Desmontar mitos solo es posible si se hace desde el conocimiento, teniendo acceso a toda la información veraz disponible. Esta es la única forma de asegurar que el debate público sobre el papel que pueden jugar las alternativas sin humo se desarrolle con todas las garantías.

Calentar vs. Quemar. ¿Es lo mismo?

Cuando hablamos de fumar, generalmente pensamos en el acto de encender un cigarrillo. Cuando se quema el tabaco, el proceso de combustión desencadena una serie de reacciones químicas. La combustión eleva la temperatura del cigarrillo por encima de los 600ºC, lo que genera humo y un alto nivel de sustancias químicas nocivas y potencialmente nocivas.

Por el contrario, cuando se utilizan productos sin humo (como cigarrillos electrónicos o dispositivos para tabaco calentado) la temperatura que se alcanza es menor, con lo que no hay combustión, y no se quema. Esto hace que se produzca un aerosol, fundamentalmente diferente al humo del cigarrillo, reduciendo significativamente los niveles medios de sustancias nocivas.

Humo. El peligro que encierra

En general, el humo producido por la quema de cualquier objeto o compuesto está formado por gases nocivos que contienen partículas sólidas y líquidas de tamaño microscópico. Sobre el humo de los cigarrillos, los científicos han encontrado aproximadamente cerca de 6.000 sustancias químicas, de las cuales las autoridades de salud pública han identificado que unas 100 son nocivas o potencialmente nocivas. Por este motivo, el humo supone el mayor peligro del hábito de fumar.

Nicotina. ¿Qué papel juega?

La nicotina es una sustancia que se encuentra de manera natural en la hoja del tabaco. Una vez inhalada, desencadena en el cerebro la liberación de dopamina y otros neurotransmisores. Tras la estimulación repetida con nicotina, el cerebro se adapta a la presencia de esta, por lo que resulta adictiva, aunque este efecto es completamente reversible. Y a pesar de que no es inocua1 no es la principal la causa de enfermedades relacionadas con el tabaquismo, como sí lo es el humo.

Alternativas sin humo como herramienta de cambio

La evolución en la ciencia y la tecnología ayudan a reducir cada día el riesgo de muchas actividades cotidianas como conducir, (gracias a la mejora de los sistemas de seguridad y asistencia a la conducción). De la misma forma, la ciencia ha permitido desarrollar alternativas a los cigarrillos, como son los dispositivos para tabaco calentado, que eliminan la combustión y el humo. Estas alternativas están dirigida únicamente a aquellos adultos que de otra forma seguirían fumando. Aunque son una mejor opción que seguir fumando, no están exentas de riesgo y con su uso se inhala nicotina, que es adictiva.

La mejor opción

No empezar a fumar es sin duda siempre la mejor opción, y si ya se ha empezado con el hábito, dejarlo por completo es lo mejor que los fumadores pueden hacer para su salud. Pero es cierto que aún existe un número de fumadores muy amplio que no va a dejar de fumar. Estos fumadores adultos merecen que se les trate como tales y que se favorezca que reciban información veraz basada en evidencia científica para poder tomar decisiones informadas.

Tenemos la oportunidad, en definitiva, de ayudar a combatir el impacto que genera el tabaquismo en la salud pública si conseguimos complementar las estrategias existentes de prevención y cesación con un enfoque holístico, que favorezca que los fumadores adultos que de otra forma continuarían fumando cambien a mejores alternativas, revirtiéndolo en un impacto en la salud pública.

  • Tabaco calentado o quemado. ¿Es lo mismo?
  • ¿Qué es lo más peligroso de fumar?
  • ¿Qué papel juega la nicotina en el hábito de fumar?
  • ¿Sabes cuál es la principal causa de las enfermedades relacionadas con fumar?
  • ¿Cómo reducen el riesgo las alternativas sin humo?

1 La nicotina es una sustancia adictiva presente de manera natural en la hoja de tabaco. Aunque no es la principal causa de las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar, no es inocua y está contraindicada para determinados perfiles (menores, embarazadas, lactantes, diabéticos, personas con hipertensión o insuficiencias cardiacas).

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