la salud es fundamental. La comunicación constante con médicos, enfermeros y otros profesionales sanitarios permite ofrecer un enfoque integral en el tratamiento del paciente. De esta forma, el profesional farmacéutico puede proporcionar información valiosa sobre la medicación, anticipar problemas y ayudar a adaptar los tratamientos a las necesidades específicas de cada persona.
Esto, que en Canarias casi parece una utopía, ya se aplica en países como Irlanda, Reino Unido, el norte de Europa y, en España, ya lo están adoptando algunas comunidades autónomas en diferentes medidas.
Es evidente que la implementación de la farmacia asistencial obliga a la formación continua de los farmacéuticos. Es necesario, además, el reconocimiento por parte de las autoridades sanitarias de esta labor asistencial, estableciendo un marco legal y económico que permita a las farmacias desarrollar estos servicios de forma sostenible.
En este sentido, el Colegio de Farmacéuticos de Las Palmas apoya firmemente la transición hacia un modelo de farmacia más asistencial, que permita a los farmacéuticos asumir un papel más activo en el sistema sanitario. En este sentido, ha hecho llegar su preocupación e interés a la Administración autonómica por este modelo, facilitando el camino hacia una atención sanitaria más eficiente, accesible y centrada en las personas, y poniendo todas las facilidades para que Canarias no sea la última comunidad que se suba a este carro, sino que ocupe los vagones de cabeza, mejorando la calidad de vida de la población.