Los socialistas canarios -siguiendo instrucciones de Madrid, equivalente como proveedora de argumentarios y contenidos a Hollywood – han decidido montar un Matrix en Canarias. Este Matrix es un espacio que genera una realidad en la que la relación entre cosas, sucesos y lenguajes esta creado y controlado artificialmente. Para ser más exactos es un relato ficticio que no pretende adjetivar la realidad, sino sustituirla. Es discutible que puedan terminar de armarlo y, en ese caso, que se mantenga en pie mucho tiempo. En el Matrix psocialista Neo es Fernando Clavijo, quien no entiende que preocuparse por la realidad, rechazar las apariencias que tejen discursos pésimos, es algo cercano a un crimen de Estado. O un delito metafísico: tener razón frente al Gobierno español y, todavía más delirantemente, que el Gobierno español lo reconozca. Su arrogancia es extraordinaria. El agente Smith es Sebastián Franquis, que está en todas partes y en ninguna, siempre enfundado en su traje gris ratón ratonero. Cada quince días lo persigue en el Parlamento para explicarle exactamente lo contrario de lo que ocurre. Son sobre todo tres asertos con los que el Matrix psocialista pretende trampear la realidad más evidente. Los tres formaron parte del discurso de ayer del señor Smith, perdón, del señor Franquis:
- 1. El Gobierno de Neo (perdón, de Clavijo) desatiende a los migrantes menores no acompañados. En realidad ha acogido y atiende diariamente a cerca de 6.000 menores y lo hace sin el apoyo económico ni logístico del Gobierno central. Es manicomial que Franquis y el PSOE pretendan imponer una mentira tan zafia frente a una realidad más que evidente. Quien no atiende a los migrantes menores en el ámbito de su responsabilidad normativa es el Gobierno central.
- 2. Clavijo es un matón de colegio. El presidente del Gobierno de Canarias, durante muchos meses, ha mantenido reuniones con los grupos parlamentarios de la Cámara regional, con los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, con responsables socialistas a nivel federal y regional, con organizaciones no gubernamentales. Decenas de reuniones siempre ofreciendo diálogo para consensuar soluciones. Puede consultarse toda su agenda pública desde hace medio año. Después de la frustrada votación para la reforma de la ley de extranjería el presidente hizo, exactamente, lo que le dijo el PSOE, y acercó al PP de nuevo al diálogo, y llegó a un acuerdo con los conservadores. Bueno, todo el PSOE no. Franquis lanzó en su día un aullido huracanado a Clavijo para que echara al PP del Gobierno autonómico, una medida que, sin duda, hubiera precipitado un acuerdo sobre la reforma de la ley de Extranjería. El Gobierno canario y, en especial su presidente, no ha dejado de dialogar con todo el mundo desde 2023. Hasta con Franquis mismo. Y hasta hoy no existe ni aportación económica, ni propuesta concreta de distribución de los menores, ni fecha para ninguna reunión en el Congreso de los Diputados por parte del PSOE ni del Gobierno central. Pero no. Los socialistas se han impuesto como misión definir como un broncas asalvajado a Clavijo. Es como pintar el viento de colores y así, pleno tras pleno, puede disfrutarse a Franquis y a Nira Fierro pegando brochazos al aire. Es patético.
La única manera válida de relacionarse con el Gobierno de Sánchez es la del PSOE: un leal, ilusionado servilismo: un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo
- 3. Clavijo quiere echar a los menores al mar. Es una variación de la primera, causada por el nuevo protocolo para regular procedimentalmente la acogida de los menores que siguen llegando en cayucos y pateras. El protocolo ha sido suspendido temporalmente como medida cautelarísima por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Eso ha bastado para denominarlo «el protocolo de la vergüenza» -los psocialistas- o el «protocolo racista» -una imbecilidad cortesía de Noemí Santana. El protocolo establecía -fíjense la atrocidad- que antes de entregar a los menores a las autoridades autonómicas las autoridades de frontera, debidamente auxiliadas por técnicos y traductores, estaban obligadas a registrar a cada migrante menor con su nombre y apellido, su lugar de residencia habitual, su estado de salud, su edad, la existencia o no de familiares en Canarias u otro punto del Estado español. Es algo que desde hace años, después de las crisis migratorias vividas ya en este siglo, debería y podría hacer el Gobierno central. Pero no. Estos requerimientos de sentido común, y que redundan especialmente en la calidad de la atención de los menores, son calificados por el señor Smith y sus compañeros como una «burocracia» que se inventa Clavijo para retrasar el momento en que los niños deban ponerse bajo su acogida. Hay que tener un cuajo muy pútrido – o estar acostumbrado a un salario magnífico – para sostener esta canallada. Por supuesto, ni por un segundo el señor Smith se le ocurre exigir a Madrid más medios para las autoridades, el personal administrativo y los cuerpos de seguridad que reciben a los migrantes y atienden a los menores no acompañados al llegar. A Madrid no se le molesta. El que moleste es un llorón o un broncas: palabra de Matrix. La única manera válida de relacionarse con el Gobierno de Sánchez es la del PSOE: un leal, cariñoso, ilusionado servilismo. Aquí Ángel Víctor Torres,/ Sebastián Franquis/Anselmo Pestana: un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo.
En el debate con Franquis (y con Luis Campos, el portavoz de NC) el presidente Clavijo manifestó que estaba empezando a convencerse de que a los socialistas -y en particular al Gobierno de Pedro Sánchez- no les interesaba llegar a un acuerdo, finalmente, sobre la reforma de la ley de extranjería o incluso sobre las mejoras de las condiciones de los menores migrantes. Cuando Franquis insistió, sin un solo argumento, en que Clavijo estaba utilizando a los menores políticamente, la paciencia del jefe de Gobierno pareció llegar al límite. «Son ustedes los que están desplegando todos los recurso del Estado, incluida la Fiscalía o el Consejo de Estado, para confrontar con el Gobierno de Canarias. Porque ustedes quieren demostrar y dejar claro quién manda aquí y que una comunidad autónoma no debe atreverse, ni siquiera a través del diálogo incansable, a corregir una situación como esta… Siguen sin reaccionar, siguen sin dar respuesta, siguen sin sentarse a negociar, siguen sin fijar un día para reunirnos. Pueden continuar en ese plan. Nosotros no vamos a dejar de defender nuestras convicciones, a trabajar para llegar a una solución que también benefician a los menores… ¿Cuánto debemos esperar? ¿A que un día lleguen a El Hierro 10.000 personas?».
La actitud de Nueva Canarias en este asunto es sorprendente. Porque también en este asunto se ha asegundado al PSOE de manera casi vergonzosa. Luis Campos insistió de nuevo en lo del protocolo del Gobierno canario suspendido temporalmente por el TSJC. «Es una lástima», le replicó Clavijo, «que a usted no se interesara en ningún momento por cómo nos ha entregado los niños hasta hora. Cero información. Absolutamente nada. Pero eso no le ha preocupado ni denunció usted aquí en su día la situación intolerable del muelle de Arguineguín. Ni un lamento. Ni una denuncia. Ni un reproche». La expresión de Campos en su escaño era curiosa. Como si no creyera el discurso de Clavijo, pero tampoco en el suyo propio. Demasiado seguidismo. Demasiado mantener a toda costa la relación con el PSOE.
Por supuesto que el pleno ofreció otros insondables atractivos que continuarán en la sesión de hoy. Matrix no deja de funcionar tampoco. Pero el agente Smith se suele ausentar y la película flojea un poco.
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