La salud de Julián Muñoz se ha quebrado por completo. Tras varios años enfermo, el controvertido alcalde de Marbella entre mayo de 2002 y agosto de 2003, ha fallecido a los 76 años de edad por una enfermedad crónica de carácter respiratorio, que se sumaba a diferentes problemas coronarios.
Los problemas de salud del dirigente comenzaron al poco de entrar en la cárcel, acusado de malversación pública y cohecho continuado. Su defensa intentó que fuera excarcelado argumentando que padecía una enfermedad incurable y tenía alto riesgo de morir en el centro penitenciario, donde no podía ser tratado de manera conveniente. Finalmente logró su objetivo pero volvió a pecar de sobrado e imprudente al ser pillado bailando en un tablao flamenco, lo que provocó su reingreso en prisión.
Sin embargo, dichos problemas médicos eran reales y desde entonces arrastró una mala salud de hierro que le ha dado serios problemas hasta el día de su fallecimiento. Hace poco más de dos semanas ingresaba en el Hospital Universitario Costa del Sol por una insuficiencia respiratoria. Ayer mismo, en estado muy grave, recibió el alta a petición de su familia debido al carácter irreversible de su situación.
Trayectoria profesional
Aunque comenzó su actividad profesional en la hostelería, pronto daría el salto a la política en diferentes cargos locales. Su ascenso fue estrechamente ligado a Jesús Gil en Marbella, que le colocó como concejal de fiestas y luego como su mano derecha y sustituto cuando fue finalmente inhabilitado.
Su relación con Isabel Pantoja
De él cogió los peores vicios en la política y sus peores formas, que se lo llevarían por delante al poco tiempo de alcanzar el poder. Ya como alcalde, tomó la decisión que le llevaría a la ruina: contratar a Isabel Pantoja como imagen de la ciudad malagueña.
Tras negar su relación sentimental con la cantante en una bochornosa rueda de prensa en el ayuntamiento, con Mayte Zaldívar presente, para tener que reconocerla poco después, dio su gran salto a la fama y a los programas del corazón, que comenzaron a fiscalizar tanto su vida privada como su más que cuestionable actividad política.
Tanto su entonces mujer como Jesús Gil comenzaron a señalarle por sus chanchullos en programas de televisión, sin saber que al final todos acabarían pringados.